¿Qué significa ser un defensor de la vida en Honduras?

 

Por: Ariel Antonio Varela

En la época del consumismo y el materialismo en un sistema capitalista neoliberal en donde se busca la felicidad por medio de la acumulación material, relegando la riqueza espiritual, el bienestar común y segundo plano de efímera relevancia. Ante esto una gran crisis se cierne sobre los países en vías de desarrollo pues para sostener la gran ola de consumismo en este mundo capitalista son los países del llamado «tercer mundo» utilizados como fuentes de materias primas necesarias y mano de obra barata para sustentar el consumo desmedido de los países del primer mundo; esto, junto a otros elementos como el chantaje financiero y la superioridad militar,  evidencia una relación de opresión por parte de los países desarrollado hacia el resto.

La codicia imperial ha sido por siglos la maldición de los países oprimidos. El Neoliberalismo que impone, por segunda vez desde la ola de Tatcher y Reagan, la liberalización de la economía y el comercio, que más que liberización es una desregularización, sumado a ello la reducción del gasto público para todo aquello que no sea rescatar la fortuna de los ya ricos, y el despojo de la economía, recursos naturales y funciones del Estado para entregárselas un minoritario sector privado.

Esto perjudica por sobre todo a las clases populares que poco a poco, por todo el orbe, ven como sus dificultades para acceder a derechos como la asistencia médica y la educación, o que como en áreas rurales sufren el acaparamiento y despojo de la tierra, los bienes comunes y de la naturaleza.

La primer ola de neoliberalismo surgido a raíz de la «Gran Depresión» de los años 30 en el siglo pasado vino a experimentar la segunda ola en la década de los 80 por impulso de las políticas económicas de la Escuela de Chicago encabezada por Milton Friedman e impulsadas por Ronald Reagan y Margaret Tacher, quienes o bien «convencieron» al mundo (y en casos como el de Chile, lo impusieron por las armas) de que «haciendo más ricos a los ricos, estos después derramarán sus riquezas sobre los pobres»; tal falacia ha desembocado en perjuicio de millones de personas y la riqueza nunca llegó a los sectores más desfavorecidos por el sistema.

El nuevo fracaso del sistema financiero mundial conocido como la «Gran Recesión» (2007 – 2008) no ha impedido que esta doctrina continúe, impulsada ahora principalmente por clientelistas y dictadores electos e impuestos que son afines a los intereses hegemónicos del Imperio Estadounidense cuyo gobierno no es más que una pantalla delante del verdadero poder que son las grandes corporaciones, que imponen sus intereses a los gobiernos y estos con su autoridad a los pueblos.

El país opresor juntó a las grandes corporaciones hegemónicas se aprovecha de la necesidad de gobiernos corruptos y pueblos sumamente empobrecidos y vilipendiados. Se hace imposible el respeto a los derechos humanos, el derecho a la vida, bajo un neoliberalismo que se basa en el despojo de recursos y que ha convertido a las personas y a la naturaleza en mercancías, mercancías que las clases populares no pueden comprar. Se hace imposible para los defensores de los derechos humanos el trabajar, debido a que se encuentran en condiciones sumamente hostiles con gobiernos corruptos y represivos, con una institucionalidad de escaparate y disfuncional, es pues un Estado despótico en donde no existe el mínimo respeto por las leyes y el respeto hacia los derechos humanos.

El neoliberalismo cuyo enfoque es mercantilista, dirigido hacia la privatización de todos los bienes de un Estado hace desaparecer entonces la concepción de soberanía, La «Soberanía» que es el poder que tiene el pueblo para gobernarse; para ello se crea el Estado, y se espera que seleccione a individuos dentro de su población para que como funcionarios temporales actúen en las instituciones Ejecutiva, Legislativa y Judicial, legitimándolos para que respectivamente: Ejecuten acciones para el desarrollo del pueblo y defensa del territorio; presenten leyes para la administración de recursos; y apliquen esas leyes para mantener el orden público. Los 3 Poderes velan por la defensa de la soberanía. Rousseau llamaría a esto «Soberanía Popular». Pero más próximo a la realidad hondureña, Marx diría que el Estado sirve para legalizar la conquista del poder por unos pocos burgueses; y se puede agregar, que estos han llegado a constituirse en la «soberanía oligárquica» gobernante, que a su vez es súbdita de las grandes corporaciones transnacionales. «Hoy, el poder público viene a ser, pura y simplemente el consejo de administración que rige los intereses colectivos de los grupos de poder hegemónicos».

No solo bastando el peligro de la institucionalidad disfuncional a esto le sumamos la gran militarización de la sociedad y el estado por parte del régimen nacionalista que cada año aumenta el presupuesto militar y disminuye el presupuesto destinado a la servicios sociales, maneja a su conveniencia el presupuesto del Estado para armar a su complacencia a su guardia pretoriana, la llamada «Policía Militar y de Orden público (PMOP)» amparado en la ley de seguridad y las instituciones encargadas de impartir justicia, mismas instituciones que son serviles y leales a sus mandatos.

Así mismo como en la década de los 80 el DIN desaparecía y asesinaba a dirigentes sociales,  hoy los Escuadrones de la Muerte resurgen asesinando selectivamente a líderes sociales y juveniles, escondidos bajo el Estado y protegidos por la institucionalidad disfuncional, un problema que se arrastra desde los años 80 por la incapacidad de una reforma de seguridad real y una desmilitarización verdadera de los entes de seguridad pública y un cambio rotundo en las instituciones del Estado; hoy por hoy se siguen aplicando paliativos que no van a la raíz del problema sino más bien agudizan los problemas al no ser un interés real solucionarlos.

Ante todo esto se enfrentan día a día los defensores de los derechos humanos en Honduras arriesgando no solo la vida propia, sino también la vida de sus familias ante un régimen bien consolidado que no solo utiliza la fuerza sino también la manipulación mediática para tratar de legitimar ante la sociedad sus acciones represivas, tal fue el caso con líderes sociales como Berta Cáceres, quien mientras se enfrentaba a grandes proyectos de muerte y grandes poderes hegemónicos dentro y fuera del país los medios de comunicación al servicio del estado manipulaban y justificaban el hostigamiento que por años sufrió Berta Cáceres.

La tortura, hostigamiento, intimidación, asesinato y las persecuciones constantes son las medidas del gobierno para silenciar a las voces que exigen un respeto a la vida, los bienes comunes y el respeto a los derechos humanos en Honduras un alto al despojo de las tierras de las comunidades indígenas y negras, un cese a la violencia, personas que dicen basta al acaparamiento de nuestros recursos acuíferos, personas que día a día luchan y levantan su voz en protesta contra el despojo, los proyectos de muerte y la desigualdad.

Cada año son muchas las voces que se apagan por defender la vida, cada año son muchas las voces que se ven obligadas a salir del país al exilio para salvaguardar la vida, como le ocurrió al comunicador social y defensor de derechos humanos en Honduras, Félix Molina, quien tuvo que abandonar el país después de haber sido víctima dos atentados en un solo día. Son muchos los casos de violaciones a derechos humanos en Honduras, son muchos los compañeros y compañeras que han sido asesinadas cobardemente por un Estado represor, un Estado que no respeta la vida, es pues una Dictadura que mata, desaparece e impone miedo y terror a punta de muerte.

En esta Honduras de explotadores y explotados, en esta Honduras sumamente desigual en el que las mafias de la comunicación o mejor dicho las mafias de la incomunicación cambian a su antojo lo que presentan de la realidad y nos muestran una imagen falsa de la misma que no puede llamarse de otra forma más que ficción.

 «Despertemos, despertemos Humanidad ya no hay tiempo».

*Agente de Cambio 2015 30/01/2017

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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