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A propósito de la defensa del medio ambiente

 

Por: Edmundo Orellana

Un bellísimo texto de don Joaquín Costa, de quien no hay estudioso del Derecho que desconozca sus obras jurídicas, verdaderos manantiales de conocimiento para cuando estudiábamos en la antañona Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, que recoge sus reflexiones sobre el bosque, nos ilustra sobre su importancia, escrito en una época en que aún no se cernía amenaza alguna sobre ellos. He aquí algunos de sus pasajes.

“Los árboles, se dice, son los reguladores de la vida…y niveladores de la creación. Rigen la lluvia y ordenan la distribución del agua llovida, la acción de los vientos, el calor, la composición del aire. Reducen y fijan el carbono, con que los animales envenenan en daño propio la atmósfera y restituyen a ésta el oxígeno que aquéllos han quemado en el vivido hogar de sus pulmones; quitan agua a los torrentes y a las inundaciones, y la dan a los manantiales; distraen la fuerza de los huracanes, y la distribuyen en brisas refrescantes; arrebatan parte de su calor al ardiente estío, y templan con él la crudeza del invierno; mitigan el furor violento de las lluvias torrenciales y asoladoras, y multiplican los días de lluvia dulce y fecundante. Tienden a suprimir los extremos, aproximándolos a un medio común. … Almacenan el calor excesivo del verano y el agua sobrante de los aguaceros, y los van restituyendo lentamente durante el invierno y en tiempo de sequía.”

“Que fomentan las lluvias, no permite ponerlo en duda la experiencia. Los vientos que vienen del mar cargados de humedad, dejan su preciosa mercancía allí donde los convidan a descansar esas factorías del comercio universal que llamamos bosques. La capa de aire frío que los circunda por todas partes, efecto de la evaporación incesante del agua por la exhalación de las hojas, produce el efecto de un vaso refrigerante, a cuyo influjo el vapor se condensa en nubes, y las nubes se precipitan en lluvia, mientras que su madre, la mar, hizo oficio de generador del grandioso alambique. Y no sólo obran como refrigerante y condensador de los vapores acuosos procedentes del mar, de los ríos, de las tierras cultivadas; son, además, generadores directos del vapor, aumentando la superficie de evaporación del agua de lluvia retenida en su follaje y en el césped y matojos que crecen a su abrigo, y exhalando por las hojas el agua de vegetación absorbida por las raíces. Verdaderas bombas aspirantes, levantan el agua oculta en las entrañas de la tierra por las raíces, y la arrojan en forma de vapor a la atmósfera por conducto de las hojas. Aumentan la masa de vapor acuoso en la atmósfera, disminuyen su temperatura, dificultan el paso de las corrientes aéreas: no hay que decir más para comprender el influjo del arbolado en la producción de las lluvias. El agua que cae en los montes, en los montes queda por lo pronto: no se hinchan con ella en gran modo las corrientes superficiales; mas luego, poco a poco la van devolviendo en forma de manantiales por el pie, y de vapor acuoso, y a la postre de lluvias, por las hojas, y abasteciendo con ella al pródigo suelo cultivado, que no supo conservar más de algunos días el agua con que lo regalaron las nubes en un día de tempestuosa orgía.”

“Los bosques son el proveedor universal de los manantiales. Hacen más esponjoso y más absorbente el suelo: la mullida alfombra de césped que se tiende a su sombra, lo consolida: los brezales aprisionan como otras tantas redes las hojas secas; y las hojas, obrando como esponja, retienen el agua de lluvia y la obligan a filtrarse a través de la roca, hasta los depósitos formados en las entrañas de los montes, o a derramarse por los estratos inclinados que la llevan a largas distancias. Las torrenteras están en razón inversa de los bosques, como las tinieblas están en oposición con el sol; son incompatibles: se descuaja el monte, y al punto se abren torrentes por doquiera, y por su cauce se precipita la tierra vegetal, y los ríos se hinchan, inundan y devastan campiñas, matan hombres y animales; repuéblanse los montes, y las torrenteras desaparecen como por encanto, y las antiguas fuentes, nuevamente surtidas, vuelven a manar. A menos árboles, más torrentes; a más torrentes, menos manantiales: esta es la cadena… El caudal de los manantiales y, por consiguiente, el número de ellos, es doble en los terrenos poblados que en los desarbolados… porque del agua llovida se infiltra en aquéllos mucha mayor cantidad que en éstos.”

