Fotos y texto: Fernando Destéphen
Tegucigalpa.-“Desde las tres de la mañana estamos aquí”, me dice un hombre flaco que se pone a mi lado izquierdo, viste una camiseta y una calzoneta del equipo de fútbol español Barcelona, lleva una mascarilla de tela que se quita para hablar y confirma que desde la madrugada están allí, no sabe quién los convocó, pero llegaron a tomarse la calle para exigir que los dejen trabajar. Son cientos de taxistas afiliados a la Asociación de Taxistas de Honduras (Ataxish) que desde que comenzó la cuarentena están sin trabajar y por ende sin generar ingresos para sobrevivir.
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La constante queja es que a ellos como taxistas registrados legalmente los tienen encerrados, mientras que los “brujos” y los pick ups se mantienen trabajando, y las autoridades lo permiten cuando no los detienen. “Esas pailas suben gente y les cobran de 50 a 60 lempiras”, me dice otro ruletero, mientras salta en la calle cerrada en el Bulevar del Norte en la ruidosa ciudad de Comayagüela.
Los taxistas cerraron el Bulevar del Norte a la altura de la clínica periférica del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) de la colonia Santa Fe de Comayagüela, por alrededor de diez minutos, tiempo que aprovecharon para enfrentarse con sus competidores que recogían pasajeros.
Con el paso de las horas los directivos de la Asociación de Taxistas de Honduras (Ataxish) aparecieron con raciones de alimentos para sus compañeros mientras estos continuaban aglomerados, silbando y gritando “fuera JOH”. Algunos usaban mascarillas, otros no.
De la colonia Policarpo Paz (La Polo) bajó un pick up rojo con camper que llevaba pasajeros. A su pasó salió un taxista que lanzó un grito de repudio, mientras sus demás compañeros corren y bloquean el acceso. Al lugar llegaron dos policías que intentaron mantener el orden, pero desde atrás llegaron más taxistas, quienes zangolotearon el carro y bajaron a sus ocupantes, ante la mirada paciente de los policías que no hallaban qué hacer.
Después del ataque, el conductor del vehículo rojo se bajó a recoger dos tablas y gritó con nerviosismo, “les están dando de hartar y no dejan de joder”. Cerró la puerta de golpeado vehículo y se fue sin clientes.
La protesta se fue calmando y entre la muchedumbre apareció un hombre con una mascarilla azul y gorra desteñida, gritando a todo pulmón: ¡jugo de limón, si no le gusta no lo paga! El vendedor retaba de esa manera a los compradores con su tradicional marketing que, por cierto, tuvo impacto, porque le fue bien.
Mientras los ánimos se apaciguaban los taxistas hacían una fila para reclamar la bolsa de alimentos que les entregaban sus dirigentes y que fue gestionada con el gobierno a través de los activistas del Partido Nacional que rectoran el Instituto Hondureño del Transporte Terrestre.
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