Por: Leticia Salomón
Ese dicho popular hace referencia a la tendencia a juntarse de personas aparentemente diferentes que terminan identificadas, homologadas y asimiladas en torno a “propósitos oscuros”, “intenciones perversas” o “realización de fechorías”.
Esta expresión popular me vino a la mente cuando vi o leí sobre el desfile disciplinado de un conjunto de personajes oscuros y nefastos del partido Nacional (representados apropiadamente por David Chávez Madison, presidente del partido, Tomás Zambrano, jefe de bancada y otros personajes a la altura de los mencionados); un par de militares golpistas, de hecho y/o de pensamiento, mostrando su pecho henchido de emoción y jurando su vocación anticomunista, como el señor Romeo Vásquez, ejecutor, delegado y mandadero del golpe de Estado de 2009, hoy camuflajeado de político, aunque ni siquiera reunió los votos suficientes para sacar un diputado en las pasadas elecciones; la señora Marcia Villeda, reconocida golpista por convicción, representando al disminuido Partido Liberal, acudir presurosos, ansiosos y exaltados, todos ellos, al llamado del que ahora parece ser su máximo líder, Salvador Nasralla, locutor innato, luchador de mil batallas, político “de fulgor escaso”, loco sublime, de discurso contradictorio, repetitivo e incoherente, de rencores profundos y resentimientos primarios, obsesionado con Venezuela, otrora productor de “misses” en eventos que le fascinan, de pensamiento disperso, palabra fácil y sin control, desordenado en el decir y el hacer, “con un ego más grande que su propio yo”, irrespetuoso y prepotente al que pareciera “que se le han subido las ideas a la cabeza”.
Y en medio de este tsunami de locura, cinismo y perversión, marchan incómodos pero disciplinados, puntuales pero avergonzados, demócratas declarados pero en abrazo entusiasta con lo más podrido del mundo político de nuestro país, los diputados noveles del PSH, sin saberlo pero presintiendo que los llevan al matadero ético y político.
No es casual que más de uno se excusó por enfermedad real o supuesta, lo que motivó la airada reacción de su líder: “A ellos no los sigue ni la madre que los parió” y el pobre Pedro Barquero, mejor empresario que político, entusiasta y acucioso, con su discurso del bienestar de la sociedad y el grito entusiasta de “soy demócrata”, delegado para defender al “indefendible” reclamando incumplimiento del pacto electoral mientras su lider pregona convencido en las redes sociales que el presidente es el que siempre manda, al margen de los papeles firmados.
Y ahí están todos reunidos, juntos y hermanados por lo que pomposamente denominan “bloque de oposición ciudadana” articulando varios tipos de intereses: 1) los del partido Nacional que quiere lavar la mancha que arrastra por corrupción y narcotráfico; 2) los del partido Liberal que se muestran sigilosos y desconfiados pero que no quieren quedar fuera del bloque a pesar de que el golpe los dejó fuera de la simpatía ciudadana; 3) los del lider del PSH, eterno candidato quien ya tiene listo su epitafio para cuando le toque: “Aquí yace el próximo presidente de Honduras”, 4) los de los grandes empresarios, con honrosas excepciones, que se resisten a perder sus privilegios; 5) los militares anticomunistas condenados por la historia, aferrados a los recursos de su deformación institucional sustentados en la ignorancia y el oportunismo: “defendemos la democracia, fuera los que atenten contra el orden, no queremos otra Venezuela, muera el comunismo, viva el fundamentalismo, el orden, la familia…” 6) los intereses de las Zedes que le apuestan a que el partido de gobierno pierda las próximas elecciones para completar el círculo de perversión que les concedió el partido Nacional desde los tres poderes del Estado que controlaban, manipulaban y sometían; 7) los sectores conservadores de Estados Unidos, y no solo ellos, que le apuestan a la deslegitimación, neutralización y boicot al partido de gobierno para que no gane las próximas elecciones; 8)Las iglesias evangélicas y la cúpula de la iglesia católica, desplazadas del poder y de los privilegios de los que gozaron con el partido Nacional; 9) Organizaciones disfrazadas de sociedad civil, igualmente desplazadas del poder que están ahí, a la espera del momento propicio para sumarse con bombo y platillos al bloque; 10) Todos los resentidos porque los sacaron, no los llamaron o los relegaron a la llanura.
Ante todo esto surgen las grandes preguntas: ¿Qué hacen ahí los diputados del PSH, cómo encajan, a qué aspiran? ¿Qué hace ahí el partido liberal de observador? ¿Esperando negociar? ¿Esperando a ver cuánto ofrecen, qué les dan? ¿Ya están listos para vestir la camiseta blanca y salir a las calles de la mano con esos amigos incómodos? ¿Están listos a darse el abrazo fraterno con los militares golpistas que “están atrás, van para atrás, piensan atrás, son el atrás”?
En la democracia la oposición es condición necesaria, pero no la oposición entendida como enemigos acérrimos, empecinados, negativos, hostiles, destructivos. Se necesita una oposición que acompañe procesos necesarios, urgentes para saldar cuentas políticas con la sociedad, que coincidan en lo bueno y que se opongan a lo malo.
Para ello no tienen que constituirse en un bloque de derecha con olor a corrupción, narcotráfico, golpismo y naftalina. Deben colocarse en el lado correcto de este momento histórico y conformar un centro democrático que coincida temáticamente con el socialismo democrático del partido de gobierno alejando los fantasmas del comunismo estimulados e impulsados por esa derecha oscura, cavernaria e ignorante que no aprende de los cambios del mundo y de las exigencias de los nuevos tiempos: “¡Honduras tiene derecho a una nueva derecha!”
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