Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
a mi compañera de batalla Maribel Espinoza
La ceremonia es un sueño, y yo también sé soñar. No deja de ser un alivio ver que asume el mando en USA Joseph R. Biden. No porque rece mucho, sino porque Biden entiende la imposibilidad de recurrir al mutuo aniquilamiento, y retomará el control de armas nucleares. Y porque da la impresión de que, asimismo comprende y se dispone a actuar sobre el calentamiento global. Pero recibe a un país y a un mundo patas arriba, que tendrá que voltear rápido. Para este fin Biden ha formado un equipo capaz, profesional. Y se ha dicho, acaso con licencioso optimismo, que su política hacia América Latina será el reinicio del gran viraje. (Es más difícil empezar en Medio Oriente). Quizá algunos de sus integrantes entienden mejor la compleja realidad regional. Se proclaman altisonantes golpes de timón. Cambio habrá -incluso básico- en varios campos, de personal y de estilo. Han alternado interesantemente, expresiones que se proponen reparar las relaciones exteriores de EUA, y a veces, ilusos, no lo dice Joe, reinventarlas. Pero los escogidos son -como decimos- los mismos de antes, igual que los intereses de la hegemonía en el traspatio. ¿Se trata de la oportunidad para un cambio real? ¿Una virada que procure respeto y amistad? No me queda claro. Habrá que ver.
No es un asunto personal. El presidente es un símbolo del momento, y de una voluntad colectiva de los estadounidenses. No es que la persona no cuente, pero no importa cuán poderoso, nadie determina por sí el papel que juega entre otros, y su colectivo[1]. En la historia de la macropolítica, las figuras personales, casi todas, parecen casi accidentales, efímeras, las de los políticos más aún. Sin caer en fatalismos. Porque por supuesto que también influyen, para bien y para mal, según la circunstancia, las personas públicas inciden. Enaltecen o rebajan, integran o degradan, encausan o desvían, resisten o impulsan. El personalismo es una superstición. Y no solo es la economía, estúpido.
D Trump deja una huella, que será difícil de borrar en los propios EUA[2], e incidió afuera también pateando infinidad de veces los tableros. (No solo ungió a Juan Orlando y a Juan Guaidó). Descarriló la cooperación de EUA, los pactos con sus socios externos, saboteando a organismos multilaterales, a la ONU, OTAN, OEA y ASEAN. Y le dio la espalda a la figura de la política de principios, a la defensa de los derechos humanos y los de las naciones. Para involucionarse en un craso pragmatismo abusador, que se derrota a sí mismo cuando se desprestigia, alineado en contubernio con los peores déspotas, los intereses más mezquinos, y las más dogmáticas cegueras, porque así pierde autoridad, eficacia, legitimidad. Con todo y sus fanfarronadas no empezó una guerra nueva, Trump, aunque siguió el guion del complejo industrial militar al pie de la letra. No alteró ninguna estructura, y no revirtió la expansión armada.
No va a poder tampoco Biden alterar esos procesos, ni quiere y sería un grave error idealizarlo, como un magnánimo todopoderoso. Su Administración enfrentará una situación más compleja y peor crisis de la que encontró Trump, en parte creada por él mismo. Aunque su gestión podrá ser más fuerte que las anteriores. Cuenta, al inicio con un voto de confianza. Contará con el acompañamiento del legislativo, e incluso de parte de sus opositores, en un proceso de reacomodo. Contará con sinergias y recursos inmensos, de todo tipo, para enfrentar sus retos. Y pudiera tener éxitos notables. Su mensaje es comedido. El mismo no quiere exacerbar expectativas.
Tiene visión para entender cuánto le beneficiaría, por ejemplo, a su mismo país, acometer la crisis ambiental, creando una nueva economía verde, y cuánto le puede costar dejar de hacerlo. Complace que se proponga un cauce a la nacionalización de los soñadores, que están o nacieron allá. Ojalá no desate la paranoia, otra persecución anticomunista, como la de los 50s o la de los 70s contra el pacifismo. Pero habida cuenta de lo poco que podemos aportar, habrá que dejar sus dilemas domésticos a los estadounidenses. Nos debe preocupar ¿Cuál será, en pasta concreta, la política de Biden en América Latina y Centroamérica?
EUA necesita asegurarse contra amenazas que pudieran llegar de su frontera Sur, y creo que Biden tiene claro que las caravanas catrachas no son esa amenaza si no solo un anticipo. En sí la claridad, no brinda garantía, porque se la puede entender con mayor profundidad, pero también en forma superficial, como mero requerimiento de estabilidad. Previsiblemente, también en este respecto, el nuevo régimen será la continuidad del de Obama, que fue –nunca olvidarlo- el que tomó partido con Hillary, a favor del golpe en 2009. Y en el cual, el hoy presidente, fue el autor del Plan Biden[3] para cuya firma llevó a Otto y a Juan a Washington, en 2015 y les prometió trecientos (de mil) millones para sus militares. ¿Más de lo mismo? No lo sé de cierto. Pero, aunque su política fuera una calca de aquella de antaño, no podría funcionar igual, desde un país tan dañado como EUA hoy, y tampoco en un subcontinente que ha cambiado tanto, en estos seis años, en que, solo para muestra, ¡se quintuplicó la migración de Honduras hacia los EU!
América Latina se estremece desde hace un par de décadas, mientras el magma, en sus cavidades profundas, canta su glissando previo al gran estallido. Ya venía buscando la región otro destino y avanzaba con desahogos, pese a EU, en los primeros años del nuevo siglo. Hasta que, al mismo tiempo, entró en recesión y en confrontación. Ahora, diez años después congelada de miedo, la región que no tiene los mismos recursos que Estados Unidos, enfrenta el peligro de perder otra década, por una pandemia que ha puesto en evidencia la inoperancia del modelo, y la desigualdad acumulada: Que aporta un tercio de los muertos, cuando solo tiene un 8% de la población global. Para sobreponerse, necesitaría crecer mucho más, disminuyendo la desigualdad, lo cual exige profundas reformas y democracia genuina. No veo por ningún lado en Biden una crítica del modelo, ni siquiera una conciencia de su falla.
Será ¿Qué lo comprende? ¿Respetará los organismos regionales, el BID y la OEA, pobres, para que acompañen en vez de estorbar ese imperativo? ¿Facilitará -Ud. cree Abogada- el desarrollo regional, aunque sea en contradicción con Wall Street? Porque si no cae en esa cuenta, si insiste en la ficción de Ayes y Guaidó, y sigue apoyando regímenes y modelos fracasados, la región entera explotará en fuente de inestabilidad. Y olvídense de las caravanas hondureñas, cuando lleguen las andinas y las del Cono austral.
De inmediato, la subregión, ya ni siquiera Centroamérica, (para dejar fuera tres excepcionalidades[4]) solo el triángulo norte enfrenta una crisis humanitaria y un vacío de estado de derecho. Biden -se asegura- enviará hoy mismo al Congreso, una iniciativa con el fin de controlar la corrupción en Centroamérica y exigir respeto a los derechos humanos basada en la capacidad diplomática de Washington ¿aunque fuera en ese brumoso fondo de poder que se gestó como servilismo, la actual impunidad?
Ofrece, además, ahora, $1300mm para invertir en cada uno de los tres huerfanitos. Ojalá para su integración. (Porque más armas servirían para otra guerra entre nosotros). No hay que hacerse ilusiones de lo que haría la actual clase política corrupta con ese dinero. Aquí hay que parar la sangría y sacar a JOH. No lo hará Joe. (¡Mucho ayuda el que no estorba! Basta que deje mano libre a los fiscales y deje de apoyar la represión). Habrá que negociarlo.
Pero para buen negociador, hay que saber quién es uno, y entender cabalmente con quién habla. Con qué poder cuenta. Su historia o trayectoria, su lenguaje y sus códigos. Su interés negociable, y los irreductibles. Y cuál es su comprensión, flexibilidad, capacidad de innovación. Entender sensibilidades y susceptibilidades, fobias y debilidades. ¿Cuáles urgencias podríamos ayudar a satisfacer? Hay que entender que no se trata de vengar los agravios de la tribu, ni de ganarle a su costa, sino defender una dignidad suficiente y conquistar una convivencia eficaz. Y no le digas al gringo que vamos a hacer la revolución. (Para él, la única revolución necesaria fue la suya de 1776).
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Tampoco se trata primordialmente de si nos va a mandar o no un embajador. Pronto, ganaría puntos Biden si suspende las deportaciones, nos ayuda a vacunarnos, su prioridad allá, y si nos aporta algún excedente de grano. Entonces, habrá que negociar con las políticas de la hegemonía. Insistir en desfacer entuertos.
No basta con reconfirmar los privilegios de la maquila. Lo ideal sería que tuviese EUA una política más astuta, para salir de la guerra perdida contra el narco. Tiene ese país derecho a prohibir el ingreso desde Honduras, de una sustancia química que amenaza su salud. No obstante, si la prohibición genera aquí una industria criminal y contrabando, un golpe de violencia, y contamina a la economía, a los aparatos de seguridad y a la vida cívica, ¿acaso no tiene EUA la obligación de implementar una política integral, eficaz, de persecución estratégica de esa delincuencia, en vez de cobijar la impunidad de su corrupto, y gestarle beneficios a un cartel a costa de otros? Seguramente se ha dicho mejor, los países centroamericanos no emitimos más que una infinitesimal fracción de los gases que causan el calentamiento global; pero sufrimos desde hace décadas, y estamos destinados a sobrellevar las peores consecuencias de ese fenómeno en forma de sequías y huracanes, cada vez más violentos, con sus efectos devastadores, al punto de que nuestros territorios, ya no se pueden sustentar y devienen inhabitables. ¿Acaso no tienen –entonces- los EUA la responsabilidad de asistirnos por mientras con las emergencias y las urgentes estrategias de planificación y mitigación inteligente?
Debería ser inaceptable ya, la imposición de acuerdos de tercer país seguro que anticipamos, y en la práctica ya redundaron en violaciones escandalosas y masivas, a los derechos humanos. Todo país tiene derecho a regular la inmigración, eso no se pone en duda. EUA tiene un problema con una inmigración desbordada, desde el sur y desde Honduras, que no es solamente un estado, sino un país fallido. También, como consecuencia de la imposición de un modelo neoliberal, privatizador, que importa bagatelas a cambio de exportar lo prescindible, y una dictadura corrupta y entreguista, sucedánea de un golpe contra un mero intento de reforma. Que, aunque le hizo mandados a Trump, no le hizo un servicio al interés nacional de su país. Todo, made in USA. Sin reformas, Honduras no será viable, así de simple.
Prevalecerán: 1. La dictadura que ha destruido el estado de derecho y la vida cívica, en manos de este o de otro, 2. El subdesarrollo crónico dependiente que nos genera un ingreso de dos mil miserables dólares percapita, de los más bajos, y de los peor repartidos del continente, 3. La atonía total del Estado que hubiera podido compensar en emergencia, discapacitado por la corrupción neoliberal, 4. La disposición de la gente a colaborar con el narcotráfico, aun exponiéndose a violencia extrema para poder imaginarse un mejor mañana y 5. Este éxodo masivo que escoge irse con la caravana, corriendo riesgo de muerte para dejar atrás la desesperanza. Cosas que, por aquello de la dependencia, están en sus manos, más que en las nuestras, de colonos pitiyanquis, por los que nadie quiere asumir responsabilidad. ¿Tú sí, Joe?
El Carmen, San Pedro Sula, 20 de enero de 2021.
[1] La ecuación de factores que determinan las políticas, el lobby, la psyche, el diálogo, la integración de las sociedades, el rumbo de los eventos y la deriva de los procesos sistémicos es muy compleja. Nadie ha despejado esa ecuación o controla aún alguna parte significativa de sus incógnitas.
[2] El pueblo de Estados Unidos lo percibió así también, porque los indicadores económicos parecían mejorar hasta niveles insospechados. Trump, sin embargo, exacerbó una crisis de identidad en su país. Para afirmarlo, como el grande de nuevo, el primero, el que manda, hizo retroceder a EUA a una posición defensiva, miedosa, lo hizo dudar de su capacidad de avanzar con el mundo. Creó así nuevos riesgos. Lo debilitó internamente. Apuró la desintegración de la sociedad americana, en crisis (como todas), ante los cambios paradigmáticos en la mentalidad y el medio ambiente, en la tecnología y la economía, en las relaciones internacionales, y a causa de las grandes migraciones del nuevo milenio.
[3] Opinion | Joe Biden: A Plan for Central America – The New …
www.nytimes.com › 2015/01/30 › joe-biden-a-plan-for…, un articulo conceptualmente casi impecable sobre un plan que en la practica era una réplica del Plan Colombia de la autoria del mismo Joseph Biden Jr. El mismo que produjo los falsos positivos, aunque pudo haber contribuido en tiempo de Santos a la trascendente firma de la Paz.
[4] En efecto Panamá tiene una dinámica económica que la preserva del patrón general, Costa Rica ha conseguido estabilidad con desarrollo y Nicaragua escapa de la dinámica regional con su modelo socialista.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas