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Carlos Marx está muerto y enterrado!”

Joan Manuel Serrat, Disculpe el señor

                                   

Por: Julio Raudales

Marx no puede pasar desapercibido.

Aunque para algunos, el fracaso del ensayo político basado en sus planteamientos implicó su muerte en la historia, es innegable que su legado permanece tan potente o más que en los mejores tiempos del estalinismo, no solo por haber desentrañado de forma brillante la conexión entre la dialéctica de Platón y Hegel, con el materialismo de Demócrito y Feuerbach, sino, porque es justamente en ésta postmodernidad del siglo XXI, con sus luces y tecnología, donde son más evidentes las contradicciones que él vislumbró con su, en ese entonces, novedosa metodología.

Por ello es que hoy, 5 de mayo de 2018, el mundo académico y político celebra, del otoño bonaerense a Berlín o desde la fresca primavera madrileña, hasta el violento trepidar de las factorías chinas, el nacimiento del padre del “Socialismo Científico”.

Acá en Honduras pocos se acuerdan. Solo un brevísimo redil en LIBRE y allá en San Pedro, quizás los Julio Escoto y los Pastor Fasquelle decidieron exaltar su pensamiento. Aquí en la UNAH traeremos una serie de conferencias en sociedad con la Complutense, donde hay una escuela de estudios marxistas. ¡En fin! no son tantos quienes se interesan, como escasos son también quienes lo han leído.

Carlos Marx tuvo una educación envidiable y privilegiada, influenciada por su padre, un rico abogado, lector de Rousseau, Voltaire y Kant. El chico Marx se formó en el ambiente bucólico de su natal Tréveris, donde escribió su primera obra, la tesis doctoral en la Universidad de Jena, que abordaba la comparación de la filosofía de la naturaleza de Demócrito con la de Epicuro. Más tarde, en la Universidad de Berlín, estudió Derecho, Filosofía y, de ahí, en Francia, Economía.

Además del ambiente familiar y social tan favorable a su desarrollo intelectual, su época fue iluminada por las ideas que siguieron a la Revolución Francesa.

Un hito poderoso en su educación en la Universidad de Berlín vino de los discípulos de Hegel, según la cual el desarrollo de las sociedades es permanente y en constante cambio, incluyendo ideas e instituciones. Pero más tarde, a diferencia de Hegel, Marx concluyó que la sola fuerza que determina el cambio es la económica.

A partir de ahí, el materialismo dialéctico es el modelo que utiliza para interpretar los grandes cambios históricos y las transformaciones antes y después del capitalismo, incluyendo las varias etapas de éste.

Es difícil hacer justicia a su obra en una nota tan breve. Por eso haré énfasis en lo económico.

Para los economistas, su análisis del modo de producción capitalista es lo fundamental de su aporte. Cuando su teoría nació, sin embargo, ya había una fuerte corriente de grandes pensadores ingleses que le había precedido y que continuaba en boga con el desarrollo de temas en constante evolución, desde Adam Smith, David Ricardo y Thomas Malthus, hasta los llamados por él, socialistas utópicos.

La principal obra de Smith se publicó en 1776; la de Malthus en 1798 y la de Ricardo en 1817. Marx por su parte, publicó mucho más tarde su primera obra, como una reacción intelectual a la postura de los clásicos liberales: Contribución a la Crítica de la Economía Política de 1859, y después, el primer volumen de El Capital en 1867.

Su énfasis en el modo de producción introdujo una categoría de análisis que hasta entonces no estaba presente en los economistas clásicos, es decir, la diferenciación del modo de producción capitalista de otros modos que existieron anteriormente, incluyendo el feudalismo. Aunque tanto en los clásicos liberales como en Marx, el trabajo es la fuente de toda acumulación de medios de producción, la visión marxista tiene características que lo hacen diferente de otros.

Para los capitalistas el trabajador es libre y no esclavo ni siervo y con esa libertad vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Este intercambio tiene lugar en un sistema bien definido de relaciones sociales. Para Marx, el concepto de plusvalía y las condiciones paupérrimas que imponía la industrialización a los trabajadores, era sinónimo de esclavitud y explotación.

Lo que surge de este intercambio es la contradicción y lucha de clases, donde el trabajador busca menor jornada de trabajo y el capitalista busca extenderla. El salario es fijado objetivamente por la cantidad de trabajo que se requiere para que el trabajador viva y se reproduzca, de acuerdo con las condiciones sociales imperantes.

Para Marx, el capitalismo es pasajero, tiene un lugar en la historia. Para Ricardo es permanente, no sujeto al cambio histórico. El socialismo es para el filósofo de Tréveris, una etapa avanzada del capitalismo, del cual distinguió sus fases mercantil, industrial y financiera.

Su asociación con el británico Federico Engels, profundizó en Marx el interés en el accionar político, incluyendo la publicación, del Manifiesto Comunista en 1948, así como muchas otras y discursos para centrales obreras. Este activismo se explica también por la efervescencia política en la Europa occidental de mitad del siglo XIX, la cual, sin embargo, no llegó a una revolución como la planteada por Marx.

Fue mucho más tarde, en la Unión Soviética, que las ideas “marxistas” encontraron su aplicación. Esto fue infortunado para el análisis que posteriormente se hizo del modelo económico, sobre todo por la aplicación dogmática de ideas en la planificación soviética, bajo Stalin.

Marx había planteado el surgimiento del socialismo sólo a partir de una economía industrial evolucionada y no de una economía agraria, como era Rusia. Hoy, el desplome del modelo económico soviético y la reconversión de propiedad estatal a producción privada, dan la razón a pensadores como Popper y Hayek, quienes, desde sus inicios, denunciaron la inaplicabilidad de las ideas marxistas en el siglo XX.

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Creo que, en muchos sentidos, Marx subestimó la capacidad del capitalismo para superar sus crisis y seguir evolucionando dentro del mismo patrón de propiedad privada y libertad para vender y comprar. Es cierto que el actual capitalismo es muy diferente al que conoció Marx y sobre el cual hizo sus estudios, pero lo esencial se ha mantenido.

Está claro que su pensamiento debe ser objeto de reflexión profunda, buscando opciones aplicables al mundo, tal y como hoy nos toca vivirlo. Hay otros modelos de propiedad que coexisten con la privada, como las cooperativas o, en el modelo estadounidense, la propiedad accionaria parcial para los empleados. La evolución capitalista también ha sido a la manera propia de cada país y hay grandes diferencias entre ellos, las cuales reflejan la historia y la cultura de cada uno. El modelo capitalista tuvo una flexibilidad que Marx no llegó a tratar con suficiente profundidad.

Más allá de la contraposición que sus detractores han logrado explicar con propiedad, como la de que, en efecto, el capital y las ideas, así como la iniciativa empresarial, también generan valor y no solo el trabajo, (elemento que echa por tierra su argumento sobre la plusvalía), Es evidente que Carlos Marx, como los economistas clásicos de los siglos XVIII y XIX, tiene un sólido lugar en la historia y las ideas. Muchas de las cuestiones que plantea siguen hoy ocupando a teóricos muy respetables en todo el mundo, sobre todo cuando trata fenómenos económicos de muy largo plazo.

El segundo centenario de su nacimiento es una buena razón para replantearnos la importancia de la época en la que surgieron este y otros grandes personajes de la historia, pero además para pensar en forma seria, como podemos sacar, desprovistos del velo de la ortodoxia y los fundamentalismos, una sociedad más justa para heredar a nuestros hijos.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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