Por: Redacción CRITERIO
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Tegucigalpa.- El primer impacto que sufre una comunidad es que rompe el tejido social de los pueblos porque la mayoría de estas concesiones no han sido consultadas con los pobladores entonces las comunidades se ven desplazadas y cambiado su hábitat y se dan los enfrentamientos entre los vecinos porque hay quienes creen que se les va a dar un empleo.
En toda comunidad en la cual se está instalando un proyecto extractivista o de energía, afecta directamente su medio ambiente porque si es fotovoltaica como está sucediendo en la zona sur in mediatamente aumenta la temperatura, las concesiones relacionadas con Palma Africana y para proyectos hidroeléctricos dañan las fuentes de agua y por ende la vida y la salud de los pobladores, dijo Reina Rivera Joya, coordinadora de Diakonía para Honduras.
Una vez que estos proyectos operan hay afectaciones de contaminación como es en el caso de la minería metálica que provocan enfermedades en la piel y diferentes órganos y lo más fuerte es el agotamiento del agua potable para su subsistencia.
Al final esas comunidades terminan desapareciendo y sus pobladores son forzados a emigrar porque ya no pueden vivir en una tierra sin agua y que lo único que produce son enfermedades.
La minería en América Latina y particularmente en Honduras no ha dejado ninguna ganancia ni siquiera en términos de impuestos que pagan estas empresas al país o a las municipalidades.
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“Como dice la canción de los Guaraguao, se llevan los mejor de nuestra tierra y solo nos van dejando miseria y sudor de obrero”, dijo Rivera Joya.
En respuesta a lo manifestado por José Galdámez, ministro de MiAmbiente que “quienes andan opuestos a los proyectos de minería e hidroeléctricos son cabezas calientes”, Reina Rivera dijo que, “tiene razón porque los defensores de la tierra y los recursos, tienen la cabeza caliente porque cada vez se tienen más directos los rayos del sol sobre las cabezas, y cada día hay menos bosques y menos agua para bañarse y para los cultivos”.
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