El país de las maravillas

Reflexiones incómodas sobre el Covid-19, no aptas para ingenuos (5ta parte)

 

5ª PARTE: ¿POR QUE ESTA EN CRISIS EL CAPITALISMO MUNDIAL?

Por: Tomás Andino Mencía

En este segmento de la serie, vuelvo la mirada sobre un tema crucial: la crisis económica y política del mundo actual. Aspecto necesario para comprender el efecto amplificado que ha tenido la pandemia del COVID-19 en nuestros días.

Como todos sabemos, la economía mundial ha entrado en una tremenda crisis, la cual está muy relacionada con la pandemia, con la que se entrelaza. Eso confunde a muchos quienes creen que la crisis se originó en la pandemia, cuando no es así; de hecho, esta ya venía ocurriendo desde 2019 y tiene otras causas que trabajamos en esta entrega, aunque si es cierto que es retroalimentada por la crisis sanitaria mundial.

Pero la actual no es una crisis cíclica más, ni solo sanitaria ni solo económica, sino una muy diferente, que integra aspectos económicos, ecológicos, sociales y políticos como pocas veces en la historia. Su aspecto más conocido es la estrepitosa caída de las bolsas de valores en todo el mundo; la caída a niveles nunca vistos de los precios del petróleo, que llegaron a valores negativos; el cierre masivo de empresas en los países industrializados y no industrializados, en especial en Estados Unidos, donde se han perdido alrededor de 35 millones de empleos; y el anuncio de una contracción del Producto Bruto Mundial del orden de -4% para fines de este año, según el FMI, entre otras expresiones que son abundantemente descritas en muchos análisis.

No pretendo hacer un análisis descriptivo abundante de estadísticas, sino un abordaje interpretativo de la situación que nos lleve a la comprensión de sus causas más profundas.

Las causas pueden ordenarse en aquellas de orden estructural y otras de orden político. Las causas de orden estructural tienen su génesis en la naturaleza y las contradicciones intrínsecas del modo de producción capitalista mundial. Las de orden político, en los conflictos que se generan entre las fuerzas políticas que representan distintos modelos de “solución” como consecuencia de las contradicciones económicas.

LAS CONTRADICCIONES INTRÍNSECAS DEL CAPITALISMO

En el sistema capitalista la lógica de actuación frente a cualquier fenómeno esta determinada por la ley económica principal de la empresa capitalista: la obsesión por la ganancia y su acumulación.

Vale un ejemplo comparativo con un modelo contrario; las empresas de economía social, como las cooperativas. En las cooperativas, el fin es el bienestar de las personas, el colectivo; si este bienestar no se alcanza, la cooperativa fracasa. Cuando existe una situación de emergencia, una buena cooperativa procura que las personas tengan resueltas sus necesidades y se salven, aunque se incurra en pérdidas económicas en el esfuerzo; sabe que si sobrevive la gente, la cooperativa resurgirá de nuevo, porque la cooperativa es la gente misma. Ampliando el ejemplo, imaginemos un país que actúa como una gran cooperativa o empresa social. En una emergencia su gobierno lo primero que haría sería pensar como salvar a la gente, haría que los intereses materiales esperen, porque luego se repondrán. Pensaría primero en las personas.

Sin embargo, las empresas de naturaleza social y gobiernos de ese tipo son la excepción en el planeta. A nivel global lo que predomina son las empresas capitalistas.

En el capitalismo el razonamiento es opuesto; el fin de la empresa capitalista es el lucro personal, no el bienestar de las personas. La ley económica que mueve a este tipo de empresa es la búsqueda de la mayor ganancia individual posible, reduciendo al mínimo los costos. La suerte del colectivo, o sea de las demás personas, es irrelevante salvo que tenga alguna utilidad para dicha empresa.

Siguiendo con el razonamiento, si colocamos a la empresa capitalista en una situación de emergencia nacional, como la que ahora vivimos, esta optara por salvar en primer lugar sus dividendos y, si tal vez ajusta, pensaría en las personas, empezando por sus mejores clientes. Por eso, no es extraño que los burgueses despidan a sus trabajadores en plena pandemia, sin importarles su suerte; elevan los precios, hacen actos de corrupción con ventas sobrevaloradas, envían sus capitales al exterior, acaparan mercancías, dejan a los más pobres aguantar hambre mientras privilegian la apertura de los negocios de los ricos y reducen la calidad de lo que venden. Es decir, sacan lo peor de la miseria humana.

Todo eso que al común de los mortales nos parece una inmoralidad, para los capitalistas es lo más normal del mundo, porque, en su lógica, sus empresas no pueden perder ¡que pierdan los demás! Es la típica actitud neoliberal.

Siguiendo esta lógica, en el campo de la medicina la gran burguesía invierte donde puede sacar una ganancia, no donde es más necesario para la salud. Eso explica que muchas enfermedades en los países subdesarrollados, que matan millones, mucho más que el COVID-19, no obtienen la necesaria atención de esta industria porque ni sus habitantes ni sus Estados tienen capacidad de comprar vacunas, medicamentos o equipos en grandes cantidades. En cambio es más rentable producir medicamentos o equipos para dolencias típicas de los países desarrollados, como la obesidad, la diabetes, la depresión, la hipertensión, etc. donde sus habitantes y Estados si tienen capacidad de compra.

Eso aplica también para las pandemias. Cuando en 2002 fue controlada la epidemia del SARS, algunos laboratorios solicitaron a los bancos fondos para encontrar una vacuna para otros coronavirus, pero estos les respondieron “ya no estamos interesados”. No había a la vista la posibilidad de una ganancia que sirviera de estímulo para invertir en prevenir una catástrofe, como la que ahora sufrimos. (1) Si el supremo interés por la ganancia hubiera sido anulado y hubiera prevalecido el interés por las personas, en la actual pandemia se habrían salvado centenares de miles de vidas.

Es con este método perverso que la industria farmacéutica se ha vuelto una industria poderosísima, que factura tantas o más ganancias que la misma industria de armamentos a nivel mundial. Sus niveles de rentabilidad son tan elevados que por cada dólar que invierte esta industria obtiene de retorno mil dólares (2). En la actual crisis económica, esta industria junto a las tecnológicas fueron las menos afectadas y hoy son las que repuntan en recuperación. Esa es la razón por la cual magnates como Bill Gates y George Soros, que han hecho fortunas en otras áreas, ahora se muestren tan interesados en reorientar sus inversiones hacia este rubro. (3)

Recuerden esos nombres, porque mas adelante serán protagonistas de nuestro relato.

CRISIS ECONÓMICA CAPITALISTA Y CONTRADICCIONES INTRAIMPERIALISTAS

Ahora bien, el capitalismo tiene cada cierto número de años crisis económicas globales, como las vividas en 2001, 2008 y la que ha comenzado este año. Esas crisis ocurren porque las grandes empresas en su afán competitivo aplican en cada periodo histórico innovaciones tecnológicas que incrementan la productividad y aceleran sin parar la producción de mercancías y servicios; pero llega un punto en el que la capacidad de compra y de endeudamiento del mercado topa con un límite y entonces no pueden venderlos. Al ocurrir esto, la producción y el comercio se paralizan, porque si continúan operando pierden más; así que ni las empresas pueden pagar sus moras con los bancos y estos no pueden recuperar sus préstamos.

En esta situación los bancos tienen demasiado dinero (“liquidez”) que obtuvieron en el momento de mayor prosperidad pero que en medio de la crisis no pueden colocarlo, pues nadie quiere más deudas y todos están morosos. Entonces el pánico invade a los inversores y el valor de sus acciones de sus empresas en las bolsas de valores se viene al suelo una tras otra, en cascada, produciendo una caída generalizada de todo el sistema. El capitalismo entonces se paraliza.

Obviamente esto no ocurre todos los años, sino cada vez que se acumula el suficiente nivel de deuda y de insolvencia para que estalle la burbuja financiera. Es lo que se conoce como “Crisis de sobre producción”, uno de los descubrimientos hechos por Karl Marx en el siglo XIX en su obra cumbre “El Capital”.

En cada crisis de sobreproducción el capitalista activa su lógica y piensa en deshacerse de todo lo que signifique un costo que considera superfluo. Así, millones de personas son echadas a la calle a pasar hambre y a tener sufrimientos extraordinarios, como ocurrió en la gran crisis de 1929 y otras similares, como la actual. Pero como vimos, en la mentalidad burguesa eso no importa.

Se produce así una paradoja; cuando hay más abundancia de mercancías y servicios, cuando más recursos financieros existen, es cuando más sufre la gente, en especial la clase trabajadora. Es la contradicción entre la producción social y la apropiación individual de la riqueza, causa de la mayoría de los problemas de nuestro tiempo.

Pero hay algo más. El economista ruso Nikolái Dmítrievich Kondrátiev descubrió a principios del siglo XX que además de las crisis cíclicas que se producen cada 8 a 12 años, a las que llamo de “onda corta” existe también “crisis de onda larga” dentro de las que se inscriben altos y bajos de lapso breve. Estas ondas largas (seis ha habido desde el siglo XVIII hasta la fecha) abarcaría varios periodos de tiempo entre 47 y 60 años cada uno. Según la periodización que se ha hecho de este concepto el pico más elevado de la última onda larga de la crisis se habría producido a mediados de los años 60s del siglo XX, pero en el año 1973 dio comienzo el último largo descenso, que con altos y bajos, llega hasta nuestra época. (4)  El gráfico anexo muestra la caída histórica de la tasa de ganancia desde los años 50 hasta la crisis de 2008 (Michel Roberts, 2017)

La mayoría de los economistas han analizado que la crisis financiera de 2008 fue el inicio del último tramo de la onda descendente, lo que explica la profundidad de la actual crisis económica, similar a la otra mas grave que se vivió en 1929, cuando se produjo el otro punto más bajo anterior. ¡Malas noticias para el capitalismo!

LA DESTRUCCIÓN DE FUERZAS PRODUCTIVAS, COMO SOLUCIÓN BURGUESA A LA CRISIS

En tal situación la burguesía necesita hacer algo para salir del atolladero y ese “algo” debe ser fuera de lo común, extraordinario, para que el sistema sobreviva. En su lógica, tal evento no puede ser algo constructivo, que genere bienestar, como por ejemplo la distribución de la riqueza excedente, porque distribuir la riqueza (que la misma gente ha producido) implicaría la desaparición de los capitalistas; es decir una Revolución Social.

En su entender, debe ser un evento destructivo, que permita después construir un nuevo orden económico siempre en base a sus reglas. Esas reglas son: 1) hacer que la burguesía y sus negocios sobrevivan, 2) permitirle a la gran burguesía cambiar las reglas del juego económico a su favor; y, 3) tener después mercados extraordinarios para relanzar la producción sobre nuevas bases, que le permitan reiniciar el ciclo de explotación y acumulación.

A lo largo del siglo XIX y el siglo XX el capitalismo resolvía temporalmente estas crisis mediante guerras de conquista coloniales o de disputa de territorios con otras potencias. De esa manera arrebataba a la fuerza nuevos mercados, incorporaba nueva mano de obra barata de las colonias e imponía en estas sus reglas. Así estallaron la Primera y la Segunda Guerra Mundial, que juntas costaron la semidestrucción de Europa, parte de Asia y de África; con 70 millones de muertos.

Desde entonces, todas las guerras de conquista colonial y contra países socialistas (Corea, Vietnam) sirvieron para amortiguar las crisis cíclicas del sistema. Las últimas dos grandes guerras emprendida seriamente por el capitalismo fue la Guerra del Golfo en 2001, coincidiendo con la crisis de sobreproducción de ese mismo año, y las guerras en Siria, Irak y Yemen entre 2010 y la actualidad, inmediatamente después de la gran crisis de 2008, en las que el imperio intervino directa o indirectamente.

Sin embargo, ni siquiera la salida perversa de la guerra resuelve los problemas básicos del sistema. Una segunda ley económica descubierta también por Karl Marx, afecta al capitalismo para no darle paz: la “Ley de la Tendencia Decreciente de la Tasa de Ganancia”. Según esta ley económica, la acumulación de capital le genera al sistema un freno al largo plazo, que consiste en un decrecimiento en la velocidad de acumulación de su ganancia.

El Diccionario de Economía Política de Borisov y otros lo explica: “El afán de obtener elevadas ganancias obliga a los capitalistas a aumentar la productividad del trabajo introduciendo mejoras técnicas, nuevas máquinas e instalaciones. De este modo se eleva la composición técnica y orgánica del capital, lo que conduce al descenso de la cuota general de ganancia” (5). En otras palabras, los empresarios entre más invierten en capital para producir tienden a tener al largo plazo menos ganancias respecto a su inversión. Por eso se denomina, tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

La única forma de evitarlo es incrementando aún más la productividad o disminuyendo los costos de la mano de obra a un nivel más inferior que en la anterior etapa. Eso obliga al sistema a disminuir el poder adquisitivo de la mano de obra, con la consecuencia de que vuelve a caer su capacidad de compra, generando condiciones para una nueva crisis de sobreproducción; y de nuevo el capitalismo lo resuelve con más guerras, repitiendo el ciclo sucesivamente. Esa es la razón estructural de por qué las crisis son cíclicas en la historia y por qué el mundo está constantemente en una guerra tras otra, mientras que las condiciones de vida de la clase trabajadora se deterioran año tras año.

NEOLIBERALISMO Y CONFLICTOS EN LA BASE DE LA CRISIS ACTUAL

Desde la gran crisis económica de los años 1981-1982 el sistema capitalista dio un giro drástico hacia el neoliberalismo, en lo que se conoció como el “Consenso de Washington”. Entre otras cosas, ese giro modificó las condiciones de explotación de la mano de obra, mediante la destrucción de sus derechos, disminución de su estatus salarial, eliminación del empleo permanente, destrucción de sus sindicatos, etc.; también impulsó una eficiente reorganización productiva global (para los interés del capitalismo claro), mediante privatizaciones, el traslado de sus fábricas de los países desarrollados a los países con mano de obra más barata, como China, India, Latinoamérica; y dio un empuje tecnológico que le permitió incrementar la producción, el comercio y las transacciones financieras a un nivel superior, mediante el desarrollo de nuevas tecnologías de información, el Internet y nuevas fuentes energéticas, etc.

Este giro tuvo cuatro efectos estructurales, que contextualizan la crisis actual.

El primer efecto fue la desindustrialización en los países centrales del capitalismo a la par de la industrialización de países de la periferia como China e India, asi como el énfasis en ciertas ramas económicas no tradicionales, más “livianas”: en primer lugar, el desarrollo especulativo del capital financiero, pero también la cibernética, las nuevas tecnologías de la comunicación y ramas vinculadas a servicios públicos como el desarrollo de la industria alimenticia, la farmacéutica, entre otras. La desindustrialización consistió en que las principales ramas productivas trasladaron sus fábricas del Norte y Occidente (Estados Unidos y Europa) a China, India, el Sudeste asiático y Latinoamérica. También consistió en que se intensificó el capitalismo extractivista en los países subdesarrollados (minería, hidroeléctricas, turismo, etc.).

Como consecuencia, muchas ciudades industriales norteamericanas, como Chicago, Detroit, etc. y también de Europa quedaron sin fuentes de trabajo y las políticas del estado gringo dejaron de favorecer estas industrias. El sistema favorecía más a las transnacionales y menos a los grandes industriales nacionales.

El segundo efecto es de tipo político y fue una consecuencia del anterior. Desde los años 90s, cuando la caída del bloque socialista erigió al imperio norteamericano como la potencia hegemónica mundial, se generó a su interior una división entre, por un lado, una burguesía transnacional que no tenía raíces en un país determinado (llamada “burguesía globalista”), diferenciada de una burguesía imperialista con raíces en su respectivo país (“burguesía industrialista”). Similares divisiones se han producido en varios países europeos. Ambas son imperialistas y conservadoras, pero con intereses contrapuestos.

Esta diferenciación abrió en el mundo un conflicto geopolítico muy importante, que ha venido a sustituir la tradicional “guerra fría” entre el bloque capitalista y el bloque socialista del siglo pasado. Dicho conflicto no tiene base en países sino entre modelos de desarrollo del mismo sistema capitalista. (6)

Progresivamente, las burguesías industrialistas han ganado terreno en los principales países capitalistas, aprovechando por un lado el declive de la hegemonía norteamericana tanto en la economía como en lo militar, y aprovechando también el descontento de la clase obrera que perdió sus trabajos a causa de la desindustrialización. Eso explica el auge de partidos de extrema derecha en toda Europa y Estados Unidos, como también el ascenso de movimientos independentistas en Cataluña, Escocia, Irlanda, entre otros.

Pero el punto de inflexión principal de este conflicto entre globalistas e industrialistas ocurrió en 2016 con el ascenso al poder en Estados Unidos del principal exponente de la corriente industrialista, Donald Trump, quien desde entonces ha impulsado el ascenso al poder de similares facciones en otros países, como Reino Unido, Australia, etc.

Esta “nueva derecha” sube al poder abanderándose de la reindustrialización de sus países, del abandono de las instancias corporativas como la Unión Europea (concretado por el Brexit) y la renuncia a seguir en guerras extraterritoriales, para dedicarse a reconstruir sus economías nacionales (burguesas claro). De hecho, se identifican a sí mismos como “patriotas” o “nacionalistas”. Tal corriente tiene su emulación en países periféricos con corrientes similares como Bolsonaro en Brasil, Dujarto en Filipinas, Añez en Bolivia, entre otros.

El tercer efecto fue la pérdida de la hegemonía norteamericana sobre la economía capitalista mundial debido a la potenciación de la economía China, el país más beneficiado por la desindustrialización de EEUU y Europa, convertido en la “fábrica del mundo”. No es casual que esto ocurra porque China se ha convertido en un polo de atracción económico que está dejando atrás a los norteamericanos como los hegemones del mundo. Este país convertido en la “Manzana de la discordia” entre las burguesías globalista e industrialista, brilla con luz propia y por eso está en la mira de esta ascendente burguesía industrialista mundial, por lo que no es casual que Trump dedique en su contra su retórica más agresiva.

En tal sentido también aquí aflora un segundo conflicto geopolítico mundial, entre el ascenso protagónico del Lejano Oriente, dominando económicamente el planeta bajo el liderazgo económico de China en alianza con otras economías menores como Rusia e India, y el decadente imperio norteamericano, liderando a una maltrecha Europa y Japón.

En lo inmediato, es decir para este año 2020, estos últimos dos conflictos giran en torno a las elecciones presidenciales de Estados Unidos en el mes de noviembre. Mucho de lo que ocurre en Estados Unidos y en el mundo se explica en gran medida por el impacto que pueda tener en dichas elecciones, pues en las mismas esta la posibilidad de asegurar o impedir, según sea el bando, la continuidad de Donald Trump para un segundo mandato.

Y el cuarto y no menos importante efecto es el estallido, previo a la pandemia, de una extraordinaria movilización social de masas en todos los continentes, en contra de las peores expresiones del capitalismo neoliberal y de los otros sistemas de opresión sociales y culturales.

En los últimos tres años se había abierto en todo el mundo una serie de conflictos entre los modelos neoliberales impuestos en todos los países y los Pueblos que se rebelan a aceptarlos. Este conflicto social estalló en muchísimos países (como Grecia, Chile, Francia, y muchos otros), en prácticamente todas las regiones y continentes del mundo.

Se le suma también el agotamiento de modelos de opresión basados en el racismo y en el patriarcado, que ha dado lugar al auge de poderosos movimientos indígenas en Ecuador y Bolivia, así como un movimiento internacional de las mujeres, que tuvo la capacidad de convocar la primera huelga internacional de mujeres el pasado 8 de marzo de 2020 y desarrolla una práctica revolucionaria en Rojava, Siria. Asimismo, poderosos movimientos estudiantiles también han surgido en esta coyuntura histórica por la defensa de la educación pública. Luchas antidictatoriales y prodemocráticas se han desarrollado asimismo en regiones como Hong Kong, Filipinas, y un largo etcétera de países. Tan grande es esta ola de luchas planetaria que solo puede compararse a la ola de luchas populares del año 1968, que dio pie para varios procesos revolucionarios en el mundo.

En resumen, antes de la pandemia el mundo estaba contorsionado tanto por una crisis económica inminente como por conflictos político de grandes proporciones en el corazón del mismo imperialismo, entre oriente y occidente, y por un creciente conflicto de lucha de clases que hace sonar las alarmas sobre potenciales revoluciones sociales. Las aguas agitadas del mundo actual anunciaban el derrumbe del orden establecido por el Consenso de Washington, herido de muerte, que es adversado y combatido en las calles por los pueblos, porque ya nadie está dispuesto a dejárselo imponer…. O al menos, no estaba.

Sigue parte sexta: La disputa por el nuevo orden mundial

 

CITAS Y REFERENCIAS  BIBLIOGRÁFICAS

  1. Al respecto, la BBC destaca en un reportaje lo ocurrido en esa ocasión: “¨Habíamos terminado los ensayos y habíamos pasado por el aspecto crítico de crear un proceso de producción de la vacuna a escala piloto¨, le dice a BBC Mundo la doctora María Elena Bottazzi, codirectora de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Colegio Baylor de Medicina de Houston y codirectora del Centro para Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas, en Estados Unidos. “Entonces fuimos a los NIH (Institutos Nacionales de Salud de EE. UU.) y les preguntamos: ‘¿Qué hacemos para mover rápido la vacuna a la clínica?’ Y nos dijeron: ‘Mira, ahorita no estamos ya interesados’”. La vacuna era contra el coronavirus que provocó la epidemia de SARS de 2002, pero como aquella epidemia que surgió en China ya había sido controlada, los investigadores nunca lograron obtener financiamiento. No fue la única vacuna que quedó suspendida. Decenas de científicos alrededor del mundo pararon sus estudios debido a la falta de interés y de fondos para seguir investigando”. Ver: Maria Elena Navas, reportaje para la BBC “Coronavirus: Como el mundo desaprovecho la oportunidad de tener una vacuna lista para hacer frente a la pandemia”, 9 de abril 2020, disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-52216766
  2. Ver; “La enfermedad, un negocio para la industria farmacéutica”, en Nueva Tribuna, 19 de agosto 2017, disponible en: https://www.nuevatribuna.es/articulo/sanidad/enfermedad-negocio-industria-farmaceutica/20150302105350113131.html
  3. Redacción de El Economista, 7 de mayo 2020, Disponible en; https://www.eleconomista.com.mx/mercados/NASDAQ-borra-peridas-del-2020-y-cierra-con-ganancias-20200507-0108.html
  4. Enrique Muñoz Gamara, “Segunda y última fase del capitalismo ha llegado a su límite máximo de desarrollo…lo demás es puro evolucionismo”, 10 de junio 2019, disponible en; https://kaosenlared.net/segunda-y-ultima-fase-del-capitalismo-ha-llegado-a-su-limite-maximo-de-desarrollolo-demas-es-puro-evolucionismo/
  5. Borísov, Zhamin y Makárova. Diccionario de economía Politica, https://www.eumed.net/cursecon/dic/bzm/l/leytend.htm
  6. Dierckxsens, Win, y Formento, Walter, “Crisis Mundial Biologica, Petrolera y Financiera Hacia un undo multipolar en 2020”, 19 de marzo 2020. Disponible en : https://www.nuevatribuna.es/articulo/global/coronavirus-guerra-big-data/20200319115355172305.html
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