Por: J. Bradford DeLong
BERKELEY – «Es casi como si supieran que Trump no hablaba en serio». Así describió el columnista de Bloomberg John Authers la reacción de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, y del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, a la amenaza injustificada del presidente estadounidense de imponer a sus países aranceles del 25%. La medida se pospuso justo antes de la fecha de entrada en vigor prevista. La razón, según Kelly Ann Shaw, ex asesora de Trump, fue que los vecinos de Estados Unidos «se sentaron a la mesa … con compromisos que dieron una respuesta satisfactoria a las preocupaciones del presidente».
Pero, ¿qué ofrecieron Sheinbaum y Trudeau? Por lo que puedo decir, se comprometieron a hacer cosas con las que ya se habían comprometido, aunque con algunos gestos simbólicos adicionales, como la creación de un nuevo «zar del fentanilo» canadiense. Me recuerda el 21 de enero de 2025 (una fecha que ya se ha perdido en las brumas del tiempo), cuando Trump anunció que OpenAI, SoftBank y Oracle se embarcarían en un enorme proyecto de infraestructura de IA que promete crear «más de 100 000 puestos de trabajo casi de inmediato». La periodista de la CBS Jennifer Jacobs salió de ese evento convencida de que «se espera que las empresas destinen 500 000 millones de dólares a Stargate en los próximos cuatro años», aunque «no se dieron detalles del nuevo acuerdo».
En realidad, no habrá 500 000 millones de dólares, y el proyecto no era nuevo (los planes habían empezado mucho antes de la asunción de Trump). No se movilizará en lo inmediato nada cercano a los 100 000 millones de dólares (mucho menos 500 000 millones), ni se crearán 100 000 puestos de trabajo. Bienvenidos de nuevo al caos que reinó durante la primera presidencia de Trump (2017‑20).
Pero en los próximos cuatro años no habrá sólo caos. El segundo gobierno de Trump también implementará políticas con efectos casi seguramente dañinos para los Estados Unidos. Dejando a un lado las deportaciones, las rebajas impositivas para los ricos, las medidas simbólicas para atizar la guerra cultural (prohibir cualquier mención a la «diversidad») y los esquemas para extraer grandes sobornos de empresas y otros actores privados, nadie sabe cómo será la agenda del nuevo gobierno. Pero sería un error concluir que Trump II es un tigre de papel.
Sin importar lo que traiga el futuro, hay que recordar que el principal objetivo de cualquier declaración de Trump es llamar la atención. Cada vez que una propuesta apresurada genere un rechazo importante (sobre todo del mercado), se la descartará sin hacer ruido, con tal que el ciclo de noticias inmediato pueda cerrarse con una declaración de victoria.
Ya hemos visto a Shaw hacer una declaración de esa naturaleza en el caso de los aranceles; y Jacobs se apresuró a transcribir la cifra (puramente aspiracional) de los 500 000 millones de dólares. Ahora Trump puede afirmar que ha superado los 280 000 millones de dólares de la Ley de CHIPS y Ciencia de Joe Biden, y los trumpistas y otros estadounidenses desinformados le creerán. Es verdad que a Elon Musk (que viene haciendo las veces de copresidente) le dio una rabieta tras el anuncio de Stargate, y señaló que «no tienen el dinero». Pero estamos hablando de un hombre que afirma que en los próximos dos años, todos los Teslas que hoy están en circulación se convertirán en cibertaxis automatizados sin conductor.
¿Cómo deberíamos reaccionar los que queremos informar a la gente y promover la razón pública, frente a este teatro de engaños del que sabemos que es un 90% de espejismo y un 10% de caos destructivo? La mayoría hacemos lo que podemos. Por ejemplo, Michael R. Strain, del Instituto Estadounidense de la Empresa, se mantiene firme en X (antes Twitter) para explicarle a la gente que los aranceles con los que amenaza Trump pueden ser tan destructivos para la economía estadounidense como lo fue el Brexit para la británica:
«El vicepresidente sostiene que el presidente Trump vela por los intereses de los ciudadanos estadounidenses, pero los aranceles aumentarán los precios para los consumidores y reducirán las oportunidades de empleo fabril. La primera guerra comercial del presidente Trump aumentó los precios al consumidor, redujo el empleo fabril y restó competitividad a la industria local, y no logró bajar el déficit comercial. Es probable que el efecto sobre los precios, el empleo y la competitividad de la segunda guerra comercial sea peor. La primera guerra comercial afectó a 380 000 millones de dólares en importaciones. Esta afectará a 1,4 billones de dólares. Y con Canadá y México, la integración económica es sustancial».
Strain tiene toda la razón. Pero lo que Estados Unidos necesita con urgencia son medios de comunicación que se tomen la molestia de distinguir entre las declaraciones de Trump que tienen detrás equipos de funcionarios y burocracias con intención de ponerlas en práctica y las que no. Hoy, en el cuerpo de prensa de la Casa Blanca hay demasiados medios prestigiosos a los que les interesa más ser parte del espectáculo que analizar lo que ven.
J. Bradford DeLong, ex secretario adjunto del Tesoro de los Estados Unidos, es profesor de Economía en la Universidad de California en Berkeley y autor de Slouching Towards Utopia: An Economic History of the Twentieth Century (Basic Books, 2022).
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