Aunque es cierto que ningún país estaba preparado para enfrentar una pandemia de tal magnitud, también lo es que nuestro país se encuentra en una situación más complicada, debido al sistema sanitario colapsado por la escasa atención brindada a la salud desde el Estado
Por: Redacción CRITERIO
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Tegucigalpa.- En un documento titulado «La visión integral, los horizontes de la acción estatal y la conducción política y especializada ante la emergencia del COVID-19 en Honduras» el Centro de Documentación de Honduras (CEDOH), presenta su análisis y recomendaciones sobre la conducción de la pandemia del coronavirus en Honduras.
EL PROBLEMA
Tal y como se esperaba, finalmente llegó el nuevo coronavirus a Honduras, generando la enfermedad denominada COVID-19 y agudizando la sensación de indefensión y abandono en la que nos encontramos desde hace varios años. Aunque es cierto que ningún país estaba preparado para enfrentar una pandemia de tal magnitud, también lo es que nuestro país se encuentra en una situación más complicada, debido al sistema sanitario colapsado por la escasa atención brindada a la salud desde el Estado. En los primeros días de la alerta oficial se evidenciaron las temidas carencias: desabastecimiento de medicinas, falta de equipos, incapacidad de garantizar protección a los profesionales de la salud, déficit de camas, carencia de respiradores, escaso personal y muy poca capacidad institucional para la conducción y manejo de la epidemia convertida en pandemia. A lo anterior se suma la resistencia oficial a incorporar a los especialistas en epidemias, virus y conexos, y a los otros profesionales organizados en torno al Colegio Médico de Honduras, una entidad gremial que ha sido crítica de la atención gubernamental al tema de la salud, pero que conforman el bloque de especialistas que saben del tema y que constituyen la única esperanza de salir de esta crisis con el menor costo posible en términos de vidas humanas.
Por si fuera poco, la respuesta gubernamental ha tenido un fuerte sello partidario, militarizado, policializado y con fuerte apoyo en las iglesias, poniendo en evidencia la carencia de un liderazgo civil capaz de integrar a los diversos sectores políticos, económicos y sociales, incluidos los que le adversan.
Y no es para menos: le tocó enfrentar al nuevo coronavirus a un presidente con escasa legitimidad, derivada de la inconstitucionalidad de su reelección, el cuestionamiento de los resultados electorales que lo proclamaron ganador y los crecientes señalamientos por corrupción y vínculos con el crimen organizado, tanto en el interior del país como en la fiscalía del distrito sur de Nueva York en Estados Unidos, lo que explica su insistencia en buscar el apoyo de sus aliados internos, rechazando a sus críticos, para enfrentar la crisis.
Por todo lo anterior y pese al interés gubernamental por contener la expansión del virus, el número de contagiados va aumentando aceleradamente y, con ello, la temida presión sobre el sistema de salud y la desesperación social por el encierro, la falta de ingresos para adquirir alimento y medicinas, y pagar las cuentas del día a día. Todo ello clama por un urgente giro en la conducción política de la epidemia, la incorporación de personal altamente especializado en la conducción técnica, la colaboración de una red de instancias de apoyo sectorial y el diseño de una visión estratégica integral que aborde las implicaciones económicas, sociales y laborales, diarias, semanales, mensuales, y semestrales, sin olvidar que, en una epidemia, el ser humano debe estar siempre en el centro de la atención estatal. Y eso debe verse y sentirse en la sociedad.
EL CONTEXTO
La presión gubernamental por el distanciamiento social y las medidas de prevención es algo fundamental pero no suficiente. Se necesitan médicos especialistas que orienten las acciones y aporten sus conocimientos, experiencia y contactos internacionales para actuar con premura, precisión y visión estratégica. También se necesitan especialistas de la sicología y siquiatría que aporten al manejo síquico y emocional de la población encerrada y desesperada por infinidad de problemas que van más allá de la posibilidad de contagio y que recomienden acciones estatales que se anticipen a los estallidos sociales, el desacato de las medidas gubernamentales y las reacciones violentas ante la ineficiencia del Estado por resolver sus necesidades puntuales, mucho más si ven y comparan la situación del país con la de los países vecinos, en particular de El Salvador. También se necesitan cientistas sociales (sociólogos, trabajadores sociales, antropólogos y otros) y profesionales de las humanidades (artistas, poetas, escritores, músicos, pintores), que le den seguimiento al comportamiento social y sugieran acciones estatales que contemplen las necesidades múltiples y variadas de la población en distanciamiento social. No pueden faltar los organismos de derechos humanos que siempre están ahí, velando por la integridad de las personas y vigilando el impacto de las acciones estatales para denunciar, presionar e incidir.
