Por: Edgar Soriano Ortiz
Hijo de la primera mitad del siglo XX, tiempos de autocracia colonizada y disciplinaria a la cómoda tradición cuasi feudal. Hombre de principios libres de la segunda mitad del siglo XX y principios de la presente centuria, abierto a la transformación estética y la interacción comunitaria. Me cuesta poder clasificar y mucho menos entender a cabalidad el trabajo de Rafael, es sin duda un camino complejo y pluriversal como lo define el escritor Adriano Corrales en su tesis doctoral Teatro, comunidad, liberación e intercultualidad. El proyecto teatral de Rafael Murillo Selva-Rendon.
Los seis tomos de las Obras Completas recién publicadas por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras son una representación en el espejo de una historia dedicada a la búsqueda de formas culturales de interacción y estéticas libres al encuentro de esa corporalidad humillada pero capaz de expresarse en defensa de su espacio y tiempo.
El cuerpo, alma de la vida social, es la búsqueda estética de Rafael, no se pude permitir olvidarlo, tal como se puede discernir en lecturas desde Norbert Ellias hasta Jacques Le Goff. El olvido, definitivamente, está prohibido en la obra de Rafael, con tambores marcando el ritmo de una sociedad cohesionada por su libertad histórica en el “otro lado lejano” (Loubavagu) – que danzan con las almas- o una joven llamada Riccy Mabel llena de ideas sobre su futuro terminando su aliento ultrajada por la fuerzas impunes del “reino de la injusticia”.
Las andanzas de Rafael habían comenzado en la década de 1950, y en 1966 estuvo en los inicios del Teatro La Candelaria, experiencia que abrió sus ojos a la búsqueda en la escena humana e intercultural. La historia es vital, bajarla de la nube “liberal” para exponerla ha perspectivas reflexivas e intercambio de ideas en el teatro, rompiendo los límites intermedios del proscenio y de la toma de plaza como corporalidad de la memoria.
El Simón Bolívar encarnado en cada cuerpo en la plaza, camina descalzo sin zapatos de bronces en tierras colombianas, a la vez si frontera, pertenece al tiempo de construir la nacionalidad del subcontinente. Mientras que José Cecilio del Valle sacude los ropajes de “sabio” para venir a nuestro tiempo como prueba de lo importante que son las ideas para la ciudadanía.
Luego de sus estadías en Cuba, Francia, Sri Lanka o Guatemala Rafael se abrió paso con la experiencia del Teatro Experimental Universitario La Merced (TEUM) entre 1972 y 1977. Su trabajo mostraba la reflexión luego de haber leído y observado el trabajo de autores y directores como Luis Valdez, Peter Weiss, Bertolt Brecht, José Manuel Arce, entre otros. Mayo del 68, las voces y luchas de cambio en el sub mundo del sur, y la articulación con varios artistas a principios de la década de 1970, conocido y a la vez poco estudiado “movimiento de la Merced”, le permitió replantearse búsquedas a través de experiencias con montajes adaptados al contexto, sin limitarse a las copias o simplismos que en muchas veces se solía asumir a Brecht.
Tal como Brecht que se quedo detenidamente observado un espectáculo de la Opera de Pekín, entendiendo la importancia los símbolos y de la integración dramatúrgica de las relaciones socio-culturales en la escena. La historia, como pusiera en la escena de la intelectualidad y academia Karl Marx, es vital para entender la composición de la sociedad y sus relaciones de producción. En Rafael estos preceptos son básicos, pero indaga más allá de los esquemas teóricos internándose en la comunidad, condición sine qua non para su puesta en escena. Despreocupado de lo estéticamente correcto de la occidentalización global expone raíces y las ramas de las condiciones sociales en los distintos sectores de la población.
Finalmente Murillo Selva nos invita a entrar y salir de la escena a través de estos textos, como prueba de su compromiso con la memoria, como un llamado a descolonizar las relaciones socio-políticas. Busca generar conciencia en que la llamada “democracia” no es una formalidad de los paradigmas del viejo o renovado “liberalismo”, mucho menos creer que la institucionalidad limitada puede garantizar el respeto comunitario. El teatro es vida y está en constante movimiento, emociones y razones dialécticamente articulan la corporalidad del trabajo de Rafael, la “objetividad”, el “nivel” o las “formas teóricas” no deben limitar para buscar la profunda acción entre las líneas del teatro político Peter Weiss o la sátira de Moliere.
Con Rafael hoy celebramos entre preocupaciones y alegrías por las relaciones culturales de la gente, buscado romper el silencio y toda su simbología violenta. Recibimos estas obras escritas para entrar a la gran escena de la Honduras que necesita desatarse de las cadenas de la imposición…
Tegucigalpa, 10 de julio de 2017.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas