Por: Gustavo Zelaya
El septiembre hondureño, aunque lleno de penumbras, pinta de muchos colores: el nivel de contagio del coronavirus aumenta y parece que al régimen de Juan Orlando Hernández no le importa; son tan irresponsables que disminuyen las pruebas de detección de la enfermedad y manipulan la estadística de la pandemia para crear una falsa seguridad; pretenden cerrar salas de cuidados críticos en al menos dos hospitales públicos, son indiferentes al luto de miles de familias y se anuncia el inicio del fútbol profesional; todo ello se conjuga para justificar la reactivación económica y trasladar el feriado morazánico para seguir asaltando personas.
El ministerio público parece estar ciego frente a la investigación de casos de corrupción; la imposición de las zonas especiales de “empleo y desarrollo” se muestra imparable, las prácticas extractivistas se profundizan, van dos meses y los dirigentes garífunas del Triunfo de la Cruz siguen desaparecidos; esto significa que el parcial sistema de justicia sigue mostrando sus garras con esos eventos y con el caso de Guapinol; a la fecha se registran 36 masacres y desde Colombia se reporta que el martes 22 una aeronave que en noviembre de 2010 fue incautada por autoridades hondureñas tras ser usada para transportar cocaína, se estrelló cerca de Bogotá y los medios locales no fingen ignorancia. En fin, no es tan pintoso septiembre.
Pero asoma la gran fiesta cívica; junto al fútbol y la religión, hay otra distracción importante en la cultura hondureña: las elecciones internas de los grandes partidos políticos. La conveniente argucia política hace creer que eso sí contribuye a olvidar pandemias, desempleos, femicidios, crimen organizado, explotación del trabajo y las inequidades propias del sistema capitalista. Todo desaparece en el aire debido al entusiasmo electoral. Así, estamos a salvo de cualquier desgracia, incluyendo a la pandilla en el poder.
Nota relacionada Francisco Morazán
El mes de la independencia fue celebrado por políticos y militares con discursos de ocasión, llenos de lugares comunes y vacíos de contenido; no se inmutan si en las calle se les tilda de narcos, pero no mencionan que un 15 de septiembre Francisco Morazán Quesada fue asesinado por el conservadurismo que ellos representan. Son 178 años de ese crimen y definitiva aniquilación de ilusos afanes unionistas. Pronto será 3 de octubre y con ridícula pompa militar conmemoran el nacimiento de Francisco Morazán Quesada, los 228 años del que fue el último presidente de la fracasada República Federal.
Al igual que algunos contemporáneos de su época, concibió la independencia como un movimiento radical que rompería con las instituciones coloniales y en contra de la anexión. Y lo que parece ser el núcleo del ideal morazanista: planteó la ética como categoría para el avance social, no como oportuna retórica, sino necesaria exigencia histórica. Con ella desenmascaró las desigualdades y dejó al descubierto la crisis moral de los grupos dominantes y la crisis política que va a marcar el desarrollo subsiguiente de la región. En su Testamento se descubre la evidencia. Esto obliga a repensar la política, ya no como la actividad para lucrarse desde el poder, sino para construir nuevos contenidos con las comunidades, desde las comunidades, para hacer posible convivencia, respeto, solidaridad y edificar mejores condiciones de vida.
Es probable que personas indignadas con las injusticias o nostálgicas quieran reivindicar a ese hombre que a sus cincuenta años fue inmolado por un ideal emancipador. Y los herederos de las oligarquías coloniales hacen lo posible por mantener la figura del héroe en épicos textos, en pinturas y estatuas de dudosa calidad, severo, lejano, con uniforme militar, con tal de ocultar relativas vigencias de sus propuestas políticas.
En el fracaso del proyecto federal participaron caudillos, caciques municipales, funcionarios con mentalidad colonial, la frágil estructura financiera del Estado, los roces con la iglesia, el atraso general, el débil aparato militar de la federación y el imperio inglés respaldando a los separatistas; hicieron que el programa de Morazán no tuviera impacto en una circunstancia poco adecuada.
