Por: Galel Cárdenas
Vivimos la muerte. Vivimos un mundo que nosotros los dominados de esta sociedad no hemos escogido, construido o pensado. La muerte se nos ha impuesto como un castigo que el infierno y su cohorte nos ha erigido para que sigamos en la humillación, en el menoscabo, en la degradación y en la iniquidad.
Vivimos una ofensa, un desdoro, una catástrofe, una desdicha, que no hemos siquiera imaginado.
¿Quién podría imaginar el asesinato de nuestros jóvenes airados por los dictados enfermizos del enriquecimiento a costa de la estafa, del timo, el chantaje y el hurto y del poder omnímodo?
Qué secta de enfermos mentales esquizofrénicos, dementes, sicópatas, maniáticos, enajenados, toman las riendas del poder absoluto para decir sin pronunciar ni una palabra: el Estado soy yo, la ley soy yo, las órdenes de muerte soy yo, las órdenes del latrocinio soy yo, en fin, algo así como el Yo supremo, superior, el soberano soy, yo soy la vida y soy la muerte, soy el dios de este terruño angosto y desmirriado.
Vivimos la muerte en los hospitales, donde la harina y una pastilla se unen para aplicar la sentencia del término de la vida, una especie de masacre sin balas, ni látigos, ni palos, ni bombas.
La muerte es nuestra vestimenta y nuestros zapatos, nos la han colocado donde antes había vida, risa, sueños, celebraciones, sencillez y plenitud.
Hoy somos zombis, caminamos muertos, caminamos sin alma, andamos por senderos de espinas, sangrando, supurando, segregando, manando.
Sobre el alto campanario vemos los combates de las bestias, los bárbaros, los soldados, crueles y feroces, inyectados en la sangre por el odio y la ojeriza sin par, estrangulando mozalbetes, disparando las armas del oprobio y la desmesura inhumana.
Van abriendo testas los soldados agrupados en mesnadas de una rabia incomprensible, desnaturalizada, hiperbólica.
Se alimentan de putrefactos sustentos que son como el virus de la maledicencia, el vampirismo, la visceralidad asumida como una ruta de asesinato y tortura inconmensurable.
Es la carroña que ha cobrado vida, un monstruo que nacido del estiércol hoy asola como depredador salvaje todo aquello que huele a humanismo y utopía.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas
2 respuestas
Juan Orlando y su mara han hecho llorar a Dios.
HONDURAS SE ESCRIBE CON LLANTO PORQUE YA NI DIOS QUIERE A HONDURAS. ES EL MISMISIMO DEMONIO QUIEN ESTA DETRAS DE LA BANDA DEL IMPOSTOR ASESINO.