Refundación de la economía nacional: utopía o distopia

Refundar no es ninguna mala palabra ni tampoco es la palabra “mágica” que resuelve todo como panacea. Como sinónimo de “transformar” o “volver a hacer mejor las cosas” no tiene nada de malo; al contrario, el mundo actual y la historia están marcados por los procesos en los cuales cada vez se exige y es factible hacer mejor las cosas. Un país como Honduras, no debe postergar la transformación de “estructuras”, la productiva, fiscal, financiera, institucional, agraria e incluso, la estructura mental. Refundar, es una aspiración que nos debería convocar a todos los hondureños. Sin miedo ni vacilaciones.  Con mente abierta y visionaria; dispuestos a enfrentar con cordura las discrepancias encontrando los consensos mínimos –y crecientes- que aporten pragmáticamente a la solución de los problemas colectivos. Debemos compartir esa imagen-objetivo o, visión de país en la que nos podamos apreciar en el futuro, como una nación que va caminando, como lo describía sabiamente uno de nuestros periodistas y escritores insignes, Álvaro Contreras: “La vía del progreso está sembrada de espinas. Progresar es sufrir adelantando.”

Definir con precisión esa imagen o visión compartida es una tarea que no hay que evadir. Debe ser ejercicio continuo, pedagógico. Más que discurso, es cuestión de práctica. Es imposible un consenso absoluto y completo sobre el “ideal” de país, pero, es perfectamente posible identificar las aspiraciones comunes a todos; allí está la visión compartida, sin imposiciones. Esa es la salida. Eso precisamente es lo que tenemos que construir a través de una verdadera planificación estratégica. Las empresas y Estados exitosos así lo hacen; con los profesionales apropiados para coordinar.  Si lo pensamos serenamente, somos un país todavía con una población pequeña (10 millones) por lo tanto, no debería ser tan complicado gobernar eficientemente. Naciones con mayor población, menor extensión y mayores acechos, han logrado estar en mejor condición que Honduras. El país no carece de recursos naturales; aun con todo el daño, todavía no somos desierto (recalco: ¡¡todavía!!). Tenemos agua, bastante vegetación, montañas, tierra inculta, biodiversidad, riquezas en el subsuelo (a pesar del extractivismo y desperdicio –durante siglos- de propios y extraños).Posición geográfica privilegiada. ¡Respecto al tamaño territorial, caramba!  Hay países mucho más pequeños que nosotros que producen 3, 10 y hasta 100 veces más. ¿Dónde está el problema entonces?  Es factible producir más y vivir mejor sin exclusiones. Distribuyendo los beneficios con Equidad y Eficiencia.

El inglés Thomas Moro (1478-1535) escribió el famoso libro “Utopía” allá por el siglo XVI, una descripción de un mundo mejor donde la gente tenía suficientes oficios para trabajar, vivir decentemente, en paz e igualdad de acceso a bienes sin propiedad privada y producción suficiente.  Moro relata un país localizado en una isla llamada “Utopía”. Referencia literaria, solo para decir que las utopías son necesarias en la medida en que ellas expresan las metas, sueños, aspiraciones y objetivos para mejorar las condiciones de vida, aunque hoy parezca “imposible” y hasta ilusorio, algo “sin lugar” de acuerdo al origen etimológico. El punto es, concebir un futuro mejor para todos.  Entonces, podríamos decir que la refundación de lo económico, social y político es una utopía, algo que parece imposible hoy, pero, ciertamente alcanzable en un determinado plazo siguiendo los pasos apropiados.

Se trata entonces de identificar la ruta correcta y tener voluntad y actitud para avanzar, aunque el camino sea escabroso. Urge empezarlo. Cada modelo ideológico o de pensamiento ha tenido su utopía. Hay utopías capitalistas, socialistas, marxistas y neoliberales. La tarea de los verdaderos liderazgos a todo nivel, consiste –entre otras cosas- en trabajar para que la utopía no se convierta en una distopía.

El antónimo de utopía es la distopía. Implica lo contrario a un futuro provisorio y feliz.  Existe una larga historia propia de las utopías y de las distopías. En Literatura, son famosas las novelas distòpicas como “Mundo Feliz” de Aldo Huxley; “La Granja de los animales” y “1984” de George Orwell; “Fahreinheit 451” de Ray Bradbury (en la que el punto central es la quema masiva de libros prohibidos por el gobierno); y así, otros tantos que describen un mundo en pobreza, opresión, guerra y decadencia.

Por ejemplo, los ideales de la revolución francesa que instauraron el sistema capitalista, aun no se han logrado plenamente. Principios universales como Libertad, Igualdad y Fraternidad parecen utopías, pero, eso no significa –para nada- que haya que considerarlos imposibles. Imposible es, renunciar a las utopías cuando la realidad se torna insoportable y es intolerable el conformismo. En cada región o país, se continúa luchando por ellos. La búsqueda de un mundo feliz es una constante y, debemos compaginarla con el otro principio universal de que “lo único constante es el cambio”. Más allá de eso, también debemos evitar a toda costa ser víctimas de gente manipuladora que pretenda imponernos lo planteado por Giusseppe Di Lampeduza (il gattopardo) de que “hay que hacer cambios para que todo siga igual”. Obviamente las utopías no deben servir para engañar. Tengamos precaución con “utopías” perversas del signo ideológico que sean, que únicamente merecen ser la crónica de distopías anunciadas.

En privilegiada plática en Panamá con el brillante Maestro guatemalteco gran centroamericano, Edelberto Torres Rivas (1930-2018), aprendí que los correlatos contemporáneos de la revolución francesa y otras revoluciones burguesas son: Libertad con Mercado; Igualdad con Democracia y; Fraternidad con Estado. Releyendo obras del Maestro y estudios propios a lo largo de los años, podría decir que países como Honduras y otros, realmente necesitan una refundación, pero autentica y realista, que nos lleve a agotar primero el verdadero capitalismo para pensar en la posibilidad de cambios socialistas. No es postergar, es hacerlo a su debido tiempo. No solo es cuestión de ganar una elección.

Una gran equivocación de Karl Marx (1818-1883) fue asumir que “el motor de la historia es la lucha de clases”. Ciertamente, eso no lo es todo. Hay otra gran cantidad de factores que inducen a los cambios, dentro o fuera de los sistemas económicos. Las sociedades y naciones han evolucionado de una manera más compleja, girando también sobre otros ejes; no solo es cuestión de dueños y obreros de fábricas; de ricos y pobres. El sistema económico es más complejo. Existen muy pocos “proletarios” en una economía de capitalismo subdesarrollado como Honduras con tanto grado de informalidad. Otros, dirán que las revoluciones empiezan con la beligerancia de la clase media, pero, ¿Qué pasa entonces, en países con escasísima clase media como Honduras? Hay que crear esa clase media. En el otro extremo, con los indigentes, miserables o hambrientos tampoco se construye una revolución. “El hambre solo embrutece” escuché decir a los destacados estudiosos de la singular historia mexicana mientras cursé Maestría en el CIDE. Entonces, refundar implicaría lograr un verdadero nivel de desarrollo de las fuerzas productivas para pensar en un cambio de sistema. El propio Marx acertó: “los cambios de modo de producción van de acuerdo al desarrollo de las fuerzas productivas”. Insuficiente el voluntarismo humano. El progreso técnico determina que sean variados los “motores” de la historia y sobreabundan otros “tipos” de combustible, bielas, válvulas, cilindrajes sociales y otras analogías explicativas del presente y futuro.

Torres Rivas lo remarca: “La insuficiencia en el desarrollo capitalista provoca que los gobiernos democráticos tengan un bajo apego a las leyes y el orden constitucional”.​ El escritor Andrés Oppenheimer preguntó a funcionarios chinos: “¿Qué ha quedado del comunismo en China?  La respuesta fue: “…Seguimos siendo comunistas. Lo que ocurre es que el Comunismo es un ideal a largo plazo, que puede tardar doscientos o trescientos años en alcanzarse” … Y le agregaron: “El comunismo debe darse en una sociedad que ya alcanzó el bienestar material”.

