Por: Ernesto Talvi*
MADRID – Treinta y cinco años después de que el expresidente de la Reserva Federal de los EE. UU. Paul Volcker dejara el cargo (y casi tres años después de su muerte), la mera mención de su nombre aún produce escalofríos en los latinoamericanos que recuerdan la devastación económica causada por su cruzada contra la inflación galopante a principios de la década de 1980.
Con la inflación actual en los EE. UU. en el 8,3 %, en agosto, el máximo en cuarenta años, el presidente de la Fed, Jerome Powell, reafirmó recientemente el firme compromiso de aumentar las tasas de interés lo que sea necesario para controlar la inflación, lo que llevó a muchos a preguntarse si América Latina está adecuadamente protegida contra el daño colateral de otro “Momento Volcker».
La respuesta corta es sí, porque no habrá ninguno.
En abril de 1980, los precios al consumidor en los Estados Unidos aumentaron a una tasa anual del 14,6%, y la Fed de Volcker respondió de manera furibunda. La tasa de referencia de los fondos federales aumentó del 9,9% en julio de 1980 al 22% a fines de ese año, lo que provocó una recesión profunda y prolongada en 1981 y 1982. La tasa de desempleo de EE. UU. se disparó y tardó tres años en volver a su nivel previo a que Volcker comenzara su cruzada antiinflacionaria. El dólar estadounidense se apreció un 50 % frente al marco alemán, entonces la moneda predominante en Europa, y los precios de las materias primas se desplomaron.
Funcionó: las medidas drásticas de la Fed finalmente controlaron la inflación. Pero la victoria de la Fed contra la inflación le costó muy caro a América Latina, gracias al cuádruple golpe de tasas de interés altísimas y recesión en EE. UU., apreciación del dólar y la caída de los precios de las materias primas. Sobreendeudamiento, default reestructuración de la deuda soberana, quiebras bancarias e inversión deprimida llevaron a una “década perdida” de crecimiento negativo del PIB per cápita y a un gran sufrimiento humano, con más de 20 millones de personas cayendo en la pobreza extrema. La región comenzó a recuperarse recién en 1989, luego de una reestructuración masiva de la deuda externa promovida por el entonces secretario del Tesoro de los EE. UU., Nicholas Brady.
Por supuesto, la década perdida de América Latina no fue solo obra de la Fed. La deuda externa de los países de la región había aumentado significativamente desde mediados de la década de 1970, debido al reciclaje de petrodólares por parte de los bancos internacionales, luego de que los precios del petróleo se cuadruplicaran en 1973. En 1980, cuando las tasas de interés de Estados Unidos se dispararon, la deuda externa en América Latina se situaba en 1,8 veces el valor de las exportaciones anuales. Hoy, la relación entre la deuda externa y las exportaciones de América Latina es idéntica al nivel de 1980 y dos veces más alta en relación con el PIB.
Pero el temor a otro “Momento Volcker” es infundado, debido a las propias vulnerabilidades de la economía estadounidense. Mientras que la deuda total de los hogares, las empresas y el gobierno federal de los EE. UU. era equivalente al 100 % del PIB en 1980, hoy esa proporción asciende a la friolera del 220 %. A pesar de la dura retórica de Powell, la Fed no llevará adelante aumentos agresivos de las tasas de interés al estilo Volcker como muchos expertos creen que son necesarios. Enfrentada a una elección entre permitir que la inflación supere su objetivo y aumentar las tasas de interés sustancialmente por encima de los niveles de inflación actuales, la Fed elegirá lo primero.
La razón es sencilla: elegir lo último podría desencadenar una crisis financiera y económica interna. En 1980, los países latinoamericanos altamente endeudados pagaron un alto precio por las medidas antiinflacionarias de la Fed. Y aunque el endeudamiento externo de América Latina es tan alto como entonces, la diferencia hoy es que los EE. UU. también está muy endeudado.
La natural preocupación de la Reserva Federal por la salud del sistema financiero de los EE. UU., le pone un límite a la rapidez y la magnitud con que puede aumentar las tasas de interés. Un aumento pronunciado de las tasas de interés en una economía estadounidense altamente endeudada asestaría un fuerte golpe a los balances de los hogares, las empresas y posiblemente el propio gobierno Federal, generando una ola de bancarrota e insolvencia que comprometería la estabilidad de todo el sistema financiero.
Esto implica que lo más probable es que la inflación supere el objetivo de la Reserva Federal del 2 % en el futuro previsible. Como beneficio no buscado, una inflación superior a la meta ayudará a diluir los altos niveles de endeudamiento. A principios de la década de 1980, la Fed no tomó en cuenta el impacto potencial de sus decisiones en América Latina. Eso no ha cambiado. Lo que ha cambiado, y lo que protegerá a la región de otra década perdida, es que esta vez es en el interés de los EE. UU. evitar aumentos drásticos en la tasa de interés. La actual cruzada antiinflacionaria de la Fed ciertamente no estará libre de turbulencias, pero América Latina, y también el resto del mundo, pueden respirar aliviados.
*Ernesto Talvi, ex Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, es Senior Fellow del Real Instituto Elcano en Madrid.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas