Salvador Nasralla: la transición de los liberales a la ultraderecha

De presentador de televisión a candidato presidencial por tercera vez, Salvador Nasralla ha transitado por diversos partidos y alianzas, consolidándose como una figura tan mediática como controversial en la política hondureña.​​

La devoción religiosa y los constantes cambios de bandera refuerzan el carácter cambiante de Nasralla, cuya estrategia electoral enfrenta dudas sobre la viabilidad de sus propuestas y su verdadero compromiso político.

Tegucigalpa, Honduras. – Desde su incursión en la política hondureña hace más de una década, Salvador Nasralla ha sido una figura tan mediática como polémica, a tal grado que lo han bautizado como “el Miley hondureño”. Conocido originalmente como presentador de televisión, saltó al escenario político con la promesa de representar una alternativa frente a los políticos tradicionales. Sin embargo, su camino ha estado marcado por constantes cambios de bandera y alianzas que lo han llevado a pasar por casi todos los colores del espectro político de Honduras.

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Nasralla debutó como candidato presidencial en las elecciones de 2013, obteniendo el cuarto lugar en la contienda electoral encabezando el Partido Anticorrupción (PAC), una agrupación que él mismo fundó, en 2011, con el propósito de combatir la corrupción institucionalizada y desafiar a los partidos tradicionales, en aquellos entonces representados por los partidos Nacional y Liberal, éste última su actual pasaporte para llegar a la presidencia.

Su discurso –centrado en la honestidad y el rechazo a la clase política de siempre, porque pese a que ya lleva casi 15 años en la política partidaria, se presenta como un outsider —, logró captar la atención de un amplio sector de la población desencantada de quienes han gobernado.

En 2013, cuando lanzó por primera vez su candidatura presidencial bajo la bandera del PAC, logró captar 418,443 votos, lo que representó el 13.43% del total de sufragios válidos. Su participación posicionó al PAC y consolidó su imagen como líder opositor, marcando un nuevo fenómeno en la política hondureña por el voto de castigo contra los partidos tradicionales.

Destacado: Salvador Alejandro César Nasralla Salum, nació el 30 de enero de 1953 en Tegucigalpa, Honduras, en una familia de ascendencia libanesa. Ingeniero civil de profesión, tiene dos hijos con su esposa Iroska Elvir, con quien está casado desde el 2016. Elvir fue Miss Honduras Universo 2015, actualmente diputada del PSH y candidata por la reelección, ahora a través del Partido Liberal.

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SALTANDO ENTRE PARTIDOS POLÍTICOS

Nasralla inició su carrera política en el PAC, institución fundada en 2011 y tras los comicios de 2013, obtuvo la representación con 13 diputados en el Congreso Nacional, convirtiéndose –junto con el recién creado Partido Libertad y Refundación (Libre)— en una alternativa a los partidos tradicionales. Sin embargo, desde 2015 el PAC empezó a fracturarse por disputas internas y la intervención del entonces Tribunal Supremo Electoral (TSE), y Nasralla perdió el control del partido tras conflictos con la diputada Marlene Alvarenga, quien finalmente quedó como presidenta de la institución partidaria. 

En 2017, Nasralla formó parte de una Alianza de Oposición con Libre, PAC y PINU para las elecciones de 2017, convirtiéndose en el candidato presidencial, luego que Xiomara Castro renunciara a sus aspiraciones como candidata del Partido Libre. Al brindar los primeros resultados preliminares, Nasralla aventajó con casi 5% de diferencia a Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional, sin embargo, la tendencia cambió bruscamente luego de varias caídas en el sistema de cómputo y el TSE declaró ganador a Juan Orlando Hernández (condenado en Nueva York por delitos relacionados al narcotráfico), quien logró ser reelecto pese a la prohibición constitucional.

Finalmente, la Alianza de Oposición denunció un fraude que culminó en una crisis postelectoral que ocasionó al menos 23 muertes, según un informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Tres años después, en 2020, Salvador Nasralla, fundó el Partido Salvador de Honduras (PSH) como una nueva apuesta política liderada tras perder el control del PAC. El PSH, inscrito oficialmente ante el Consejo Nacional Electoral, se presentó como un proyecto orientado a continuar el combate contra la corrupción y renovar los liderazgos en el país, centrado principalmente en la figura mediática de Nasralla.

Para 2021, el llamado “señor de la televisión”, participó en una nueva alianza opositora –de hecho—, y, tras pactos políticos, terminó como designado presidencial de Xiomara Castro. A este cargo renunció durante el segundo año de gobierno, convirtiéndose, a partir de entonces, en el principal adversario de la administración Castro.

Finalmente, en 2024, rumbo al proceso electoral de 2025, Nasralla saltó intempestivamente al Partido Liberal como candidato presidencial, pese a que en el pasado había afirmado contrarrestar la corrupción del bipartidismo y, de manera puntual, en 2021, aseguró que no hacia alianzas con “narcotraficantes y lavadores de activos” cuando le consultaron si formaría una alianza con Yani Rossental, candidato, en aquel entonces, de ese instituto político.

Salvador Nasralla
En el pasado, previo al golpe de Estado de 2009, el Partido Liberal se identificaba como una institución de centro, sin embargo, en la actualidad, con las ideas conservadoras de Salvador Nasralla, sus posturas colindan con el libertarismo, pasando a la ultraderecha.

Otro punto que destaca la personalidad de Nasralla es la fluctuación de su discurso. En el pasado reciente, al aliarse con el Partido Libre, aseguraba que en Venezuela había una democracia y ahora, siendo candidato del Partido Liberal, ha adelantado que, si resulta electo presidente, inmediatamente cortará relaciones diplomáticas porque considera que Nicolás Maduro es un “dictador”.

Esta postura y otros cambios en sus posturas, hace que Nasralla pierda credibilidad en varios sectores que lo ven como una figura errática e impredecible, siendo esto un riesgo para gobernar.

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INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA FE

A lo largo de los años, sus críticos lo han descrito como un personaje egocéntrico y cambiante, guiado más por su impacto mediático que por un programa político coherente. Se le acusa de carecer de propuestas propias, adoptando discursos según el contexto o el partido que incursione. Su lenguaje público, cargado de exaltación, misoginia y referencias personales, ha reforzado la idea de un liderazgo más emocional que racional.

Su visión conservadora y discursos de fuerte carga religiosa, se han reforzado en esta contienda electoral. “Yo soy cristiano, temeroso de Dios”, es una de las frases que se le escuchan con recurrencia.

Asegura que en su gobierno creará el “Instituto de la fe”, pese a que la Constitución de Honduras señala que el Estado es laico, y que él mismo reconoce. “Creo firmemente que el Estado es laico, pero no antirreligioso. Dios está presente incluso en el preámbulo de nuestra Constitución, porque Honduras nació con fe y debe avanzar con fe”, posteó en sus redes sociales al tiempo que daba a conocer el diálogo que sostuvo con el líder religioso Misael Argeñal.

Esta devoción religiosa que presenta el candidato liberal, lo ha llevado a estar en contra del reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

En reiteradas ocasiones ha acompañado las movilizaciones que realizan los grupos conservadores y fundamentalistas en el país, respaldados por medios de comunicación corporativos y grupos anti derechos.

En mayo de 2023, participó en una movilización en contra de la educación sexual integral convocada por la Asociación de Pastores. “Queremos decencia, queremos que se mantengan los principios cristianos”, señaló el entonces designado presidencial.

Meses después, Nasralla fue uno de los rostros visibles de la movilización del grupo conservador “No te metas con mis hijos “, quienes salieron a las calles  pidiendo a la presidenta Xiomara Castro que vetara la Ley Integral de Prevención de Embarazo Adolescente. Días después, la presión del fundamentalismo religioso, surtió efecto y la referida ley fue vetada, un hecho catalogado como un retroceso en materia de derechos.

Salvador Nasralla
Analistas consideran que las cambiantes posiciones de Salvador Nasralla, el apego por la religión y declararse como un “hombre creyente y de Dios”, es una estrategia política para ganar adeptos en una sociedad polarizada y fundamentalista.

Lea: Salvador Nasralla, el designado presidencial divorciado del gobierno

“EL ÚNICO CON MANOS LIMPIAS”

“¿Qué otro candidato puede ganarle al familión? El que tiene la mayor parte de los votos es Salvador Nasralla. Soy el único de manos limpias”, repite cada vez que puede, especialmente cuando manifiesta su malestar por el partido de gobierno.  

Su discurso de honestidad y honradez se tambalea cuando él mismo admitió haber ofrecido, en 2021, un soborno de 15 millones de lempiras al entonces presidente del Partido Liberal, Luis Zelaya, para ser candidato de esa institución política en el proceso electoral pasado, en virtud de que no llenaba los requisitos de militancia establecidos en los estatutos de los liberales.

Las elecciones están a la vuelta de la esquina y el candidato se centró la mayor parte del tiempo a tener una lucha férrea con su contrincante política Rixi Moncada –presidenciable de Libre— a quien de manera despectiva llama “Ramona” y en ocasiones “La mona”, en lugar de dedicarse a convencer al electorado con su propuesta de gobierno.

Criterio.hn intentó concretar una entrevista con el presidenciable para conocer sus propuestas y cómo conducirá su gobierno de salir ganador en las elecciones del 30 de noviembre, pero no obtuvimos respuesta.

En la página web del candidato Salvador Nasralla encontramos el plan de gobierno de los liberales para el periodo 2026-2030; este se articula en torno a cuatro pilares: democracia y Estado de derecho, bienestar social, bienestar económico, y seguridad alimentaria con prosperidad rural. El documento plantea una visión de país honesto, seguro, con instituciones fuertes, donde se prioriza la familia, la inversión social y la lucha frontal contra la corrupción mediante mecanismos como la instalación de la Comisión Internacional Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (CICIH) y la digitalización de la gestión pública.

Entre las propuestas específicas destacan grandes apuestas de infraestructura que van desde la construcción del mega proyecto de transporte de carga interoceánico, un plan de vivienda y sistemas de riego, el acceso universal a salud y educación tecnificada, apoyo a MIPYMES, estímulo a la inversión extranjera, y el cierre de brechas de género y territorio.​

Sin embargo, el plan proyecta interrogantes sobre la viabilidad de su ambicioso alcance y la capacidad real de ejecución en un contexto nacional de instituciones débiles y polarización política. En ese sentido, la pregunta que salta es: ¿Logrará un eventual gobierno Nasralla— marcado por el personalismo y el cambio frecuente de banderas—articular y sostener las alianzas interinstitucionales necesarias para cumplir estas metas?

Para sus detractores, el perfil de Nasralla mezcla rasgos de narcisismo, mesianismo y una fe política centrada en su propia figura; para sus seguidores, encarna la voz del ciudadano común y el símbolo de la lucha contra la corrupción. Hoy, como candidato presidencial del Partido Liberal, Nasralla busca reconfigurar su imagen y volver a vender el relato de cambio. Pero su desafío no será menor: convencer a un electorado que ya ha visto su paso por múltiples trincheras y que desconfía de los liderazgos sin raíces firmes ni convicciones estables. Otro factor que lo debilita es representar a un partido político que antes criticó por sus prácticas corruptas y nexos con el narcotráfico.

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“EL ÚNICO CON MANOS LIMPIAS”

“¿Qué otro candidato puede ganarle al familión? El que tiene la mayor parte de los votos es Salvador Nasralla. Soy el único de manos limpias”, repite cada vez que puede, especialmente cuando manifiesta su malestar por el partido de gobierno.  

Su discurso de honestidad y honradez se tambalea cuando él mismo admitió haber ofrecido, en 2021, un soborno de 15 millones de lempiras al entonces presidente del Partido Liberal, Luis Zelaya, para ser candidato de esa institución política en el proceso electoral pasado, en virtud de que no llenaba los requisitos de militancia establecidos en los estatutos de los liberales.

Las elecciones están a la vuelta de la esquina y el candidato se centró la mayor parte del tiempo a tener una lucha férrea con su contrincante política Rixi Moncada –presidenciable de Libre— a quien de manera despectiva llama “Ramona” y en ocasiones “La mona”, en lugar de dedicarse a convencer al electorado con su propuesta de gobierno.

Criterio.hn intentó concretar una entrevista con el presidenciable para conocer sus propuestas y cómo conducirá su gobierno de salir ganador en las elecciones del 30 de noviembre, pero no obtuvimos respuesta.

En la página web del candidato Salvador Nasralla encontramos el plan de gobierno de los liberales para el periodo 2026-2030; este se articula en torno a cuatro pilares: democracia y Estado de derecho, bienestar social, bienestar económico, y seguridad alimentaria con prosperidad rural. El documento plantea una visión de país honesto, seguro, con instituciones fuertes, donde se prioriza la familia, la inversión social y la lucha frontal contra la corrupción mediante mecanismos como la instalación de la Comisión Internacional Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (CICIH) y la digitalización de la gestión pública.

Entre las propuestas específicas destacan grandes apuestas de infraestructura que van desde la construcción del mega proyecto de transporte de carga interoceánico, un plan de vivienda y sistemas de riego, el acceso universal a salud y educación tecnificada, apoyo a MIPYMES, estímulo a la inversión extranjera, y el cierre de brechas de género y territorio.​

Sin embargo, el plan proyecta interrogantes sobre la viabilidad de su ambicioso alcance y la capacidad real de ejecución en un contexto nacional de instituciones débiles y polarización política. En ese sentido, la pregunta que salta es: ¿Logrará un eventual gobierno Nasralla— marcado por el personalismo y el cambio frecuente de banderas—articular y sostener las alianzas interinstitucionales necesarias para cumplir estas metas?

Para sus detractores, el perfil de Nasralla mezcla rasgos de narcisismo, mesianismo y una fe política centrada en su propia figura; para sus seguidores, encarna la voz del ciudadano común y el símbolo de la lucha contra la corrupción. Hoy, como candidato presidencial del Partido Liberal, Nasralla busca reconfigurar su imagen y volver a vender el relato de cambio. Pero su desafío no será menor: convencer a un electorado que ya ha visto su paso por múltiples trincheras y que desconfía de los liderazgos sin raíces firmes ni convicciones estables. Otro factor que lo debilita es representar a un partido político que antes criticó por sus prácticas corruptas y nexos con el narcotráfico.

  • Amante de la lectura y la naturaleza, una mujer con la convicción firme que todos podemos hacer cambios significativos en la sociedad, por eso mi objetivo es exponer las injusticias que adolece la ciudadanía.
    Busco incidir, a través del periodismo, en la defensa y promoción de los derechos humanos, evitando caer en la complicidad de callar ante las injusticias y la corrupción.

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