“Obran también los bosques a modo de mares interiores, moderando las temperaturas extremas. Refrigeran el aire en el verano y lo entibian durante el invierno…Mantienen el aire saturado de humedad, evaporando lentamente el agua que en los suelos desnudos desaparece en obra de días o de horas; multiplican la superficie de emisión calorífica a los espacios; refrescan el aire interarbóreo, interceptando el paso directo a los rayos solares y a las corrientes aéreas que los suelos descubiertos han caldeado; determinan brisas frescas de montaña durante las horas de más calor. En el curso del día disminuyen la acción calorífica del sol, y la frigorífica de la radiación nocturna; en el curso del verano, obran como refrigerantes…evaporando grandes masas de agua, que hacen latente el calor sensible de los árboles y del aire, y descomponiendo el ácido carbónico por el acto de la vegetación, que transforma igualmente el calor solar haciéndolo pasar a estado latente; en invierno, por la combustión de sus ramas, lo convierten de latente en sensible; pudiendo decirse con propiedad que almacenan el sobrante de los calores estivales, para protegernos contra los fríos rigorosos del invierno; prenden al sol entre las mallas de sus tejidos, para que no nos abrase durante el verano…”

“También ejercen dominio sobre los vientos: quebrantan su fuerza, sirviéndoles de elástico muro y valladar, infinitamente diversificado en troncos y ramas; defienden contra sus perniciosos efectos las poblaciones y los cultivos establecidos bajo su protectora égida; dan fijeza a las movibles arenas del litoral, y garantías de vida a las humildes hierbecillas y arbustos que las traban con sus raíces y empiezan a darles aquella consistencia propia de los suelos arables; por su medio.”

El terreno suelto e incoherente, lo fijan con sus entrelazadas raíces; el consolidado, impiden que lo disgregue y remueva la fuerza erosiva de las aguas y lo arrastre al mar la violencia de los aguaceros. Los árboles son como clavos inmensos en la atmósfera y en el suelo…con sus raíces sujetan el suelo vegetal a la roca, y la roca a los estratos subyacentes, por encima de los cuales resbalaría aquélla más de una vez…llevando consigo casas y cultivos, si no lo impidiesen esos benéficos auxiliares y conservadores del orden del mundo.”

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“Son el filtro químico a través del cual pasa el aire, dejando todas sus impurezas y restableciendo la composición normal de la atmósfera que respiramos”. “Agente no sólo terapéutico, sino preservativo, además, de la Naturaleza, son quizá el único paragranizo que puede regular la electricidad atmosférica y librar los cultivos del terrible hidrometeoro, sea que obren físicamente sobre el fluido eléctrico de las nubes, sea mecánicamente sobre la dirección de las nubes tempestuosas.

“Vivos, regulan con sus funciones la vida de la Naturaleza; muertos, regulan con sus despojos la vida social. Vivos o muertos, los árboles nos acompañan doquiera en el curso de nuestra vida, como si fuesen una dilatación de nuestro cuerpo o el ángel tutelar de nuestro espíritu.”

“Hasta aquí el anverso de la medalla, en que todo es crédito para el arbolado. El reverso lo ocupamos nosotros, el hombre del hacha y de la sierra, con un «debe» colosal y un «haber» insignificante.”  Y enfatiza el jurista, economista, político, historiador y ecólogo, aconsejándonos conservar lo que la Naturaleza forjó en millones de años si deseamos seguir usufructuándolo.

Me disculpo con el apreciable lector por la extensión del artículo, pero valía la pena compartir estas reflexiones en ocasión de que los hermanos hondureños que luchan por la preservación del medio ambiente, allá en Guapinol, jurisdicción de Tocoa, Colón, han obtenido un inédito triunfo contra el sistema represor del país, gracias a que siempre tuvieron la razón y que contaron con un equipo de Abogados, cuya extraordinaria capacidad consistió en traducir en argumentos jurídicos esa razón que los asistía; triunfo que debe interpretarse como el punto de partida para enfrentar al régimen combatiendo su vocación entreguista de nuestros recursos naturales y las feroces prácticas extractivas que permite.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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Un comentario

  1. Pregúntenle a los que arrasan el bosque en nombre del gorgojo y las acciones de el gobierno autorizando explotación minera si tienen conciencia de estas atrocidades en contra del pueblo,la fauna y en calentamiento global !!!