ingreso de la bota militar a la UNAH

Estudiantes rememoran el ingreso de la bota militar a la UNAH

Por: Nancy García

Lágrimas recorrían los rostros de cientos de estudiantes. El humo que cubría la atmósfera universitaria lastimaba su sistema respiratorio. Corrían de un lado a otro para que la nube blanca lanzada por Miembros de la Policía Militar de Orden Público (PMOP) no les alcanzara, sin embargo, la bota militar ingresó a los predios de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) arreciando con balas a quienes estaban presentes. A un año de ese histórico y nauseabundo momento, estudiantes recuerdan lo sucedido.

Con el fervor que representa la juventud, se coreaban consignas al unísono: ¡Fuera JOH! era un grito que representaba el sentir de miles de hondureños y hondureñas que luchaban por la no privatización del sistema educativo y sanitario, mismo que hoy se ve colapsado por la corrupción que arropa las intuiciones que encabezan la pandemia.

 «Es como una sensación de irrealidad.»

Entre esa manada de jóvenes conscientes, se encontraba la estudiante de Psicología, Esly Quevedo. La escena es una reminiscencia para ella. «Tengo recuerdos vagos e imprecisos al momento que fui consciente que estaba herida.» Instantes antes que su cuerpo desprendiera sangre, por la herida que le causaron las esquirlas, rememora a guardias de seguridad del CNK anunciando por la radio el ingreso de los militares, además del estallido de emociones de ese momento entre los y las estudiantes. «Es como una sensación de irrealidad.»

Esly Quevedo

El sonido de los disparos hace eco en su memoria. Los fragmentos y el retumbe de las balas cerca de su cuerpo es un sonido constante que no se borra con el tiempo pero que no se encuentran palabras precisas para su expresarlo. «A pesar de tener ese sonido guardado en mi cabeza, me es difícil explicar cómo era.»

Entre los recuerdos que vagan por la mente de Quevedo, están los gritos de docentes, empleados, empleadas, estudiantes que se encontraban en el estacionamiento del Padre Trino, gente llorando. Cuando las personas se acercaron para auxiliarla, ella solo pedía que llamaran a sus compañeros y compañeras del Movimiento Amplio Universitario (MAU) ya que en sus alrededores solo gente desconocida estaba, algunos queriendo ayudar y otros con sus celulares grabando.

Cuando ingresó a la sala del Hospital Escuela, la precaria atención médica le generó tristeza y desconcierto y al ver a supuestos policías de civil, recabando información sobre el estudiantado, le infundió tanto miedo que no puede desechar de sus pensamientos el rostro de uno de los sujetos.

A pesar del dolor vivido en ese momento, la preocupación de su familia, el apoyo no cesó y para ella, las personas que permanecieron afuera del hospital son oro.

A Esly le parece que el hecho no tuvo mayor impacto en la sociedad y de hecho le sorprende lo rápido que olvida la ciudadanía.  A pesar de ese olvido prematuro a ella y las personas que resultaron heridas por las balas, les cambió la vida ese hecho.

«A partir de ese momento, mi repudio y rechazo al simbolismo de un uniforme militar o policial y a su estructura como tal, creció de una manera mucho más repulsiva de la que ya existía y ni hablar de la nefasta imagen de las autoridades universitarias» dijo Esly.}

«Una parte de mí se opacó después de eso, porque pasé por algunas situaciones que de verdad me gustaría borrar de mi cabeza. Como la imagen de mi mamá desgarrándose del miedo o la indiferencia y discriminación de mis compañeros de clases (y hasta de los mismos docentes)» señala la estudiante con dolor, rabia e indignación.

«Jamás en mi vida lo olvidaré.»

A Carlos Godoy, cursante de la carrera de Nutrición, le es difícil expresar lo vivido, pero comenta que nunca en su vida estudiantil había visto un atentado. En ese asedio resultó herido. «En ambas piernas se me introdujeron esquirlas.» Aunque no se dio cuenta que sus piernas estaban heridas porque auxiliaba a otra estudiante, se percató cuando un ligero líquido le recorría entre sus piernas. «Jamás en mi vida lo olvidaré.»

