“Que el cielo se manche de Garzas
y de Pelícanos el mar
que sea flor la Guacamaya
en la espesura del mangal.”
Guillermo Anderson, “Aves”
Por: Pedro Morazán
Viéndonos desde el espacio sideral
No hace mucho tiempo que todavía mirábamos hacia el cielo azul, sin vernos a nosotros mismos desde más allá de ese cielo azul que en realidad es la atmósfera y no el cielo bíblico. Recién en los años 60, cuando los astronautas norteamericanos y los cosmonautas rusos nos lo contaron a su regreso llenos de emoción, nos dimos cuenta de que desde el negro espacio sideral, la tierra destaca con su hermoso color azul. Entonces empezamos a vernos, por primera vez, desde afuera como lo que somos: “El Planeta Azul”. Ya desde entonces todo cambió para nosotros, que, soñando con marcianos, aún no habíamos aprendido totalmente a vernos como habitantes de un planeta tan bello, pero al mismo tiempo tan frágil. Como todo lo bello.
Como parte de la especie “homo sapiens” somos capaces de crear imágenes e identidades colectivas, el azul es nuestro color no solo porque nos define como planeta, al contrario de Marte, el “planeta rojo”. Al contrario de Marte, en el planeta tierra hay entes pensantes que pueden definir su planeta de manera racional, hacer una foto de él y transformarlo, para bien o para mal. Las piedras de Marte no son capaces de pensar y por lo tanto no pueden autodefinirse, parafraseando a Descartes.
En la llamada era del Antropoceno, el ser humano ha sido capaz de crear los satélites espaciales que le permitieron verse desde afuera. Lamentablemente también ha sido capaz de alterar el equilibrio del “Planeta Azul”. Como consecuencia de los procesos industriales y la adicción al crecimiento económico sin límites, hemos destruido los bosques, la biodiversidad y las reservas de agua dulce que hacen azul la tierra. Todo esto ha conducido al calentamiento global, causante de inundaciones y sequías que se alternan de forma cada vez más virulenta, haciendo cada vez más difícil, para la guacamaya volverse flor en el mangal. Ya no nos queda mucho tiempo, si queremos detener ese proceso de destrucción implacable. Por eso, ya desde hace más de 30 años los gobiernos, las empresas y las organizaciones de la sociedad civil, se reúnen anualmente para definir estrategias e instrumentos que nos permitan salvar lo que se pueda y a quién se pueda.
¿Qué es la COP27 y por qué es tan importante?
COP27 es la abreviatura para la vigésimo séptima sesión de la Conferencia de las Partes (COP27) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). Es muy poco poético el glosario de las Naciones Unidas, pero es de vital importancia para nuestros destinos. Las sesiones de la Convención marco tienen lugar una vez al año y son el lugar donde se acuerdan las estrategias para combatir el cambio climático. No es tan prosaico como parece, su importancia no es de subestimar. Este año la COP27 se llevará a cabo en Sharm-El Sheik, Egipto, entre el 6 y el 16 de noviembre. La anterior (COP26) tuvo lugar en Glasgow, Escocia y la próxima (COP28) será en los Emiratos Árabes. La historia de las COP es una historia del estira y encoge entre diferentes actores tanto públicos como privados.
Para este año se han incluido cuatro puntos principales en la agenda de la COP27. 1.) La financiación climática, 2.) La adaptación, 3.) Pérdidas y daños, y 4.) Mayor ambición. En mi opinión el punto 3 (Pérdidas y daños) es el más importante y, como lo demostró Glasgow, el más controversial. Pero vayamos por partes.
El punto de referencia para la financiación climática, lo constituye el compromiso asumido por los países industrializados, principales responsables del cambio climático, de movilizar 100.000 millones de dólares anuales para financiar medidas de mitigación y adaptación en los países del sur global, de los cuales forma parte Honduras. Este fue un compromiso asumido en la COP15 de Copenhague. No es un secreto para nadie que los aludidos países ricos no han logrado cumplir dicho objetivo, ni un tan solo año desde que fueron establecidos los Acuerdos Climáticos de París en 2015. El mayor esfuerzo realizado fue en 2021, cuando se recaudaron 80.000 millones de dólares a través de fuentes públicas y privadas.
El segundo punto de la agenda se refiere a la adaptación al cambio climático. Definida como el proceso de “ajustes en los sistemas ecológicos, sociales o económicos en respuesta a estímulos climáticos reales o previstos”. La adaptación adquiere un rol estratégico no solamente para los gobiernos sino también para las comunidades y las empresas. Tomando en cuenta la presencia de huracanes e inundaciones recurrentes, el tema de la adaptación es de crucial importancia para Honduras. Todos los proyectos de infraestructura, de agricultura o de redes de seguridad social, entre otros, deben implementarse tomando en cuenta, o adaptándose a los fenómenos de inundaciones, incendios o sequías. Dado que tendrá lugar en Egipto, lo expertos llaman a la COP27, la “COP africana”. Sin embargo, es responsabilidad de la delegación hondureña, asumir una mayor participación haciendo propuestas concretas que incluyan los problemas de la región centroamericana.
Es bien sabido que actualmente, el 80% de la cartera global de financiación del clima se dedica a la mitigación, mientras que sólo el 20% se destina a la adaptación. Esto tiene que ver con la naturaleza de ambos procesos. Los proyectos de mitigación como la construcción de plantas hidroeléctricas o de energía solar o eólica, son financiables a través de inversiones con tasas de retorno fácilmente calculables. Construir un dique o manejar una cuenca fluvial suena mucho mas abstracto. Sin embargo, los proyectos de adaptación son los más sociales, pues están orientados generalmente a las comunidades vulnerables. He allí la necesidad para el gobierno hondureño, de obtener más ayuda en esa dirección.
Pérdidas y daños un tema muy controversial de la agenda
Quisiera detenerme un poco en torno al tema de “perdidas y daños” (Loss & Damage; L&D) que fue muy controversial en la COP26 de Glasgow. Después de haber sido introducido en la COP19 celebrada en Varsovia, este mecanismo fue mejor articulado en la COP21 celebrada en Bonn, donde hicimos movilizaciones de protesta para impulsarlo. Sin embargo, los avances son aún insatisfactorios.
El objetivo del L&D es abordar las pérdidas y los daños asociados a los impactos del cambio climático, incluidos los fenómenos extremos en los países en desarrollo que son especialmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático. Se trata en concreto de eventos como huracanes, olas de calor, etc. y los fenómenos de aparición lenta como la desertificación, la subida del nivel del mar, la acidificación de los océanos, etc.
Las pérdidas pueden ser de varios tipos, económicas que incluyen los daños a los recursos y a los bienes y servicios, como la agricultura, las infraestructuras, el turismo, etc., y en pérdidas no económicas, que incluyen la pérdida de familiares, la desaparición de la cultura y las formas de vida, o la migración del propio hogar. No hay que confundir, sin embargo, las pérdidas y los daños con la mitigación y la adaptación. L&D abordan cómo ayudar a las personas después de haber experimentado los impactos relacionados con el clima, mientras que la mitigación trabaja en la prevención y la adaptación en la minimización.
¿Cuál entonces la “manzana de la discordia” en lo referente a las L&D? El conflicto entre naciones vulnerables como Honduras, y países ricos responsables del cambio climático, radica en que es necesario incluir un mecanismo de compensación financiera por los daños causados. En el Acuerdo de Paris se planteó solamente la posibilidad de abordar el problema con “asistencia técnica”. Ha habido varios intentos de establecer un mecanismo de financiación para las pérdidas y los daños, pero casi todos han fracasado repetidamente.
Hasta ahora los países ricos argumentan que es difícil establecer criterios para elegir a los beneficiarios de las compensaciones. ¿Se debe apoyar primero a las comunidades víctimas de inundaciones o a las grandes compañías que perdieron sus cosechas? La mera petición de financiación de pérdidas y daños ha sido rechazada, hasta ahora, tanto por los Estados Unidos, como por la Unión Europea. Por ello, la creación de un mecanismo de financiación ocupará un lugar central en la COP27. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha hecho un llamado urgente a los gobiernos del norte global a abordar las pérdidas y los daños “con la seriedad que merecen”. Esperemos que muchos más países sigan el ejemplo de Dinamarca que se convirtió en el primer país en ofrecer compensaciones por pérdidas y daños, con un paquete de 13 millones de dólares que se destinará a la región del Sahel, en el noroeste de África, y a otras zonas vulnerables al clima.
La responsabilidad estructural de los países ricos
En una contribución futura nos vamos a ocupar de la redefinición del tema “responsabilidad” tomando como base a Hans Jonas y su “Principio de Responsabilidad”. Baste aquí mencionar que según Jonas “… la responsabilidad es un correlato del poder, de tal modo que la clase y la magnitud del poder determinan la clase y la magnitud de la responsabilidad. Cuando el poder y su ejercicio alcanzan ciertas dimensiones, no sólo cambia la magnitud de la responsabilidad, sino que también se produce un cambio cualitativo en su naturaleza, de modo que los actos del poder producen el contenido del deber; éste es, esencialmente, por lo tanto, una respuesta a lo que acontece”. Es en ese contexto en el que hay que ubicar el cuarto punto de la agenda que se refiere al aumento de la ambición en las medidas para combatir el cambio climático.
No solo se trata de consolidar los compromisos políticos concurrentes de las distintas partes interesadas y de la comunidad mundial en general hacia la causa del clima. Se trata de que todos, sin excepción y aquí incluyo también a los habitantes de países como Honduras, debemos de asumir de inmediato su responsabilidad estructural, tanto a nivel individual como a nivel colectivo, por ejemplo, reduciendo el uso de energía eléctrica o el consumo de carnes rojas. Se trata de una responsabilidad nueva pues es una responsabilidad ante las futuras generaciones.
El informe de febrero del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático afirmaba que debemos mantenernos por debajo de la marca de 1,5 °C de aumento de la temperatura para evitar una catástrofe climática, y que sólo nos queda una década hasta que el presupuesto de carbono se agote por completo. El informe también menciona que, para 2030, los niveles de emisión deberían reducirse a la mitad para cumplir este objetivo. En otras palabras, la comunidad internacional tiene menos de diez años para actuar.
La vida en el planeta azul está en peligro. Todos estamos ahora en la obligación de contarles una historia bella a nuestros descendientes. Al igual que cuando tomamos el álbum de fotos, para añorar tiempos pasados, se trata de hacer perdurable esa bella foto que tenemos del planeta azul. Apoyar una transición neta cero (Net Zero) es una expresión importante de nuestro propósito. Nuestra responsabilidad estructural, para usar el término de Marion Jones, consiste en convertir la lucha contra el cambio climático en la mejor herencia que dejemos a las futuras generaciones.
-
Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas