Por: Mario Roberto Morales
Hoy prevalece en el mundo el modelo neoliberal de educación, caracterizado por el ideal privatizador de la educación pública según el delirante criterio de que lo privado es más eficiente que lo público porque no está sujeto a mecanismos democráticos de gestión y por tanto no se expone a la corrupción de sus funcionarios. El ideal educativo neoliberal promueve la educación privada de alta calidad únicamente para las élites a fin de que éstas rijan y controlen el mundo según el interés de la oligarquía financiera planetaria y de las oligarquías nacionales globalizadas.
Para las masas asalariadas, la educación neoliberal propone la enseñanza de carreras técnicas cortas y el aprendizaje de oficios manuales o técnico-especializados en los que la reflexión sobre la sociedad y la especie humana esté debidamente ausente para evitar el desarrollo del pensamiento crítico. Esta es la educación que hoy prevalece, con el problema que acarrea: el intelicidio o asesinato de la inteligencia analítica por el inducido consumo compulsivo del código audiovisual por encima del letrado, provocando con ello la incapacidad de ejercer la lectoescritura, la imposibilidad de entender textos y la pérdida de la habilidad de aprender según el criterio de que a cada idea corresponde un concepto y a cada concepto una palabra, por lo que no se puede saber nada sin palabras y, por tanto, tampoco se puede pensar sin ellas.
Las imágenes no juegan el mismo papel que los conceptos-palabra en el acto cognitivo. Por eso, el código audiovisual puede de hecho ser el mejor auxiliar del código letrado, pero jamás su sustituto. El intelicidio empezó en el primer mundo en los años 70 del siglo pasado y en el tercero en los 90, justo con la imposición del neoliberalismo. Su objetivo fue el de convertirnos en consumidores compulsivos y acríticos.
El ideal de la educación neoliberal se expresa en la concepción del ejercicio de las competencias educativas como meras habilidades pragmáticas que hacen del educando un buen empleado y no un ciudadano pensante y crítico respecto de los poderes que rigen su vida.
La consecuencia de la puesta en práctica de este ideal es la actual baja calidad de la educación en todo el mundo, en donde existen legiones de analfabetas cibernéticos y profesionales técnicos ignorantes de la política, de la dinámica social y económica, y del arte y la literatura, con lo que desconocen mucho más de la mitad de las razones que explican por qué sus vidas son como son y no de otra manera.
Esta es la humanidad que conviene al neoliberalismo: un conglomerado de seres consumistas y acríticos sin más horizonte que la gratificación hedonista y la entretención audiovisual fútil y perenne. Por eso, algunas de las pedagogías al uso son “tecnología en el aula” y “aprender jugando”. Y sus consecuencias están a la vista en la crisis educativa mundial, expresada en un estudiantado incapaz de estudiar, en un gremio magisterial reducido en su habilidad para enseñar y en una educación escolar y universitaria cada vez más superficial y menos crítica, todo lo cual está convirtiendo a las escuelas y universidades públicas y privadas en meras fábricas de consumidores, subsidiarias corporativas de la oligarquía financiera global.
La lucha por una educación crítica ―virtual y presencial― que enseñe a analizar, sintetizar y concluir a fin de que los estudiantes entiendan su país y el mundo en que viven, debe ser hoy la prioridad básica de los educadores honestos.
Nota
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas