Editorial Radio Progreso
El paisaje económico, político y social hondureño en las últimas décadas fue diseñado y pintado a partir de las habilidades, recursos y caprichos de los barones del crimen organizado. Entendiendo este como un grupo integrado por las élites políticas, empresariales, militares y mafiosos rurales del país, aliados con mafias de criminales de Latinoamérica.
Con las ganancias del tráfico de drogas diversificaron la inversión pública y privada, filtraron y corrompieron el sistema de partidos y se convirtieron en los grandes definidores de la agenda pública y de los procesos electorales. Al tiempo que se convirtieron en los principales verdugos de la líderes comunitarios, religiosos, indígenas y periodistas.
Con la resquebrajada institucionalidad rendida a sus pies, convirtieron el país en el corredor más importante para el envío de cocaína a los Estados Unidos. Y con sus ganancias abrieron paso a proyectos turísticos, agroindustriales, bienes raíces, minería y otros proyectos financieros en Honduras y Centroamérica.
Quizás el dato más curioso de las élites vinculadas a la criminalidad es tema racial. El único criminal solicitado en extradición por los Estados Unidos y que fue protegido fue Chepe Handal. Tuvo el privilegio de ser enjuiciado y condenado en Honduras. Curiosamente, el señor Handal es el único miembro de la élite económica y política de origen turco-palestino que, dicho de paso, controla los principales hilos del poder económico y político del país.
Diferente fue el comportamiento con los Rosenthal, quienes fueron acusados por delitos similares a los de Chepe Handal, sin embargo, su emporio se desmoronó como castillo de arena. Curiosamente la única diferencia entre los Rosenthal y el señor Handal es que el primero es judío, y el segundo turco-palestino.
Otra suerte corrió Los Cachiros o Los Valle. Estos últimos fueron capturados por miembros de la DEA y sectores de la Policía fieles a la embajada de Estados Unidos, sin avisar a Casa Presidencial.
La acción tuvo como objetivo salvarles la vida a cambio de que confesaran sus delitos y “quemaran” a sus socios criminales.
El comportamiento selectivo de la justicia hondureña deja muchas interrogantes en el aire: ¿Por qué la justicia hondureña trata a unos criminales con guantes de seda? ¿Será que el sistema de seguridad y de justicia hondureña está vinculado a uno de los grupos de la criminalidad? ¿Qué papel juega la élite de origen turco-palestina en la administración de Juan Hernández?
Entre la lluvia de preguntas, un dato salta a vista: estamos frente a una élite política y económica racista, criminal y corrupta, como bien lo dice el Fondo Carnegie para la Paz Internacional, en un reciente informe sobre la corrupción en Honduras, que entre otras cosas afirma, y citamos: la corrupción es el “sistema operativo” de Honduras. Y nosotros agregamos: romper la mafia que controla ese “sistema operativo” es la tarea más urgente.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas
2 respuestas
Si estos delincuentes no quemaron a nadie porque no están condenados mmmm
Faltan los cachirecos