Resistir, insistir, huir, vivir en las Honduras

8M: Resistir, insistir, huir, vivir en las Honduras

Por: Jessica Isla

Por esos días, una hermana del olvidado coronel Magnífico Visbal llevó a la niña de siete años a la plaza, y porque la niña tropezó por accidente con un cabo de policía y derramó el fresco en el uniforme, el bárbaro lo hizo picadillo a machetazos y decapitó de un tajo a la abuela que trató de impedirlo…” Fragmento de “Cien años de Soledad” en adaptación libre y feminista.

Creo que aparte de las piedras que seguro lanzarán los policías tercermundistas de la RAE en nuestra aldea, la adaptación del texto de García Márquez habla por sí misma. Esta escena bien puede ser la que vemos repetida una y otra vez en los últimos tiempos, a través de la radio, la televisión y las redes sociales: el espanto de los femicidios que por primera vez en más de veinte años por fin, ocupan una primera plana y no necesariamente para decir cómo los hemos erradicado, sino más bien, como se han intensificado con otrora inconcebibles métodos de tortura y exposición que nada tienen que envidiar a los métodos utilizados en la conquista de estas tierras. Si acaso, solo los superan en la barbarie de la exposición.  El hecho es que el asesino no es el extranjero que llega a ocupar un territorio, más bien es el hombre enmascarado en la justificación del amor romántico, de aquel que dice que la mató porque la amaba demasiado o aquel que la mató porque se negó a hacer lo que el ente superior ordenaba: desde negarse a limpiar la mesa o a ser reclutada (ella o sus hijos/as) por las redes de crimen organizado.

Hace dos días, el Foro de Mujeres por la Vida, red que aglutina a varias organizaciones de mujeres y feministas independientes a nivel nor-occidental llamó a una Caravana Feminista por la vida, la esperanza y nuestro país, logrando que la terminal de autobuses de San Pedro Sula se llenará de mujeres luchadoras y esperanzadas que en su manifiesto final planteaban: “Somos las que no callaremos, las que no dejaremos de soñar. Las que perdimos el miedo y no pararemos hasta recuperar nuestra matria”. Mientras en Tegucigalpa, organizaciones como Visitación Padilla, Calidad de Vida, Las Hormigas y La Tribuna de Mujeres llamaban a una alerta diciendo: La Matria continúa bañada en la sangre de mujeres. Nos faltan 61 ¿Cuántas más? Estas son las realidades que nos obligan a huir, a escapar para salvar la vida.  

En una época que hasta la Coca-Cola se declara “orgullosamente femenina desde 1886 y empoderando a las mujeres en el 2020” porque es políticamente correcto (el mercado capitalista siempre ha utilizado de forma inteligente, las demandas masivas y populares a su favor) es difícil tener un discurso que marque la diferencia. Sin embargo, nosotras, las feministas del mundo y particularmente las latinoamericanas) hemos mantenido nuestras demandas desde hace décadas y las hemos ido adaptando de forma creativa en un hilo que podemos rastrear desde Mujeres Creando en Bolivia con su poesía grafitera, las Feministas en Resistencia en Honduras y Costa Rica denunciando los Golpes de Estado y el Golpe a las mujeres, las mexicanas rociando brillantina rosa a las fuerzas policiales y de forma reciente el performance de Las Tesis en Chile: Un violador en tu camino y eso solo por mencionar algunas. Toda una fuerza que ha movido el mundo y que demuestra nuestro insistir.

Honduras ya sabemos, uno de los países más pobres y golpeados por el neoliberalismo + extractivismo y otras maravillas de necro-política moderna es también el escenario no solo de periodistas nacionales sin escrúpulos, si no también de internacionales que quieran ganar fama a costa de y cito: “Sobrevivir en uno de los países más violentos del mundo”. Hace poco leía con profundo asco, el top de los libros de Sociales en una de las librerías virtual más conocidas: Honduras a ras de suelo de Alberto Arce, quien dedica su libro a dos de sus mujeres queridas (intuyo su compañera y su hija), por ser la razón de “aguantar tanto tiempo en Honduras”. Con un prólogo de Manuel Jabois, que ensalza el valor del periodista por permanecer en Centroamérica, en una especie de cófrade masculina, que justifica su labor, por dar voz a la historia de América Central.

¡Pobres de nosotras, si no tuviésemos a estos valientes guerreros que sacrifican su vida por darnos voz!, esa voz que solo habla de tragedias/asesinatos/masacres y que después de un tiempo, vuelve segura a su casa de Primer Mundo, lejos de estas barbaries, al estilo de “Un Mundo Feliz” de Huxley, donde los Alfas cada cierto tiempo visitan a manera de estudio, las zonas salvajes (que podrían interpretarse como nuestros países de tercer mundo) para conocer de primera mano sus formas de vida, su barbarismo y de paso consagrar con este estudio, su futuro intelectual. Nada dicen desde luego, de la ternura y el abrazo entre compañeros y hermanas, de la taza de café y el pan compartidos en el calor de las tardes, de la venganza del pueblo con memes y risas, de la fuerza de sus mujeres, los juegos de nuestros niños y niñas, de las luchas que si hemos sostenido.

No, es mejor burlarse de una ciudad que denominan Tegucicráter (cuando no los escuchan los hondureños dice el libro) o en la imposibilidad del calor de San Pedro Sula, más vale más fijarse en cada defecto y grano, cada pústula, para narrarla con lujo de detalle, evitando los pliegues de afecto y solidaridad que les reciben, por que al fin y al cabo, eso está muy alejado del morbo que vende y que es un discurso que estos hombres están ayudando a posicionar, tal como fuese hace unos años la venta del México narco estilo western norteamericano. Y falta que se ceben con el coronavirus, que seguro nos devastará, pero no más que lo hace el asesinato de las defensoras de la vida, de las mujeres, de los jóvenes o el reciente rapto y desaparición de niños y niñas. Si es posible, solo agregaría otro elemento más para continuar con la historia sangrienta estilo “slasher” o “final girl”. Más leña para un fuego que ha demostrado venderse bien.  

Todo este preámbulo no es para negar estas realidades que hacen que hombres y cada vez más mujeres con sus hijos e hijas huyan de sus casas y de nuestro país, porque eso sería absurdo e ingenuo. No, no es eso. Es para decir que estoy cansada de los mismos huevones estilo cowboys que se “atreven” a adentrarse a nuestro país como a cualquier otro latinoamericano. Me cansé de escuchar su voz validada (y muy bien vendida) sobre los horrores a los que nosotros y nosotras como pueblo vivimos cada día, pero que con la misma fuerza resistimos, por obligación o por opción. Me cansé de leer esas voces que no dan cabida a la luz y a la esperanza que construimos necios y necias, desde adentro.

Tal vez el mensaje en este 8M de 2020 es para nosotras las latinas, las centroamericanas y en particular las hondureñas, incluyendo las migradas y desplazadas, las que están en el exilio: resistir todo lo que podamos, porque no solo somos muerte, ni fatalidad, porque luchamos contra la necropolítica diariamente desde nuestros cuerpos y vidas, desde nuestros ríos y montañas. -Vamos a ganar esta lucha…me lo dijo el río- diría en su momento, Berta.  Así que no podemos negar que hay fuerza en nuestras luchas, hay poder, hay alegría frente al dolor al mismo tiempo, hay vida frente a la muerte, porque insistimos pese a los golpes, en levantar en andamios la esperanza”, como palabras de nuestra Clementina Suárez.  Para las que tenemos que huir y para las que elegimos regresar a esa Honduras herida, estamos en el camino, recuperando nuestra palabra, raptada y envilecida por machos y medios ansiosos de reconocimiento, venta y fama. No deberíamos aceptar ese destino de tierra salvaje, el más puro estilo imaginario patriarcal: la eterna, indomable y violenta mujer que hay que someter, lo abyecto femenino diría Julia Kristeva: aquello que hay que prostituir al mejor postor, que hay que evidenciar como la fiera o el monstruo que es, sin posibilidad de redención, una Gorgona moderna que transforma a sus visitantes en piedra o peor una Circe que los convierte en cerdos destinados a la hoguera, si no logran escapar a tiempo.  

Huir si, para salvar la vida, cuando sea necesario. Huir para no ser la víctima propiciatoria de ningún sacrificio ritual masculino, para seguir luchando y algún día volver. Caminar para las que quedamos y decidimos permanecer, re inventando y sosteniendo los discursos y posicionamientos, desde la ternura y el grito, desde la difícil construcción de la sororidad. Porque insisto en que nosotras seremos la fuerza incontenible que derrumbará muros, estacas y paradigmas a punta de desnudar lo podrido de todos los sistemas patriarcales y de los tipos que lo representan y que muchas veces nos persiguen, llámese este compañero, pareja, amigo o patrón, de derecha o de izquierda, dictador o trabajador.  Se va a caer porque nosotras lo vamos a tumbar, aunque sea dentro de diez, cien o mil años, (si no lo vemos nosotras, alguna/algún descendiente si lo hará) y porque siguiendo la utopía feminista no re-escrita de Cien Años de Soledad, ésta diría:

“Para la coronela Aureliana Buendía fue el límite de la expiación. Se encontró de pronto padeciendo de la misma indignación que sintió en la juventud, frente al cadáver de la mujer que fue muerta a palos porque la mordió un perro con mal de rabia. Miró a los grupos de curiosos que estaban frente la casa y con su antigua voz estentórea, restaurada por un hondo desprecio contra si misma, les echó encima la carga de odio que ya podía soportar en el corazón. -¡Un día de estos-gritó-voy a armar a mis muchachas para que acaben de una vez con estos asesinos de mierda!.

 Y si, porque ese día, estaremos, como lo estamos hoy, si acaso doblemente armadas de fuerza, de palabras y ternura, de creatividad y razones de vida, con el pecho abierto o acorazado, sobreviviendo el horror desde la realidad del amor colectivo que insurrectas insistimos en construir/resistir como lo hemos hecho siempre, pese a lo que diga cualquier facho.

 

 

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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