Desde entonces algo ha cambiado. La estadística en salud, educación, tasas de crecimiento económico, niveles culturales, etc., muestran la existencia de algún avance y el desarrollo de formas de dependencia más descaradas, más tecnificadas; otras formas de violencia estructural que provocan profundas exclusiones sociales y agresiones a los derechos fundamentales. La existencia de una tasa oficial de homicidios de 45% y que el gobierno se jacte de tal cuestión es prueba de la gravedad de la situación. Frente a las dudas que provoca la actualidad de ese dato, puede afirmarse que la circunstancia de la colonia fue idílica y que el régimen actual, con sus medidas económicas, la sistemática corrupción y la represión potencia la mentalidad colonial y se encarga de expandir la violencia contra la mayoría de la población.
Entre el grupo del poder ha tomado forma un sector servil que supera cualquier entreguismo anterior, pone a un lado conceptos burgueses fundamentales como el de Soberanía, Estado Nacional, Contrato Social, División de Poderes, etc. La liquidación de esos presupuestos básicos y el propósito de ceder porciones del territorio nacional nos pone en la cara la fuerza del pensamiento de Morazán cuando sostenía que el enemigo no tiene nación ni respeta derechos y, a pesar de ello “Los pueblos que han sabido sostener la libertad… sabrán también sostener la integridad de la República”.
José Martí señaló la importancia de Morazán en los procesos de liberación de Nuestra América, al considerarlo “genio poderoso”; su importancia se muestra no sólo en el uso de su imagen en los movimientos sociales que buscan superar el liberalismo clásico y viejas formas socialistas, especialmente porque las ideas unionistas pueden incorporarse a nuevos contenidos democráticos nacidos de la experiencia de la lucha popular, que puede integrar grupos sociales que ayuden a construir relaciones solidarias, cálidas, valientes entre todas las personas. Pero la reivindicación democrática sigue manipulada por la corrupción de los grupos dominantes y su delirio neoliberal, que arremete contra los anhelos por edificar una sociedad más digna y moralmente superior a la condición existente.
Así es nuestra Honduras, la de Morazán. Pero en ella también está Juan Orlando Hernández, las maquilas, Palmerola, los movimientos sociales, el extractivismo y la narcopolítica; nuestro país colmado de contradicciones en donde se practican sistemas de seguridad que promueven inseguridad en las comunidades; con funcionarios públicos que declaran ser parte del asalto al sistema de seguridad social y que llevan a cabo una profunda operación de privatización de los sistemas de previsión.
Aunque parezca complicado referirse a la necesidad de una existencia más humana, respetuosa de la dignidad de la vida y de las diferencias, sobre todo cuando la muerte en forma de represión y pandemia está presente en las ciudades y el campo, la posibilidad de un país más digno y justo fue indicado por algunos próceres, en tal sentido se requiere mejor comprensión de su legado, sacarlos de museos y cuarteles, discutir el momento histórico de las ideas avanzadas de ese genio poderoso que rechazó la tiranía, garantizó el sufragio, la educación laica, el matrimonio civil y la separación de la iglesia con el Estado; se puede considerar eso y, sobre todo, el detalle del Morazán del parque central, el que espada en mano, señala el horizonte. La espada es el medio, desde ella se indica el rumbo.
25 de septiembre de 2020.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
2 respuestas
Bien estimado Gustavo por la reseña, los valores inspiradores de Morazán, Martí y los que han cultivado este ideal, tendrán su momento en la historia por venir. Salud.
Excelente analogía del Morazán épico y el país que lo vió nacer.
Cuánto necesitamos a Morazán en nuestras vidas este 2020.
Cuánto urge de esa espada justa y valiente.
Cuánta tiranía sobre nuestras cabezas.