Por: Tomás Andino Mencía
Oh, Coronavirus. Sea cual sea sido el origen de este “bicho”, ha cambiado las prioridades políticas en el mundo y en el país. En todo el planeta y en Honduras no se habla de otra cosa que de esta pandemia. El foco de la atención del Pueblo ha pasado en menos de una semana de JOH y las elecciones a cómo protegerse del Coronavirus.
La histeria también ha disparado el consumismo y ha fracturado los vínculos comunitarios y sociales necesarios para organizar respuestas colectivas. Las personas a lo sumo solo piensan en proteger su familia y en protegerse a sí mismos; mientras el resto “que se salve quien pueda”.
El instinto de conservación básico aflora en su versión más primitiva. El sentido de hacer las cosas juntos, la solidaridad con el otro y el sentido de cuerpo como movimiento social, están desvaneciéndose en un gel para lavar manos. La vida social se desintegra y las organizaciones casi están con salones vacíos. Son pocos y contados quienes escapan a esta tendencia. Y esto es solo el comienzo. A medida que se notifiquen los decesos, el pánico será mayor. Hay que prepararse para ello.
El gobierno de JOH, independientemente de cuanto lo detestamos, ha demostrado tener mucha más claridad de lo que quiere y de aprovechar coyunturas como esta para lograr sus objetivos, en cambio la oposición social y política ni siquiera logra tener objetivos comunes.
El régimen es consciente de que el pánico juega a su favor. Ni corto ni perezoso recientemente aprobó la Ley de Aceleración Económica y de Protección Social contra el Coronavirus dándole un golpe demoledor al sistema de salud pública, sin que el liderazgo opositor tenga condiciones de movilizar a nadie en estas condiciones.
Por tanto, el movimiento popular organizado debe hacer una revisión de sus estrategias para enfrentar esta realidad, basándose en los hechos y no en nuestros deseos, sin perder el objetivo final. El Fuera JOH hoy día no puede tener el mismo contenido de hace poco. Antes significaba poner el énfasis en su naturaleza corrupta, criminal, narcotraficante. No es que haya dejado de ser importante, ni que dejemos de decirlo; pero siendo realistas, hoy día a pocos les importa eso; la gente está preocupada por la necesidad de la SUPERVIVENCIA.
Como están las cosas hoy, solo los más conscientes, una minoría, está pensando en los juicios de New York o en las elecciones. La gran mayoría está pensando en cómo sobrevive a esta pandemia. Ese es el estado de consciencia de la gente; es la base de la que tenemos que partir.
El otro aspecto para considerar es que la gente no está dispuesta, por ahora, a salir a la calle, que es un elevado grado de movilización. Es algo que me cuesta admitirlo, pero es real. Por tanto, aquí es donde tenemos que operar al primer cambio: modificar el significado del verbo movilizar-
Movilizarse no sólo es salir a la calle. En una situación como la actual, el grado más básico de movilización es la reconstrucción del vínculo con el otro, con mi hermano de clase, con mis camaradas. Es ser solidarios entre nosotros mismos, ayudándonos en nuestros problemas. Es volver a lo básico, a la célula del movimiento popular.
Movilizarse es evitar ir a los grandes supermercados a comprarle a nuestros enemigos, sino comprarle a los nuestros, a los humildes microempresarios, que hoy deben estar pasándola mal.
Es averiguar quiénes de nuestros compañeros o compañeras, vecinas o vecinos no tienen agua, alimentos básicos o medicamentos, y organizarnos para conseguirlos. Es hacer ollas populares si es necesario; brigadas médicas o psicológicas ambulantes que visiten a quienes lo requieran, por supuesto guardando todos los cuidados.
Es educar a las y los compas por internet, informándoles de lo que pasa, orientándoles, dándoles ánimo y tareas. Organizar grupos de Whatsapp para vigilar la salud de todas y todos, en especial de las y los más vulnerables.
Es depositar nuestros recursos en las cooperativas, más ahora que la posibilidad de un “corralito” bancario no es lejana, debido a la recesión económica.
Movilizarse es preparar nuestro propio gel y no el que nos ofrece la oligarquía (además de que no se encuentra).
Esos son algunos ejemplos de lo más básico que significa movilizarse en tiempos de coronavirus. Puede parecer demasiado elemental, pero estos son las vocales de un movimiento popular que busca reconstruirse.
Si practicamos este tipo de solidaridad, estaremos en poco tiempo en condiciones de hacer tareas más complejas. La gente podrá animarse a salir a un plantón, a un pequeño piquete, a una manifestación, a tomas más atrevidas, a no pagar impuestos, hacer paros locales o nacionales, y así por el estilo, seguros del apoyo de sus compañeros de grupo.
Las causas por las cuales movilizarnos, relacionadas con esta peste, sobran. Por ejemplo: La lucha por la dotación de agua, de medicamentos, de alimentos, de seguridad y de vacuna gratuita a las comunidades, entre otros aspectos relacionados con el tema de principal preocupación de la población. Pero también el apoyo a los trabajadores de la salud que exigen condiciones de trabajo adecuadas en los hospitales.
No es abandonar totalmente lo que veníamos trabajando sino enfatizar en esto.
Y por qué no! SI las cosas mejoran podríamos organizar un Paro Nacional negándonos a ir a trabajar mientras nos apoyamos entre nosotros mismos para sobrevivir. Pondríamos en “cuarentena” al mismo gobierno hasta que caiga. NO hay sistema capitalista que lo resista.
En consecuencia, la peste actual no solo nos trae desgracias, sino también oportunidades. Las condiciones son difíciles, es cierto, pero no hay otra opción pues este es el único país que tenemos. Y para rescatarlo solo tenemos que usar la cabeza, o, mejor dicho, nuestras cabezas.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas