Hacia un liberalismo progresista y solidario

Riqueza, justicia distributiva y conmutativa

Por: Filiberto Guevara Juárez

“El desarrollo político y económico de los países avanzados no ocurrió por una mera maduración de la edad sino por el descubrimiento intelectual de ciertas ideas: en aquellos países donde no se aceptan esas ideas, simplemente no ocurre el desarrollo”.

Ahora bien, en cuanto a la generación y regeneración de riqueza en cualquier país, la experiencia y el tiempo cronológico ha demostrado que el libre emprendedurismo individual resulta ser la clave fundamental en tal sentido ya que sin interés personal, no habrá motivación para esforzarse en crear riqueza, que al final de una u otra manera, beneficie a las demás personas al proporcionarles una oportunidad de empleo remunerado que les permita satisfacer sus necesidades y las de su núcleo familiar.

El florecimiento individual sólo es posible en el marco de garantías de libertades individuales y colectivas con irrestricto respeto a la ley en un Estado de derecho, derivado de instituciones estatales y privadas fuertes, respetables y dignas, al grado tal, que la dignidad del Estado, sea el producto de la suma de las dignidades de todas sus instituciones. Es por eso, que países como Inglaterra y EE.UU., establecieron previamente un sistema político de garantías; siendo esto lo que hizo posible su prosperidad socioeconómica hasta el momento actual.

“El subdesarrollo no es una situación sino un error. La idea de que el subdesarrollo es una edad como la adolescencia es falsa”: nuestro país, Honduras, tiene más años de existencia que Taiwán, y otros países; sin embargo, nosotros seguimos siendo pobres, mientras que otros países más jóvenes en su existencia, ya son países ricos.

Dichos países salieron de la pobreza mediante una adecuada educación de su población y con la fórmula basada en una mezcla de seguridad jurídica, libre comercio y competencia. Así pues, en el liberalismo político, económico y en la justa distribución de la riqueza y oportunidades, se ha encontrado la clave del progreso económico y social; pero haciendo énfasis en un liberalismo solidario, que no sólo es deseable sino posible, al volver la vista hacia una justicia distributiva y conmutativa de la riqueza producida individualmente y en sociedad.

La principal razón de la existencia de un Estado es la justicia implementada y garantizada por sus respectivos Poderes Constituidos. La justicia distributiva en países bajo regímenes liberales en lo político y lo económico, se lleva a cabo vía recaudación de impuestos, que adecuadamente administrados por el gobierno de turno, son devueltos al pueblo mediante servicios públicos como educación y salud. Lamentablemente en países como el nuestro, la corrupción administrativa, impunidad e incompetencia; se han convertido en los cánceres que hacen imposible la justicia distributiva, conmutativa y, la mayor capacidad de inversión pública; que genere riqueza y mayor posibilidad de desarrollo individual y colectivo.

La justicia conmutativa que consiste en recibir y a la vez dar, exige un mayor compromiso y esfuerzo personal, en el sentido de que el Estado como tal, crea las condiciones de justicia y oportunidades para que, en un marco de libre competencia, sin monopolios ni oligopolios; cada ciudadano saque a relucir sus talentos para su desarrollo personal. Ejemplo claro de ello, lo encontramos en la parábola de los talentos tan magistralmente expuesta por nuestro Señor Jesucristo en la Santa Biblia (Sn Mateo 25: 14-30).

En cuanto al asunto de la justicia distributiva de la riqueza, subyace en ello un problema de índole ético y moral. Al respecto, llama la atención que Adam Smith, autor de la famosa obra “La Riqueza de las Naciones”, no fue por formación un economista sino un moralista que aspiraba a un liberalismo solidario. Prueba de ello, es que pasó toda una vida escribiendo su obra “Teoría de los Sentimientos Morales”, la cual publicó por primera vez en 1759, volviéndola a publicar en 1790, llegando a conclusiones tales como “:… por lo tanto, sentir mucho por los otros y poco por nosotros mismos, contener las afecciones egoístas y promover las benévolas, constituye la perfección de la naturaleza humana y es lo único que puede producir esa armonía de sentimientos y pasiones que constituye la gracia de la relación social. Y así como debes querer más a tu prójimo, debes quererte menos a ti mismo; hasta donde el prójimo te pueda querer…”.

En lo referente a la justicia distributiva, Smith estaba de acuerdo con el pago de impuestos diferenciales, proponiendo que las carrozas de lujo pagarán más peaje que los carros con provisiones, porque entonces serán más baratos los alimentos. Lamentablemente en la actualidad Smith es más conocido por el dogma de la mano invisible, que el reconoció como un simple mecanismo que hace posible la generación y regeneración de riqueza; pero por principios moralistas, nunca lo aceptó como principio económico, mucho menos como dogma, ya que fue el autor Mandeville que lo popularizó como principio económico, siendo los neoliberales que lo elevaron a la categoría de dogma económico. En el pasaje referente a la mano invisible, Smith afirma lo siguiente: “Que trabajando cada uno por su propio bien resulta de ello el bien general gracias a una mano invisible, a una suerte de armonía prestablecida que opera con más eficacia que el Estado”.

Es más, según el autor argentino Mariano Grondona, a Smith nada le repugna más que el rico egoísta, pero reconoce que dejarlo hacer da resultados. Actualmente el liberalismo solidario en lo social aun siendo liberal en lo político, reconoce que, ante una falla gravísima del mercado en lo social, el Estado está obligado a intervenir en lo político, para corregir dichas fallas. “La inclinación de Smith por el pobre es para que el pobre trabaje, crezca y progrese en la medida de sus méritos para que deje de ser pobre”. Pero además admite que “la benevolencia es la máxima virtud, pero es el adorno del edificio. La que no puede dejar de existir es la justicia conmutativa, es decir, que yo no te haga daño y que no viole tus derechos”.

Es por eso, que la principal responsabilidad del Estado, es que haya justicia en las relaciones sociales, porque sin justicia no puede haber sociedad, ya que la justicia es el cimiento de la sociedad política. El otro aspecto fundamental para la razón de existir del Estado es el orden, pues el orden en la sociedad es tan vital como respirar, al grado tal, que ningún país ha podido progresar en anarquía ya que ésta es inconmensurablemente más dañina que el despotismo, que tampoco es deseable.

En nuestro país, Honduras, es de lamentar que, siendo potencialmente muy ricos, no hayamos tenido hasta el momento una clase política y empresarial que en su mayoría sea competente, responsable y honrada. Lo cual ha generado una gran deuda social, que es quizá lo único que justifica que, a nuestros compatriotas sumidos en la más abyecta y extrema pobreza, se les extienda la mano solidaria a través de subsidios de diversa índole, como el subsidio al consumo mínimo de energía eléctrica. Ojalá a corto o mediano plazo se pueda revertir esa condición de ignominia de nuestro pueblo, mediante la generación de empleos dignos, que haga que cada hondureño con su esfuerzo y trabajo gane su pan y nutra su alegría de vivir.

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