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Tegucigalpa.-El 2 de septiembre de 1919 al llegar el general Vicente Tosta y sus tropas al cerro Las cumbres, a escasos kilómetros de San Pedro Sula, solicitó utilizar el teléfono de la casa de campo de Carlos Gastel, quien accedió amablemente. Tosta se comunicó con el comandante de la ciudad, coronel Joaquín Medina Planas, advirtiéndole lo fatal que sería luchar en la ciudad debido a que la mayoría de casas eran de madera y se ponía en riesgo la vida de las personas que no había podido huir, por lo tanto, le solicitó la entrega pacífica de la ciudad. La respuesta del comandante de San Pedro Sula, Medina Planas, fue tajante, “las plazas no se piden, se toman”. 2000 hombres componía sus fuerzas gubernamentales, más refuerzos que esperaban, con ametralladoras hotchkiss, remington 11 mm y cañones Krupp, listos para repeler el ataque rebelde.
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Estrategias: ataques y contra ataques:
A las 12:30 de la tarde las fuerzas gubernamentales al mando del general Teófilo Cárcamo atacan sorpresivamente a los rebeldes de Tosta en el cerro Las Cumbres, tras el duro ataque Tosta ordena replegarse en cerro El Perú con el objetivo de tomar mejor posición. Cárcamo inmediatamente informa cual cuartel de la ciudad que Tosta ha salido huyendo, era una equivocada apreciación. Una alegría de pocas horas se dibujó en los mandos gubernamentales en la ciudad, pero pronto vendría lo peor.
El contra ataque rebelde:
A las 3 de madrugada del 3 de septiembre Tosta ordenó un ataque sorpresa aprovechando que los hombres de las fuerzas gubernamentales dormían y había consumido aguardiente. El encargado del ataque era el general Natividad Pérez (indígena de Intibucá), quien con sus hombres se deslizaron sin hacer ruido ni encender luz, con sus camisas enrolladas en la cintura y con machetes afilados por ambos lados de su hoja.
El ataque fue cruel, mutilaciones y disparos a quema ropa marcaron el inicio de la batalla más cruenta de revuelta de 1919. El general Cárcamo y su columna, integrada principalmente por tegucigalpenses, se retira hacia San Pedro Sula, dejando en el camino decenas de sus hombres muertos.
San Pedro Sula bajo ataque:
A las 10 de la mañana del miércoles 3, Tosta ordenaba la ofensiva en la periferia de la ciudad, en el primer anillo de defensa de la ciudad. En los puntos de Arenales (salida a la Lima), el callejón Tepeaca (calle Jorge Larach) y la línea de ferrocarril.
La batalla por San Pedro Sula continuó día y noche desde ese miércoles hasta el viernes 5 en horas de la mañana, acordándose en las fuerzas rebeldes un alto al fuego para atender heridos, descansar y preparar el nuevo ataque. A las 2 de la tarde de ese viernes 5 se volvió a la ofensiva, peleándose en las calles de la ciudad toda la tarde y noche.
A las dos de la madrugada del sábado 6 entró un tren con refuerzos gubernamentales desde el sur, por Chamelecón, el cual fue atacado por los rebeldes, y los sobrevivientes se dispersaron. En la mañana los combates continuaban en distintos puntos, como el Cocal (hoy bulevar Morazán) y Los Potreros (ahora de segunda a octava avenida).
La batalla cuerpo a cuerpo en la calles de San Pedro Sula, donde las tropas gubernamentales había preparado trincheras, dejaba heridos y muertos en cada esquina. El carretero apodado “Juan diablo” con machete en mano acababa sin piedad con los heridos rebeldes que no habían podido ser rescatados por sus camaradas de armas (Luque, 1980). El último de día de la resistencia de la ciudad fue capturado por el mexicano sanguinario de las tropas rebeldes, coronel Alfonso Rosado, quien en venganza lo lanzó vivo desde el puente Shill de Puerto Cortés con un pedazo de riel atado a su pie para que se ahogara.
La caída de la ciudad y la renuncia del presidente en la capital:
Entre el 5 y el 6 septiembre, la ciudad de San Pedro Sula experimentaba el horror, cuerpos en descomposición tirados en medio del fuego cruzado, mientras que el saqueo de tiendas comenzaba, Juan R. López & Cía. (el almacén más grande de ciudad) fue totalmente arrasado.
Para la noche del sábado 6, las tropas gubernamentales dispersas y sin disciplina por el caos huyen de la ciudad, Tosta detiene a las tropas, pensando en una posible trampa, y espera el amanecer del domingo 7 para entrar a la ciudad (Alvarado, 1967). Cientos de muertos dejaba la batalla, muchos fueron incinerados y otros enterrados en fosas comunes, enterrados sin memoria en la ciudad que crecería rápidamente entre el olvido y sueño del desarrollo.
En Tegucigalpa el cónsul estadounidense, Sambola Jones, envió el día 6 una carta al presidente Bertrand incitando su renuncia, aunque el Presidente protestó por la actitud del diplomático, mediante una carta y un manifiesto, tras recibir informes desastrosos de los dos frentes de combate, puso la renuncia a favor del Consejo de Ministros. El presidente Bertrand salió junto a su candidato, Nazario Soriano, protegido por 200 hombre bien armados hacia el exilio, entre gritos e insultos. (Turcios, 1980).
El origen de la revuelta:
La revuelta había iniciado el 28 de julio, tras meses de polarización política que habían agudizado la confrontación entre los partidarios del candidato oficialista, Dr. Nazario Soriano, contra los partidarios de las dos facciones opositoras, los “nacionalistas” disidentes bajo el mando del ex presidente Alberto Membreño y la facción “liberal” del general Rafael López Gutiérrez, quienes acusaban al presidente de imponer un candidato para su continuismo en el poder. Aunque el Congreso convocó a elecciones en marzo, la confrontación se agudizó al punto de imponer acciones autoritarias y cierre de periódicos opositores, como El Cronista de Paulino Valladares.
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Un comentario
En 1919 aun no existía la telefonía en Honduras…..