discurso de Gustavo Petro en la ONU

El ascenso del nivel histórico filosófico mundial

La única Filosofía realmente relacional y lumínica, racional y sensible al dolor y el sufrimiento humano, puede decirse que es la del Método del Fragmentarismo Constructivo que he creado, para, de ese modo, ver todo el pensamiento humano como un conjunto de aportes de ideas humanísticas que enriquezcan y que eleven al mundo a un nivel mayor histórico-filosófico mundial porque unen los esfuerzos por enlazar sistemáticamente las relaciones humanas. En este sentido, la Filosofía Relacional Lumínica no tiene como epitafio el relativo individualismo de Kant: “El cielo estrellado sobre mí, y la ley moral en mí”, sino el colectivo: “El cielo estrellado sobre nosotros, y la ley moral en nosotros”.

Kant intentó, con su filosofía crítica o criticismo, unir al racionalismo de Descartes con el empirismo de Bacon, sin terminar de decidirse por el idealismo o el materialismo de cada uno de estos, sino maniobrando como camaleón entre ambas tendencias de la filosofía occidental. Su intento de unificación es, no obstante, una razón plenamente válida como lograda síntesis de la dialéctica trascendental o crítica, a pesar de que en su Filosofía del Derecho, abogó por la pena capital o pena de muerte.

Para Kant, es la dialéctica natural de la razón humana y su fin, el objetivo de una inteligencia suprema lo que determina la misma dialéctica de la realidad objetiva o externa a la conciencia de los sujetos. Pero esta inteligencia suprema se encuentra supeditada a las leyes internas de la dialéctica trascendental, las cuales, provienen de la propia interacción de los sujetos humanos con el mundo y con la vida. Veamos lo que nos dice al respecto en la Crítica a la Razón Pura, en su intento de unir mundo externo y mundo de las ideas o conceptos:

1.- El relacionismo que atañe a la Filosofía de la Dialéctica Natural de Kant: “Las ideas de la razón pura no pueden jamás ser dialécticas en sí mismas; el abuso es solamente causa de que haya en ellas una fuente equivocada de apariencia para nosotros; pues como son dadas por la naturaleza de nuestra razón, es imposible que este supremo tribunal de todas las pretensiones de nuestra especulación encierre ilusiones. Es probable que las ideas de la razón tuvieran un destino apropiado a un fin en la constitución natural de nuestra razón. Pero la turba de sofistas, como es su costumbre, grita en el absurdo y en la contradicción y empaña el recto camino en cuyos planes no puede penetrar, pero la bienhechora influencia de la razón obra sobre esa turba, y sí es capaz de condenarla y de censurarla, no por ello deja de orientar sus criterios” (Pág. 298).

2.- Lo que completa la obra crítica de la razón pura es la capacidad de la razón de deducir de forma trascendental más allá de las simples categorías, o sea la facultad natural de una dialéctica trascendental que unifique no que divida al mundo real: “No se puede utilizar un concepto a priori sin haber hecho antes la deducción trascendental. Las ideas de la razón pura no permiten ciertamente deducción semejante a las categorías, pero si han de tener al menos algún valor objetivo, no será más que un valor indeterminado, y para evitar que representen varios entes de razón […], es preciso que una deducción sea posible, supuesto que ella se separa mucho de lo que puede hacerse por las categorías. Esto es lo que completa la obra crítica de la razón pura y es lo que ahora nosotros vamos a reflejar” (Pág. 298).

3.- La idea no constituye los objetos, sino que es su principio rector y dirigente, a través del cual se realiza la unidad sistemática de las relaciones y los entrelazamientos de los objetos determinados por los conceptos. He aquí la unidad entre mundo exterior (materialismo) y mundo de la idea pura (idealismo) en función de interrelaciones dialécticas universales tanto para los contenidos de la idea como para las formas de los objetos: “Existe una gran diferencia entre que una cosa sea dada a mi razón como un objeto absolutamente, o solamente a título de objeto sin la idea. En el primer caso, mis conceptos tienen por fin determinar el objeto; en el segundo, no hay realmente más que un esquema al cual ningún objeto es dado directamente, ni aun hipotéticamente, pero que no sirve sino para representarnos otros objetos en su unidad sistemática por medio de la relación a esta idea, y por consecuencia de una manera indirecta. Así digo que el concepto de una inteligencia suprema es una simple idea, es decir, que su realidad objetiva no debe consistir en lo que se relaciona directamente a un objeto (pues en este sentido no podríamos justificar el valor objetivo), sino en lo que es un esquema del concepto de una cosa en general, ordenado según las condiciones de la mayor unidad racional, y que no sirve para mantener la mayor unidad sistemática en el uso empírico de nuestra razón, de donde se deriva de algún modo el objeto de la experiencia del objeto imaginario de esta idea como de un principio o de su causa. Es decir, por ejemplo, que las cosas del mundo deben ser consideradas como si tuvieran su existencia en una inteligencia suprema. De esta manera la idea no es propiamente más que un concepto heurístico y no un concepto ostensivo; muestra no cómo es constituido un objeto, sino cómo, bajo su dirección, debemos buscar la naturaleza y el encadenamiento de los objetos de la experiencia en general” (Pág. 299).

4.- La inteligencia suprema concibe las ideas no en sí mismas sino en relación con el mundo externo de las cuales son un reflejo para que sirvan los conceptos como principios reguladores de la unidad sistemática de todo conocimiento natural, y ese es el fin primordial de la dialéctica trascendental kantiana: “[…] Sin embargo, no es suficiente para admitir alguna cosa no encontrar algún obstáculo positivo, y no nos es permitido admitir como objetos reales y determinados, entes de la razón que sobrepasen todos nuestros conceptos sin contradecir ninguno, y esto sobre el crédito simple de la razón especulativa, que tiende a terminar su obra. No debemos, pues, admitirlos en sí mismos [a los conceptos IB], sino atribuirles la realidad de un esquema que sirva de principio regulador a la unidad sistemática de todo conocimiento natural; por consecuencia, no debemos tomarlos como fundamento, sino como análogos de cosas reales, pero no como cosas reales en sí mismas. Separamos del objeto de la idea las condiciones que limitan el objeto de nuestro entendimiento, pero que solas esas condiciones nos permiten un concepto determinado de no interesa qué cosa, y concebimos entonces algo según lo cual no tenemos absolutamente ningún concepto concerniente a lo que es en sí, no obstante, lo cual concebimos una relación del conjunto de los fenómenos, relación que es análoga a la que los fenómenos tienen entre sí” (Pág. 300).

Como vemos, he aquí plasmado el relacionismo puro de la razón crítica, que entrelaza, combina y conecta las ideas de tal modo que surja un gran rompecabezas con la unidad de sus piezas o fragmentos constructivos que producen mayor potencia humanística. La lenta genialidad de Kant es pues también una inteligencia de altas velocidades, y concibe el mundo como una creación de la evolución y una evolución más humana de la creación. He aquí su pensamiento racional ilustrado, su Ilustración alemana. ¡Por ti hemos sido, por ti somos, por ti seremos! ¡Alemania llegará de primero porque es el segundo último!

  • Irma Becerra
    Escritora y filósofa hondureña. Doctorada en filosofía por la Universidad de Münster, Alemania. Es directora de la Editorial Batkún, fundada por su padre, el escritor e historiador hondureño Longino Becerra. Su mas reciente libro “En defensa sublime de la mujer” test10@test.com

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