Carlos Godoy es auxiliado por un grupo de estudiantes de la UNAH y es trasladado al Hospital Escuela Universitario.

Muchas personas le llamaban para conocer su historia, pero el miedo le paralizó y le impidió hablar de lo ocurrido en los días grises de junio.

Godoy, considera que no ha cambiado nada a partir de la fecha y que a través del Congreso Nacional, diputados como Oswaldo Ramos Soto, buscan dejar sin autonomía a la UNAH.

A un año de lo ocurrido, Carlos confía que la población se levante y no acepte las imposiciones que afectan a toda la población, específicamente al estudiantado. Anhela un país con fuerza para luchar por la garantía de sus derechos.

«Nos tiraron a matar y pudo ser una masacre»

Uno de los estudiantes más afectados, es Nahún Pereira. La bala le atravesó su glúteo por lo que tuvo que ser intervino quirúrgicamente.

Nahún, estudiante de Derecho, asistía a sus clases con normalidad el pasado 24 de junio. Tenía que recibir una clase a las tres de la tarde, pero el abogado no se presentó. Decidió esperar en el edificio para recibir la siguiente asignatura, el cual estaba vacío, por el gas lacrimógeno. Las clases habían sido suspendidas. Se dirigió a la salida para regresar a su hogar. Cuando iba pasando por el estacionamiento del Padre Trino, observó cómo un pelotón militar estaba dentro de la Universidad.

Junto a otros estudiantes, tomaron la decisión de hacer retroceder a los militares, porque consideraban que estaban violentando la autonomía universitaria. «Muchos estudiantes se unieron y con consignas, exigimos su salida. Ellos retrocedieron, nosotros avanzamos» recuerda.

En el momento que avanzaban escuchó las detonaciones de las armas. Corrió para salvar su vida y sintió que algo le pegó en su glúteo derecho. Cuando se tocó, vio su mano y su vestimenta ensangrentada. Se tiró al suelo y sentía como las balas sobrevolaban sobre su cuerpo.

Nahún Pereira, es ingresado al Hospital Escuela, luego que militares le dispararan en su glúteo derecho.

Las balas pasaban y el tiempo no se detuvo.  Herido en el suelo, pedía ayuda, pero cada uno corría para salvar su vida. Desangrándose, divisó a otro estudiante derramando sangre de su brazo y en ese momento creyó que sería el fin. «Me estaba desangrando y no podía correr. Sentí que no saldría vivo.» Pasaron tres estudiantes y le brindaron apoyo. Los disparos seguían zumbando en sus oídos y el miedo crecía.  «Nos tiraron a matar y pudo ser una masacre.»

Cuando lo llevaban al hospital su pierna se durmió y pensó que nunca podría volver a caminar. Ingresando al hospital, observó militares y su temor creció, al pensar que lo iban a desparecer.

Han pasado 365 días del hecho y para Nahún el suceso es un claro ejemplo que no importa la ideología, cuando se trata de defender la autonomía. También que las balas no miran colores políticos, ya que ese día pudieron morir cientos de estudiantes sin necesidad de ser parte de una organización estudiantil. «Unidos somos fuertes y unidos logramos sacar a los militares de la Universidad y unidos podemos lograrlo todo» dice Pereira.

Han sido tantas las repercusiones que han vivido los y las estudiantes de la UNAH, que el día de ayer se conmemoraron tres años del asesinato de don Andrés Gómez, padre de Andrés, estudiante criminalizado por defender la educación pública y exigir libertad de Cesario Padilla, Sergio Ulloa y Moisés Cáceres. Hasta la fecha el asesinato sigue en impunidad.

El derecho a permanecer en la memoria es exigido por quienes cuentan sus historias. Historias que remarcaron sus vidas por un hecho terrorífico que revolvió a una población indignada, reclamando el derecho a la salud y educación, para un pueblo empobrecido y olvidado por el Estado.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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