Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
glosa de Guillén Zelaya a mi nuevo nieto
Dicen que nunca escapamos de la propia biografía, quizás tampoco nadie, tampoco tú escaparás de la evolución de la especie.
Por aquello de que fui un niño viejo –así se decía entonces- desde adolescente comprendí la máxima de Blais Pascal según la cual el hombre (esa quimera, tú también, Emilio, Mel y yo, varón y hembra) es mitad ángel (héroe) y mitad gusano o bestia. En otros términos, que, sin importar el paso de la historia, todos provenimos del mono, antecesor del homo, traemos adentro esa fiera.[1] Pero, con poco conocimiento, somos capaces –todos- de concebir el bien y crear la belleza. De modo que, el culto al héroe no debería glosar sus defectos y la condena al villano no ha de deshumanizarlo. El peor de nosotros tiene derecho, y cargo, el mejor.
En ese afán, hace no mucho –en 2009- he tratado el tema inagotable del héroe en un curso sobre la historiografía y la literatura. He defendido la figura, eso, del héroe, como una runa, un jeroglífico obligado. Y
Últimamente, me ha llamado por eso la atención la guerra (contra) las estatuas, que a todos debe inspirar reflexión y recato.
Muchos son ambivalentes. Pero, así como hay villanos incontrovertibles, hay héroes incuestionables, que trascienden los siglos y fronteras. Nuestros grandes conductores, que nunca hicieron daño gratuito y redimieron la condición de su gente. Los líderes religiosos, el Nazareno y el Buda héroes culturales divinos, los Ghandi y los Mandela. Los revolucionarios, Washington, Hidalgo, Bolívar y Morazán y sus sucesores, los prohombres de estado, Lincoln, Juárez, Tata Lázaro y Winston Churchill. Los grandes hombres de ciencia y humanistas. Habrán tenido fallas, iras, yerros, debilidades, amoríos, incluso esclavos, equivocaciones muchas. Mas nadie desmontará sus estatuas para siempre.
Son héroes porque justamente en su gran mayoría los demás hombres no estuvieron a su altura. Muchos se proponen para ser héroes y terminan villanos. Más aún, proliferan los impostores. Educado en la idea antigua de que mi dignidad está predicada en ello, no hago acepción de persona. La fortuna y el poder no califican, ni envilece a nadie ser humilde.
Cómo recuerda A. Guillen Zelaya, Lo esencial no está en ser poeta, ni filosofo…ninguna labor bien hecha vale menos (o…) más. Ningún cuerpo colegiado, gremio, oficio, garantiza ni excluye la honra. No toleres mentecato, ni sufras pusilánimes. A nadie le permitas que impunemente se ensalce a sí mismo, ni tampoco se flagele frente a ti, en forma gratuita. A nadie permitas que descalifique a otros sin el dominio de los datos o adule a alguien más por interés, o ingenuidad.
El círculo del tiempo gira y hace girar la rueda de la fortuna. Antier, trascendió la captura -por narco- del mexicano Salvador Cienfuegos, hasta ese momento General de cinco estrellas, héroe, ex ministro de defensa galardonado en EUA, por el Departamento de Estado, y en 2017 con la máxima condecoración de las FFAA de Honduras, como aliado en la guerra contra el narco, con quien hemos trabajado muy de cerca, declararon J.O. Hernández y F. Díaz Zelaya. Ayer su pueblo reivindicó al vilipendiado y alicaído Evo Morales, quien volvió a su sitial de honor.
Pienso en Juan Orlando a la vuelta de la esquina. Aquí los medios corporativos lo han ocultado. Pero el fiscal neoyorquino dijo en la corte del Distrito Sur que JOH ha recibido millones de dólares de sobornos del narcotráfico. Y antier Emily Palmer de N.Y. Times repitió que, después de los testimonios de Mauricio Hernández y del Tigre Bonilla, todo apunta hacia él. ¿Cómo podría quedar eso así? Y uno no puede sino preguntarse ¿qué va a suceder con esa quinta parte de la gente que con pasión lo ama y defiende sin cuestionamiento, el día de mañana cuando caiga JOH? Independientemente del número real de sus votos rurales, JOH será un villano ante la historia, lo auguro de oficio. La sangre derramada por sus esbirros correrá de sus manos, aún después de muerto, y su inmensa fortuna se esfumará con él. Pero ¡habrá gobernado a Honduras diez años con apoyo del PN, del soldado, del pastor, del gringo, del paniaguado y del empresario!
El héroe, en cambio, muchas veces no recibe ningún aplauso, sino en ocasiones un trato moroso. Héroe pues es el que, sin premio ni beneficio, se impone al servicio de los otros y da un paso al frente. El que en vez de callar o ahogarse en su lamento, dispone decir su verdad incómoda y actuar en consecuencia. He dicho, el que levanta la cabeza a sabiendas que la expone, el que incurre en riesgo, no por temeridad o por inocencia, sino con conciencia de la necesidad común, incluso de quienes lo ignoran o lo exponen. Ningún liderazgo o jerarquía brinda indemnidades. Hay héroes y villanos entre los humildes y los hay también, en proporciones varias, entre los poderosos y las altaneras.
Cada uno –claro- tiene sus ídolos y yo los míos. Desde joven supe admirar a mis héroes variopintos en todos los caminos de la vida, sin ignorar sus defectos evidentes, ni mezquinarles la honra que merecen. El abnegado maestro, el líder obrero y la lideresa campesina, académicos y artistas, los empleados fieles que aman su trabajo e inspiran ejemplo, y aun los vagabundos que renunciaron al techo, a la compañía de una familia y la comodidad de un sueldo, para gozar de otra clase de libertad extrema. Reconozco el heroísmo de líderes religiosos y políticos, de distintos signos, iglesias y partidos, de quienes conozco sus fallas. Entre empresarios que, sin ventajismos, se consagran al esfuerzo, fracasan y vuelven a levantarse y perseveran, hasta alcanzar el éxito, en el comercio y la industria, el servicio y el cultivo.
Admiro a los defensores de Guapinol, al garífuna y al lenca que custodian sus ríos y playas, y ahora a los isleños que defienden su tierra, juntos, empresarios y operarios, timbucos y calandracas, libres y liberales, cachurecos y cristianos. Sé cuán valientes son los pesh, que defienden contra la mafia sus bosques y sus montañas, sus terrenos y fuentes de agua. (No me llamo a engaño. Conozco sus defectos y carencias.) Pero sé que estuvieron dispuestos a arriesgarse por cosas que por miedo o por pereza yo, y no digamos una gran mayoría dejamos pasar. Amo al estudiante que se forja una visión de otro mundo y lucha por sus ideales.
Tener un hijo, cultivarlo, amarlo, enseñarle a desnudarse el alma y vivir a tono con la armonía del mundo…es también algo magnífico y eterno, dice don Alfonso Guillén. Zelaya, tu tío.
He dicho antes que admiro el coraje que -en su momento- mostró pistola en mano ante el peligro, el hoy retirado General Walter López Reyes. Seguro estoy de la calidad del de igual rango Luis A. Maldonado. Porque también entre militares y policías, hay héroes muchos y hay villanos. De esas filas salió María Luisa Borjas, que se enfrentó a bestias peligrosas, para atajar sus crímenes de sangre. Admiro igualmente al Comisionado Leandro Osorio y al Capitán Santos Orellana, a quien, de manera perfectamente arbitraria, el General Díaz Zelaya intentó hacer detener ayer, y fracasó rotundamente frente a un valiente pueblo alerta, dispuesto a defender sus derechos.
Que también luce transparente el ruin, en todos los caminos de la vida. El cínico y el vividor, el simplemente acomodado con un raciocinio, que se mofa en el proceso de capitalizar debilidades de quienes le rodean, el que goza con el engaño y se esconde atrás de una retórica, haciendo daño, y lo cuenta como gracia, el que justifica el delito e invoca un principio o autoridad superior.
Desecha al haragán y al vicioso, Pastor, al tirano, al fatuo, al incontinente, al mojigato, al jactancioso. Detesta al garrulo y por igual al taimado. Al artero, al pérfido marrullero que, por supuesto, abunda entre las filas de los hijos de Adán y las diez mil vírgenes. Desprecia al avaro, al enjuto de alma… al inmodesto, dice el tío Alfonso, Nieto mío. Odia al violento. Enfréntalo, sin pestañear. Llámalo por su nombre, diciéndole pan al pan y vil al bruto. ¡Arráncale la máscara! ¡Desafía su fanfarronada! El tiempo está contigo. No será por un misterioso destino, por un lado, o una providencia favorable, ni porque intervenga la fuerza creadora del universo. Sino porque hay historia, registro de los hechos, que contabiliza en sus contextos, que certifica lo real y delata el invento, porque la historia, nieto amado, es la posteridad que hace justicia.
[1] Dicen los biólogos que compartimos el 99% de nuestros genes con el violento chimpancé y con el promiscuo bonobo. Y el sapiens sapiens eliminó depredándolos a otra docena de homos anteriores.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas