Por: Óscar Urtecho
Tegucigalpa. -No hablo de estos asuntos porque no soy muy extrovertido. Dennis Arita confiesa esto sobre él y su literatura, el asunto del que habla en esta entrevista. Sus respuestas están hechas con un sentido del humor sutil y afilado, pero también son claras y nos revelan algo que pocos autores muestran: algunos trucos del escritor para crear su mundo de ficción.
Documentalista. Traductor. Editor. Cuentista. Ensayista. Diseñador gráfico. También ejerce el periodismo. Como la misma variedad de sus oficios, cada uno de los relatos de Dennis Arita es una búsqueda de comunicar a partir de tres insumos fundamentales: el lenguaje (cuidadosamente trabajado para evocar desde las más espléndidas imágenes hasta la realidad más lumpen), la historia y la estructura con que se cuenta la historia.
En cierto sentido, Dennis Arita es un escritor que ha perdido la inocencia. No busca crear una literatura de ruptura (volverse tan original como Cervantes o Cortázar es un deseo ingenuo), busca entrar en contacto con los lectores (que suelen tener mejor gusto que los autores) haciendo un uso muy particular de los insumos para crear literatura.
Esta búsqueda personalísima ya estaba en su primer libro: Final de invierno (2008), en Música del desierto (su segunda colección de relatos publicada en 2011) y en El visitante y otros cuentos de terror (2018), escrito en colaboración con Kalton Bruhl. Adquiere ahora una nueva dimensión con la publicación de El tigre hambriento, que está en las librerías hondureñas desde enero de 2022.
Háblenos un poco de su último libro, El tigre hambriento, de la mezcla de géneros narrativos presente en él, por ejemplo.
El tigre hambriento es una colección de cuentos que en su mayoría suceden en lugares imaginarios que llevan nombres reales: Ámsterdam, Nueva York y San Pedro Sula, por decir algunos.
A lo mejor hasta cierto punto hay una mezcla de géneros en el libro, pero en primer lugar son cuentos fantásticos, o sea sobre cosas que nadie en su sano juicio diría que suceden en la vida real. Son relatos de gente que viaja en el tiempo, rockeros que se convierten en reptiles por el influjo de espejos, mujeres que se transforman en tigres por el poder de un hechizo, textos que también por un embrujo pueden alterar la vida de un grupo de personas, etcétera.
¿Por qué el cuento que da nombre al libro se llama El tigre hambriento?
El cuento se llama así porque lo protagoniza una mujer que tiene el poder de convertirse en una criatura parecida a un tigre (no está claro qué es, pero creo que hubiera quedado raro titular el libro La criatura no identificada hambrienta). El hambre de venganza de la muchacha aporta el adjetivo del título. Además, en el cuento aparece un automóvil de la marca ficticia Tiger.
El libro se llama así por razones obvias.
Leo Tigre hambriento y algunas estrategias narrativas me recuerdan el cine. ¿Cómo ha influido la cinematografía en la construcción de este libro?
Paso viendo películas, así que no hay duda de que el cine me gusta mucho, especialmente el fantástico, de terror, suspenso e intriga. Creo que la edición o montaje cinematográfico influyó en la forma como están armados la mayoría de los cuentos de El tigre hambriento porque los sucesos relatados muchas veces se yuxtaponen. O sea, dos sucesos seguidos en uno de los cuentos no parecen tener relación al principio, pero en el fondo sí la tienen. La relación aflora por el hecho de ponerlos juntos, aunque parezcan no tener un vínculo aparente. Eso, creo, da nuevos significados a cada uno de los sucesos contados.
Otra cosa es el pastiche, ¿hay en estos cuentos una intención deliberada de imitar estructuras narrativas o estilos de otros escritores? Háblenos un poco de cómo funciona esto.
En la ficción, todos toman cosas de todos. Y no hay por qué avergonzarse de eso si el resultado no es terriblemente malo. Si fuera algo embarazoso, Óscar Urtecho tendría que ser el primero en avengonzarse por la estructura de la entrevista que está usando para hacerme estas preguntas.
Hablando de influencias, la estructura de los relatos de El tigre hambriento, en un contexto mucho más citadino y moderno, recuerda a la de Figuras de agradable demencia, de Roberto Castillo. Háblenos un poco de esto, ¿es intencionado, por ejemplo?, y de otros puntos de contacto que piensa que tiene usted con la literatura hondureña.
Qué bueno que mencionas esa colección de cuentos de Castillo porque la leí hace cientos de años y no he vuelto a pensar en ella. De todas maneras, creo que es un buen libro que pienso releer pronto. Como bien dices, Figuras de agradable demencia entra en un territorio urbano y moderno que no es tan frecuente encontrar en la ficción hondureña de los años 80 (cuando se publicó) e incluso en la actual.
Yo empecé a leer “en serio” narrativa hondureña hace relativamente poco tiempo, considerando mi edad. Por eso no puedo decir que haya tenido una influencia muy grande en los temas y en la forma en que está escrito El tigre hambriento.
Aunque en los últimos años he estado descubriendo muy buenos libros de ficción hondureños, a estas alturas no creo que puedan influir mucho en cómo escribo. Sin embargo, sí tienen una enorme influencia en mi forma de entender la realidad hondureña y la realidad en general, y eso lo agradezco mucho.
El escritor hondureño Dennis Arita es un meticuloso constructor de telarañas narrativas en las que aprisiona a los lectores. De su último libro, Tigre hambriento, solo puedo decir que se lee con la misma pasión adictiva con la que se toma café con pan (los conocedores entenderán). Por eso en La Última Entrevista entregamos a la audiencia hoy un diálogo con este excepcional narrador, que nos revela sus influencias y algunos de sus truquitos para escribir…
¿Hay realmente algún escritor hondureño que lo haya impresionado? ¿Quién y por qué?