La población, aislada en sus casas, se angustia por los pagos que no puede hacer, por el encierro, la falta de ingresos o la insuficiencia de recursos. El Estado debe tomar múltiples medidas para aplacar esa angustia antes de que se salga de control, sobre todo cuando se observan las acciones intimidantes de los prestadores de servicios y de los cobradores físicos, electrónicos y telefónicos que se han convertido en acosadores de una población desesperada, cuya reacción puede ser arriesgada y preocupante. Y para proponer soluciones puntuales están los economistas; los organismos de derechos humanos; las organizaciones ciudadanas; los empresarios de todos los tamaños; los medios de comunicación; las universidades, que siguen estando ausentes y distanciadas de la sociedad; los medios de comunicación, que pueden jugar un papel clave y, por, supuesto, los militares y policías que deben desempeñar un papel de apoyo a la acción estatal, pero, sobre todo, a la sociedad a la cual deben servir.
Lo anterior nos remite al papel del Estado en general y del gobierno en particular. Es necesario despartidizar, desmilitarizar, despolicializar y secularizar la conducción de la epidemia. Se debe potenciar la conducción civil y ubicar a militares y policías en las tareas de apoyo que requiere una situación de esta dimensión, pero nunca deben estar conduciendo la acción estatal y, mucho menos, sugiriendo medidas que competen exclusivamente a médicos especialistas y a otros profesionales que poseen los conocimientos y experiencia requeridos. Las iglesias pueden y deben jugar su papel en el ámbito privado para tranquilizar a sus feligreses y darles alguna esperanza, acción que debe mantenerse en el ámbito de la laicidad del Estado y respetando el espíritu científico de su abordaje. Finalmente, debe cortarse de raíz la politización partidaria de la conducción y de la ejecución de la acción estatal. La población en general y no solamente los militantes y seguidores del partido de gobierno, necesita alimentos, medicinas, jabón, gel antibacterial, agua y otros. Se necesita con urgencia un estadista y no un caudillo de partido, ni mucho menos un precandidato presidencial que trafique con la epidemia y que coloque una fotografía suya en las bolsas de comida que se reparten, porque esto es ofensivo, grotesco y totalmente reprochable.
LAS IMPLICACIONES
En una situación de crisis por epidemia, centralización autoritaria, ilegitimidad creciente, cuestionamientos por corrupción y narcotráfico, y dinero a disposición para gastarlo sin mayores procedimientos, la tentación por el manejo inadecuado es muy grande y las sospechas de la ciudadanía alcanzan una cuantía inimaginable. Hasta Transparencia internacional está alertando y proponiendo al respecto. Se debe responder con total transparencia a la pregunta más común de la ciudadanía: ¿en qué se está gastando el dinero? ¿en mascarillas y equipo para militares y policías, y nada o muy poco para el personal de los hospitales? ¿en bombas lacrimógenas para reprimir la insatisfacción de la población? ¿en transferencias a las fuerzas armadas como pago por salir a las calles? ¿en bolsas de alimentos para sus militantes? ¿en dinero para las iglesias por plegarse al distanciamiento social y mandar sus plegarias para “encomendarse a Dios”? ¿en compensación a empresarios por mantener los empleos, posponer los cobros y cerrar la atención física a sus clientes?
Ante la falta de transparencia, la imaginación vuela, y ante los abusos del gobierno, la población se enardece y multiplica su rechazo al gobernante, al partido y, lo que puede ser muy peligroso, al sistema de partidos.
LA ALERTA CIUDADANA
Es importante conocer en dónde están y qué están haciendo para contribuir enfrentar la crisis, los representantes de la ciudadanía que fueron electos con su voto (alcaldes, ediles, diputados); autoridades de los otros poderes del Estado (Legislativo, Judicial); y otras instituciones clave del aparato estatal (Comisionado Nacional de Derechos Humanos, Tribunal Superior de Cuentas, Ministerio Público y sus fiscalías especializadas). Es importante ver cómo se expresa la solidaridad empresarial más allá de las comidas que algunos reparten a militares y policías, mientras el hambre prolifera por los barrios y colonias; conocer qué están haciendo los líderes comunitarios, las universidades públicas y privadas y, por supuesto, los líderes de partidos políticos; saber qué proponen y cómo están contribuyendo a la solución de la crisis, más allá de la crítica que en estos tiempos se vuelve imprescindible para corregir errores y enmendar el rumbo. Es importante conocer, recopilar experiencias y sacar conclusiones de cómo la solidaridad humana rompe las barreras del distanciamiento y permite sacar lo bueno y sofocar lo malo que a veces aflora por el egoísmo humano. Mientras tanto, debemos reclamar coherencia, eficiencia, eficacia, transparencia, rendición de cuentas a la ciudadanía, incorporación de todas las voces, sobre todo las críticas, respeto a la inteligencia de la población y sobre todo acciones estratégicas con visión integral.
El Centro de Documentación de Honduras (CEDOH) presenta su propuesta en los siguientes tres gráficos que sintetizan de mejor manera lo que aquí se ha expresado:
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
Un comentario
Víctor Meza es parte del desastre de este país, cualquiera que sea su opinión es sesgada. Él fue parte del narco gobierno de Mel Zelaya.