Por: Enrique Maldonado
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En los últimos meses, en al menos dos de los países más violentos del mundo, Honduras y Guatemala, la ciudadanía ha organizado manifestaciones para protestar contra el corrupto sistema político y sus vínculos con el sistema económico.
Por ejemplo, en el segundo de ellos se encarceló al exsuperintendente de Administración Tributaria y a la junta directiva del Seguro Social, la institucionalización del contrabando le costó la cabeza a la exvicepresidenta y se demanda que renuncie el presidente de la República, quien ya tiene un antejuicio en su contra.
En Honduras, las manifestaciones piden también la renuncia del presidente a causa de una red que desfalcó cerca de 200 millones de dólares al seguro social. De hecho, las empresas ligadas a esa estructura fueron uno de los principales financistas de la campaña electoral del actual presidente, Juan Orlando Hernández.
Ese descontento lo puede documentar Transparencia Internacional en su índice de percepción de la corrupción, que coloca al Triángulo Norte centroamericano no solo como una de las regiones más violentas, sino también como una de las más corruptas del mundo.
Así pues, es imprescindible para el desarrollo y la atracción de inversión extranjera directa no que las manifestaciones disminuyan, sino que cada Gobierno tenga una agenda concreta y creíble para instaurar prácticas de transparencia en la gestión de los recursos (humanos, técnicos, financieros) con que cuenten.
Es de reconocer que el descontento no se debe únicamente a lo mencionado, sino también a que Centroamérica ha crecido dentro de esta convulsión, pero este crecimiento no ha significado grandes oportunidades para los sectores empobrecidos.
De hecho, las cifras provistas por el programa Estado de la Región son contundentes:
- El PIB de la región centroamericana pasó de 92 484.2 millones de dólares estadounidenses en 2004 a 137 587.4 millones en 2013, es decir, la producción creció 48.4% en términos reales.
- La población en el período citado creció 15.4% al llegar a los 45.3 millones de centroamericanos en 2013.
- Los ingresos tributarios pasaron de representar en promedio un 12.9% del PIB en 2004 al 14.7% en 2013.
Pero esas condiciones favorables al desarrollo humano, si bien significaron una reducción de la pobreza extrema en todos los países, solamente en Honduras y Guatemala, durante 2002 y 2013, la pobreza aumentó.
Y en este último país, el índice de Gini del ingreso aumentó de 0.590 en 2006 a 0.598 en 2011. Costa Rica es el otro país de la región donde la desigualdad aumentó de 0.496 en 2004 a 0.524 en 2013. Por su parte, en Panamá, este indicador prácticamente permaneció invariable durante la última década.
En resumen, el crecimiento económico de Centroamérica es suficiente para sacar de la pobreza extrema a una pequeña parte de su población, no es suficiente para disminuir la pobreza en algunos países y a su vez resulta exclusivo para el sector de mayores ingresos y deslucido para el de menores ingresos.
Centroamérica requiere que sus ciudadanos les exijamos resultados a nuestras instituciones, pero sobre todo prácticas transparentes en los Gobiernos y en las políticas de inclusión social, para no estar esperando la teoría del derrame.
Ojalá, pues, que ese fuego de cambio en Centroamérica no se extinga, sino que logre consumir las prácticas corruptas de los gobernantes de una de las regiones más ricas de nuestra América Latina. (Cortesía Plaza Pública, Ciudad de Guatemala).
Analista político guatemalteco.