Hay varias escritoras y escritores hondureños que han estado haciendo cosas muy interesantes en años recientes. Me gustan en particular La intimidad de los recuerdos, de Kalton Bruhl, Una cierta nostalgia, de Maru Ramos, El enigma del gato ciego, de Rebeca Becerra, Perro adentro, de Raúl Lemus, Cenizas en la memoria, de Jorge Medina, Adiós, muchachas, de J. J. Bueso, Los días y los muertos, de Giovanni Rodríguez, y Distopía, de Javier Suazo.
También me llama la atención el misterioso autor Sergio Alfredo Zepeda, quien ha publicado cuentos en revistas y diarios hondureños, a quien al parecer nadie conoce, pero, según me cuentan, pronto va a publicar una novela.
Desde la publicación de su primer libro hasta este, ¿cómo ha cambiado usted como escritor? ¿Qué tiene este libro de diferente con respecto a los anteriores que ha publicado?
Antes escribía solo para mí. Bueno, al menos eso pensaba. El resultado era que me salían cuentos muy cerrados, herméticos. No tenía muy claro por qué los escribía de esa manera. Era un impulso irracional. Creía que me gustaba escribir así, pero lo raro es que no terminaba contento con el resultado.
Entonces pensé que debía cambiar y escribir para alguien más que no fuera yo. Además, me di cuenta de que escribir cuentos fantásticos me resultaba más satisfactorio. Entonces me pareció buena idea mezclar las dos cosas: escribir cuentos fantásticos para alguien más. En este proceso me di cuenta de que ese “alguien más” parece tener mejor gusto que yo.
El tigre hambriento se parece a El visitante, que coescribí con el narrador hondureño Kalton Bruhl, porque también es de cuentos fantásticos. De ahí, por lo que te dije antes, no se parece a ningún otro que he escrito.
Hay un cuento en particular que me ha parecido encantador y complejo a la vez, quizá porque es ciencia ficción contada como un relato clásico policial, pero con una estructura como la de una muñeca rusa: El hombre del tren. La solución del relato depende de una simple revelación de última hora de un personaje, en el último párrafo. Esto no es común en el resto de tu obra, donde priva la ambigüedad o donde el final casi siempre obedece a un hilo conductor cuidadosamente articulado y ocultado. ¿Qué intencionalidad narrativa o comunicativa hay detrás de este cuento?
En El tigre hambriento me propuse que todos los cuentos tengan una intención clara y un desarrollo que no resulte difícil de seguir. Al menos hasta donde eso fue posible. Tengo que aceptar que, en alguno de esos relatos, la estructura o el ocultamiento de datos pueden oscurecer un poquito el desarrollo de la historia. Pero en general creo que estos relatos están bastante claros.
En los libros que publiqué antes de El visitante y El tigre hambriento, me interesaba que el desarrollo resultara lo más comprensible que pudiera, pero intentaba no revelar cuáles eran las intenciones de los personajes o por qué sucedían ciertas cosas. Eso hacía que los relatos fueran un poco herméticos y difíciles de entender de buenas a primeras.
Con El tigre hambriento, la intención comunicativa es precisamente esa: la intención de comunicar algo claramente. Tal vez esa no era del todo la intención de los libros que publiqué antes.
En algunos de sus relatos, como en Si te vi, no me acuerdo, hay una cuidadosa incorporación del lenguaje popular, del caliche hondureño, ¿qué intención persigue con esto? ¿Es un asunto de identidad narrativa o social, por ejemplo?
En El tigre hambriento solo hay un relato con esas características que apuntas. Se titula Los cuentos cruzados.
Me gusta mucho leer libros que se mueven en varios niveles de lenguaje, en los que el autor hace hablar con igual soltura a un científico o a un sujeto callejero. Es posible que esos lenguajes no correspondan a la realidad, que el autor se los haya inventado en parte. Pero eso me da igual. Lo que me interesa es que me convenza de que esos lenguajes pueden ser reales. Eso le da un color muy especial y atractivo a la ficción de autores como Thomas Pynchon o John Kennedy Toole, por ejemplo. Sus personajes parecen saltar de la página.
Aunque muchos libros me parecen buenos a pesar de que no poseen esta soltura al inventar o reflejar lenguajes como el popular, me gusta mucho más cuando sí la tienen.
No sé qué a qué te refieres cuando dices “identidad narrativa o social”. Yo incluyo estos lenguajes populares porque me parece que de ese modo el personaje tiene más cuerpo, por decirlo así, lo cual no pasaría si todos los personajes hablaran igual o se expresaran como científicos cuando son personajes callejeros, o al revés.
¿Hay alguna pregunta que nunca le han hecho sobre sus relatos o sobre el oficio de escribir y que usted piensa que es realmente importante? ¿Cuál es y qué contestaría si se la hicieran?
Casi no me preguntan nada sobre lo que hago. Por un lado no hablo de estos asuntos porque no soy muy extrovertido. Por otro lado creo que muy poca gente parece estar interesada en lo que se escribe en Honduras, sea bueno o no tan bueno.
Óscar Urtecho
Fanático del cine serie B y las baleadas. Lector enajenado como el Quijote. Rebelde siempre y sin causa muchas veces. Psicólogo social, investigador, editor y crítico literario diletante, ensayista y columnista de opinión. Ha publicado trabajos académicos y de investigación en forma de libros y en revistas científicas de España, Colombia, Chile y Argentina, entre otros países, pero lo que realmente disfruta es compartir textos en La Otra Orilla, sin otra pretensión que establecer un diálogo con otros (y otras) que disfruten lo mismo: la literatura, el arte y la cultura en general.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas