Por: Nicole Vaquero
Hace poco más de un mes un muy buen amigo me recomendó unas clases de baile. Me dijo que no solo era bueno para lo de la bailada, pero una excelente manera de liberar endorfinas.
Yo estaba resuelta en ir. Muy emocionada tenía todo planificado, pero, como siempre, apareció un compromiso, trabajo, y falta de tiempo. Nunca fui a las clases tan recomendadas por mi amigo.
Debo de decirles que soy una pésima bailarina, la persona más descordinada y dura que van a conocer en sus vidas. No entiendo en lo más mínimo como la gente mueve la cadera, junta los pies y mueve los brazos todo al mismo tiempo, y con un ritmo espectacular, cuando yo ni siquiera coordino mis palabras con mis pensamientos.
También resulta que una amiga me invitó a un evento de su trabajo donde todos los viernes hay convivios y parte de ese convivio es la tan temida bailada. Dios me ha dado muchas cosas, pero todavía le hace falta regalarme la pena, ya que sin importar qué tan feo baile siempre bailo y la gozo. Las parejas de baile siempre me quieren dirigir, pero honestamente me da nervio así que sigo mi propio son. Total que, después de las últimas experiencias, decidí meterme a las clases de baile, pero hasta el próximo año.
Esta semana leí que los seres humanos ya cuando nos encontramos en esta época del año renunciamos a todo. Todo lo que no terminamos o no cumplimos lo dejamos para el año siguiente. Nuestras metas se van postergando a medida que el tiempo va pasando. Todos tenemos miles de metas a corto, mediano y largo plazo, pero ahorita que ya vemos que el año está por terminar decimos “ay, hasta el otro año será.”
Lo decimos para todo y en todos los niveles. Lo decimos en los trabajos cuando no resolvemos o vemos algo complicado, en nuestro hogar, en nuestra vida personal, las dietas, los amores, etc. Todo lo potencialmente realizable lo queremos dejar para el año que comienza y todavía nos queda mucho de este año por aprender y por vivir.
¿Cuántas son las veces que pensamos, “ya no alcance hacer tal cosa este año, será el otro”? Hasta adquirimos un especial tono de voz como de dejadez y displicencia. Yo me puse a pensar en mis tan temidas, pero a la vez añoradas, clases de baile y me di cuenta de todo lo que estaba renunciando porque podía empezar con estos propósitos el otro año. No es así; cada año trae con él sus propias metas y sus propios afanes y debemos estar listos para enfrentarlos con todo y poder ser lo más felices posible.
Cada día es un milagro que Dios nos regala y tenemos que hacer lo máximo de él, hacer lo impensable y lo insuperable con nosotros mismos.
Les puedo decir con bastante orgullo que tengo 4 días de estar bailando con unos vídeos que encontré. Es verdaderamente desastroso, pero ya iré algo mas coordinada para cuando me toquen las clases de verdad.
Los animo a que mediten lo que todavía están a tiempo de realizar y lo hagan, arriésguense a vivir cada día de su vida como si fuera el último, no se van a arrepentir nunca.
¡Feliz Viernes!
-
Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas