el bochinche

El bochinche en el Congreso y cuáles reformas ¿para qué?

Alianza

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

¿De quién es el caos? No deja de ser increíble que la gente bruta se trague el cuento de que el problema es que la bancada de LIBRE se porta mal, mientras la atacan con los extintores de incendio y a golpe cerrado, los esbirros de la seguridad de Oliva.

 

Afirma por ahí un dizque sociólogo, siguiendo la pauta de los medios  corruptos, que los opositores dan mala imagen con los silbatos y el bochinche. ¿Deberían estarse sentaditos, rezando letanías, mientras el Partido Nacional hecho una mafia, realiza sesiones sin tomar lista,  ni por tanto tener quórum, ni contar los votos, según denuncia el Honorable Diputado y presidenciable del P.L.H. Mauricio Villeda? ¿Mientras se falsifican leyes universalmente repudiadas para criminalizar la libertad cívica y convertir las elecciones en un hazmereír universal?

¿Dónde hizo su encuesta este sociólogo? Cuando se pretende llevar al partido popular,  único hoy capaz de oposición política, una tercera vez a elecciones, sin representación en ninguno de los entes que gobiernan ese proceso, bajo la égida de los mismos expertos en triquiñuelas internacionalmente denunciadas como Matamoros Batson, con un censo viciado y representación en las mesas de los partidos de maletín que el oficialismo ha engendrado para disponer de sus espacios. Defendamos a la república. Lo que  debería ofendernos a todos y exigirnos  repudio es justamente la corrupción y el abuso. La vulgar farsa oficial del Congreso.

El problema no es las mentadas reformas, ni mucho menos la protesta obligada de LIBRE. El problema es el Congreso que es una burla, antiguo mal. En un principio fue Junta de Notables que se seleccionaba a sí misma. Históricamente después, el congreso representó desde los municipios, a los cacicazgos tradicionales de las provincias de Centroamérica y del país. A fines de s. XIX, la Reforma Liberal ilustrada mejoró la calidad de los legisladores hasta 1919. Pero ya en ese  año terrible S. Zemuray se burlaba de la venalidad de los diputados, lo que solamente empeoró con la dictadura de Carías después de 1936. El prestigio del legislador se recuperó ligeramente en los albores la Tercera República, 1950s.  A mediados de los 80s, alcancé a conocer a diputados honorables e iluminados, Héctor Bueso por Copán, Efraín Bu por Santa Bárbara, Edmond Bográn y Jaime Rosenthal por Cortés gente pensante y honorable. Jóvenes como Carlos Montoya de Francisco Morazán. Varios nacionalistas.  Pero ahí mismo, volvió a sucumbir.

Desde los noventas ante nuestros ojos, se degradó esa institución en una congregación de burros cargados con pisto, activistas de segunda clase y delincuentes protegidos de los capos. Ya entonces hablábamos de un problema de representatividad. Prevalecían ya los diputados salidos del dedo del dueño de la corriente, quienes ya no representaban más que el trámite. Se reformó la ley electoral para,  supuestamente, responsabilizar al diputado de conseguir sus propios votos y más bien terminó de decaer una elección sumamente cara, que exigía la riqueza o la corrupción, cuando no ambas cosas. A fines de los noventas, los diputados empezaron a aceptar contribuciones políticas de los narcos, a cederles curules cuando lo exigieron para sus prestanombres y a robar al Estado.

Nota relacionada Reformas electorales: de la oposición a la colaboración con la dictadura

Son una vergüenza esas campañas, llenas de oportunismo clientelar. Cuando se instale la Constituyente,  debe extinguir las campañas electorales de los diputados, a quienes solamente deberían elegir sus distritos en función de un planteamiento público de su intención, propósito y filiación.

La insurrección de la bancada de LIBRE en El Congreso era, desde antes, hace tiempo, un imperativo categórico. A este Congreso -ficción de sí mismo- no hay que reventarle cuetes, hay que meterle fuego compañeros, es la expresión íntegra, holística, de las peores y más bajas pasiones de la política nacional.

Si estamos al servicio del pueblo, si expresamos el pensar general, si defendemos el bien común, si rechazamos la dictadura y la maniobra autoritaria, si interpretamos bien las demandas de todos los sectores en su contra, el bochinche es una obligación. Ni siquiera deberíamos estar pensando en elecciones sino en promulgar las leyes de colaboración eficaz y de rendimiento de cuentas que pudieran contribuir de inmediato a la depuración de nuestra clase política. O, de no poder avanzar con esa causa, al menos deberíamos dedicarnos a impedir el tipo de colaboración criminal que se utiliza para falsificar leyes pirujas.

El cuento de las reformas de la OEA inspira un dejavu. Es lo que tradicionalmente ha quedado de las elecciones fraudulentas que han arrojado el resultado que agradaba a Washington, y que la OEA certifica.  Una y otra vez -en El Caribe y en América Latina- se refrendan los resultados electorales previamente denunciados, admitiendo anomalías y se anuncian estudios y propuestas de reformas. EUA aporta el presupuesto extraordinario que se requiere para contratar a los expertos internacionales que se pescan de un pool previamente conocido por sus inclinaciones. Alegan que eso es mejor para la estabilidad, y ¡que repetir las elecciones es más peligroso y costoso que vivir con el fraude!

Un millón de dólares (la suma estándar) para contratar supuestos expertos que saben bien poco del fraude criollo, que se da aquí desde siempre, aprovechando la miseria y la ignorancia de la gente, comprando votos y comprando mesas. Que no saben nada acerca del uso de algoritmos en la computación automática de los votos, porque eso es novedad. Pero que le entienden al copy paste de leyes de otros países y contextos muy distintos, como las de la ciudadanización. Los expertos entregan unas carpetas de documentos en clave de amabilidad y previo entendimiento con el fraudulento gobernante. Y a los opositores nos aconsejan que debamos estar agradecidos y ser prácticos, conseguir lo posible….

Hay reformas que realmente necesitamos, fáciles. Solo precisan voluntad. Los distritos, la segunda vuelta (que solo tiene que ser una sucedánea de las primarias, sincronizadas, de todos, para que nadie ande traficando votos prestados), la certificación ciudadana de las credenciales, la vigilancia electrónica (¿que le podemos encargar a Facebook?) del conteo, la supervisión, en vez de mera observación, de la comunidad internacional. Y al final la tipificación de los delitos electorales, de sanción inmediata por juzgados ciudadanos móviles, que se consideran demasiado radicales. Porque serían eficaces. ¡Nunca un fraude más, Señores de la Mancha Brava! Ese bochinche es apenas el aviso. Respeto al ciudadano o Revolución con paredón.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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5 comentarios

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