El demonio neoliberal

Por: Julio Raudales*

No hay palabra que haya sido más usada en los actuales círculos políticos e incluso académicos latinoamericanos de un modo tan indiscriminado, y sobre todo tan repetitivo, como la palabra neoliberalismo. Tanto que a veces se tiene la inevitable impresión que sólo es utilizada como medio retórico para descalificar opiniones divergentes. Basta que alguien se atreva a criticar a algún representante de las ideologías de desarrollo estatal, para ser calificado de inmediato como neo-liberal.

En gran medida, los llamados anti-neo-liberales, recurren a la palabra neoliberalismo de un modo muy parecido a los estalinistas cuando recurrían al concepto de burguesía. Todo aquello que discrepaba respecto al último informe de la URSS, era calificado por los comunistas de ayer como una representación de la ideología burguesa.

Lo dicho contrasta con el hecho objetivo que de los ideólogos que se denominan anti-neo-liberales, ninguno ha hecho jamás una crítica seria al llamado neo liberalismo.

¿Pero qué es el neoliberalismo? En primer lugar, hay que decir que lo que los políticos y críticos denominan neoliberalismo, no es una escuela de pensamiento (no conozco ninguna universidad o centro de análisis que se autodenomine neo-liberal), tampco en un cuerpo doctrinario homogéneo, sino un conjunto de diversas teorías económicas, muchas veces divergentes entre ellas. Unas, como las de Friedrich Hayek, Ludwig von Mieses, Carl Menger, se refieren fundamentalmente al significado del Estado en la economía. Las escuelas de Fribourg y Münich (Wilhelm Röpke, Alexander Rüstow), ponen el acento en la generación de los precios y de las ganancias, hasta llegar al monetarismo norteamericano de Milton Friedmann, quien ha propuesto controlar el área de la producción mediante el manejo de los mecanismos de la circulación de capital. Todo esto si cabe dentro de lo que los cientistas sociales denominan simplemente “liberalismo económico” o “clásico”.

Así como las teorías económicas de Ricardo, Smith y Marx son hijas de la máquina a vapor, las llamadas teorías neoliberales de nuestro tiempo son hijas de la  robotización, de la computación, y de la digitalización. 

El liberalismo es en gran medida un cuerpo de teorías macroeconómicas reactivas, es decir, de teorías que han surgido como respuesta teórica frente a transformaciones que han tenido lugar en los procesos de producción contemporáneos. Procesos que han incorporado una tecnología extremadamente ahorrativa de fuerza de trabajo, hasta el punto que ha tenido lugar -voy a utilizar por un momento la propia terminología marxista- una alteración de las relaciones entre capital variable y constante donde el factor trabajo propiamente tal se ha convertido en un agregado secundario y no esencial, como ocurría durante el periodo basado en la producción industrial clásica. O para seguir expresándome en jerga marxista: En virtud del desarrollo  (cualitativo más que cuantitativo) de las fuerzas productivas han tenido lugar modificaciones radicales al interior de la composición orgánica del capital.

Ahora bien, el uso y abuso indebido del concepto de neoliberalismo, que tanto caracteriza a las elites “izquierdistas” del pensamiento social latinoamericano -pensamiento que trabaja todavía con las categorías propias a la era de la máquina a vapor- no concuerda en modo alguno con la presencia real de los llamados neoliberales en la gestión económica de los diversos gobiernos.

Quien no me crea, pido que se tome la molestia de analizar el currículum de los ministros de finanzas y economía del continente. No hay casi ninguno, quizás ninguno, que pueda ser calificado como neo-liberal. Véase también los nombres de los principales profesores de economía en las universidades latinoamericanas. Los así llamados neoliberales, en el sentido verdadero y no ideológico del término, constituyen una minoría absoluta. Analíce usted las publicaciones de instituciones académicas, económicas y sociológicas. Casi lo único que es posible encontrar en ellas son enconados ataques al neoliberalismo pero, cosa muy curiosa y sintomática, sin nombrar jamás a un solo neoliberal, como si el neo neoliberalismo no fuesen los neoliberales sino un espíritu maligno que recorre el mundo y que de pronto se apodera de los seres humanos.

En sentido estricto, la contrapartida del liberalismo o del neoliberalismo es el keynesianismo. Los ideólogos del anti-neoliberalismo no se declaran, sin embargo, keynesianos. Ellos se declaran socialistas, y socialistas para ellos significa lo que siempre ha significado para todas las doctrinas antidemocráticas de todos los tiempos: el estatismo.

El socialismo ha sido y es una ideología del estatismo político. Si bien no todo estatismo es socialismo, todo socialismo es estatista. Por eso no ha de sorprender que donde más uso y abuso obtiene la palabra neoliberalismo es en aquellas naciones en donde desde los respectivos gobiernos se incuban proyectos autocráticos e incluso dictatoriales.

La verdad es que la contradicción entre neo liberalismo y socialismo no existe. Es una simple invención del estatismo antidemocrático de nuestro tiempo cuyo objetivo no es otro si no la apropiación del Estado a través de la alianza entre determinadas elites para-estatales y el populismo de masas.

El neoliberalismo, independientemente a su existencia real, cumple la función de operar como el polo ideológico negativo que requiere el estatismo para afirmarse a sí mismo. La verdadera contradicción, si elevamos el tema al plano político, es la contradicción de siempre, la misma que ha recorrido a las naciones latinoamericanas desde los momentos de su propia fundación hasta ahora.

Esa es la contradicción entre democracia y dictadura.

*Economista, exsecretario de Planificación y Cooperación Externa y Vicerrector de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Sígalo en Twitter: @RaudalesJulio y @criteriohn.

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