Políticos utilizan niñez y empobrecimiento

Fanatismo Político

 

“Quien no quiere pensar es una fanático, quien no puede pensar es un tonto,

quien no osa pensar es un cobarde” Francis Bacon

Populismo

Por: Mario Cooper

El fanatismo político es el apasionamiento de una persona que defiende con tenacidad desmedida y ciegamente sus creencias u opiniones políticas. Suponiendo una adhesión incondicional a una causa. Produciendo en el fanático un comportamiento considerado en algunos casos violento e irracional, convencido de que sus ideas son las mejores y las únicas validas, por lo que menosprecia las opiniones de los demás aunque estas estén en lo correcto.

Por lo tanto el fanatismo se identifica por el deseo de imponer sus propias ideas, despreciar a quienes son diferentes, basarse en una serie de pensamientos que son incuestionables, tener una visión cuadrada de las cosas pues todo es blanco o negro y carecer por competo de todo espíritu crítico, para Winston Churchill “un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”.

Este tipo de pensamiento es patrimonio de sistemas autoritarios y dictatoriales, que cuando estos llegan al poder político, suelen desarrollar todo un régimen para la imposición de sus creencias, castigando a los opositores, buscando eliminar cualquier tipo de reflexión, porque donde no existe reflexión tampoco hay contradicción ni matiz.

En tiempos electorales este fenómeno es bien común, reflejado en la preferencia de líderes políticos en tener fanáticos y no compañeros, pues los primeros confunden lealtad con sumisión, convicción con creencia, poder relativo con poder absoluto, tolerancia con debilidad, flexibilidad con blandura, paciencia con inoperancia y entereza e integridad con fanatismo.

Es importante enfatizar que ninguna ideología política justifica un voto amañado por un candidato a cambio de obtener luego favores non sanctos. Haciendo a este en un contexto de alta polarización, un distorsionador de la conciencia electoral y de una sana y madura democracia. Estigmatizando las miradas objetivas de los candidatos cuando estos no favorecen las ideas de sus líderes.

Estos por ejemplos son los mismos que alababan a Hitler, a Mussolini, a Pinochet, a Franco, a Trujillo, a Ríos Montt y a Porfirio Díaz, votaron por Otto Pérez y Jimmy Morales en Guatemala, apoyaron el golpe de estado a Manuel Zelaya en Honduras, los que quieren que Perú vuelva a tener una dictadura como Keiko Fujimori o que ven con orgullo el Apartheid que vivió África. Prefiriendo el orden antes que la Justicia.  

Así mismo, el fanático “solo ve lo que quiere ver” en sus caudillos como bondades inexistentes en medio de escándalos políticos, funcionarios destituidos y condenados por la Justicia por inmoralidad administrativa y desfalco. Viviendo una realidad que nos les pertenece, negando toda crítica a ello y sobrecompensándose a sí mismos.

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Uniendose al fanatismo místico, brotando grupos religiosos, camuflándose en una falsa espiritualidad, con todos sus intereses puestos en lo terrenal, acompañando a nefastos políticos si no es que ellos asumen el “liderazgo”, para obtener réditos políticos y económicos, según Rodríguez-Salah de Vanguardia Liberal.

Con base a ello, el ejercicio político del que tanto nos manifestamos no cambiará mientras el fanatismo sea el motor que mueve a la mayoría de las instituciones y personas a la hora de intervenir y participar en los asuntos públicos.

 

“Hay dos tipos de patriotas el que ama a su país y el que ama al gobierno de su país. Lógicamente los gobiernos considerarán más patriotas a estos últimos”

Jaume Perich

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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5 comentarios

  1. Muy sesgada y limitada visión del problema en LatAm el 1er fanatismo totalitario es el Castro Cubano, que durante décadas intentó imponer su «verdad» a sangre y fuego por toda LatAm y al inicio de este siglo lo logró con venezuela y se expandió a Nicaragua y Bolivia, con regímenes totalitarios que persiguen, encarcelan, torturan y asesinan al disenso de la manera más impune y vulgar que de haya visto

  2. Un fanático simplemente es una persona irreflexiva, vulgarmente un borrego. Fanáticos hay en todos lados en: la religión, las ideologías políticas, el deporte, etc. A diferencia del fanatismo tonto y vulgar está el apasionamiento por hacer las cosas bien o acercarse a la perfección como lo es el arte o la literatura o el cultivo de las ciencias.

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