Con lo discutido hasta aquí, hemos visualizado que la transformación, reestructuración o refundación de la economía es factible iniciarla en la medida en que los agentes fundamentales como los empresarios, trabajadores, instancias gubernamentales, sociedad civil y organizaciones sociales establezcan un “pacto social” con una visión compartida de lo que la nación necesita producir, consumir y comerciar. Una especie de “New Deal” (nuevo trato) entre los habitantes de este “caserío” catracho en la Aldea “Global”. En un legítimo juego ganar-ganar, para concretar utopías refundacionales tipo Adam Smith y David Ricardo, hasta llegar a los óptimos de Vilfredo Pareto y el socialismo de mercado planteado por Lerner. Vale también pensar, que cumplida –total o en buena parte- una utopía, es necesario renovar o, pasar a otras utopías mientras la Historia universal esté destinada a seguir. Solamente Dios tiene el diseño del resto.

Los escépticos y ultra conservadores, dirán que son tantos los cambios estructurales que deben concretarse en Honduras para tener un sistema promotor del crecimiento y Desarrollo, que sencillamente lo consideran imposible, demagógico, ilusorio, “peligroso”, utópico y hasta “subversivo”. No obstante, lo “utópico” NO debe ser desechado, la historia universal relata suficientes hechos para no perder la fe en los “imposibles”. El “banco de memorias” registra ideas, proyectos, inventos catalogados como “locuras” y aventuras que repentinamente, resultaron realidades que tampoco fueron el “final de la historia” (discutiendo con Francis Fukuyama).

Quizás la mayoría de los compatriotas, perciba totalmente imposible siquiera pensar en que Honduras llegue a tener un PIB per cápita equivalente al doble, triple o quíntuple del actual (US$2,500 anuales). Y que conste, que aun esos múltiplos serían pocos considerando lo que el país tiene de potencial. Mucho menos, que se logre una modernización económica que haga crecer el empleo del sector formal del 25% al 75% de la población económicamente activa con solida generación de puestos de trabajo estables, decentes y a su vez, que sería absurdo pensar en una reducción de los altos niveles de pobreza y desigualdad en distribución del ingreso y de riqueza. Pensar en todos esos avances sencillamente se percibe como una utopía, demagogia y hasta “populismo”.  Entonces, dependerá de la determinación de los grupos gobernantes, de los liderazgos político-sociales, audacia en visión empresarial, el indispensable acompañamiento internacional y por supuesto, del grado de beligerancia y cohesión de las organizaciones sociales (con conciencia de clase) y, de auténtica sociedad civil casi inexistente hoy.

En el caso presente de nuestro país, no se logra refundar cuando se ejerce el gobierno haciendo lo mismo que hacían los gobiernos precedentes que simplemente administraban con ineficiencia y opacidad las crisis sin abordar la raíz de los problemas estructurales y coyunturales. Las políticas económicas tienen que ser integradoras y, sobre todo, responsablemente expansivas y anti cíclicas. Debe abandonarse de una vez por todas, la idea de que el crecimiento económico es la finalidad de todo. Repitámoslo y subrayémoslo por enésima vez: El crecimiento económico es necesario, pero no es suficiente para mejorar los niveles de Desarrollo. Se requiere del buen crecimiento económico (ver: https://criterio.hn/las-caracteristicas-del-buen-crecimiento-economico/ ), es decir: con tasas altas; sostenido; equilibrado entre ramas de actividad; sustentable con el ambiente y sobre todo; incluyente. No hay espacio para referirme a otras características también cruciales.

Para iniciar una autentica refundación de Honduras no es indispensable cambiar la Constitución. Recordar la idea ya citada del Maestro Torres Rivas: “los gobiernos democráticos [como el actual]  suelen tener un bajo apego al orden constitucional por el escaso desarrollo del sistema capitalista”. Urge encarrilar un auténtico proceso de refundación agotando las etapas ya establecidas en el actual contrato social. No demos pasos que le proporcionen argumentos a los adversarios de la refundación y la aniquilen. Marquemos diferencias positivas en el respeto a la Ley. No hagamos lo mismo que la ultraderecha. En lugar de aferrarse a la idea de una Constituyente hoy,  que  despierta sospechas y que seguramente generaría perdidas políticas mañana (recordar casos Bolivia, Chile, ejemplos de suicidio político), es más viable  ejecutar y agotar las  transformaciones  establecidas en  la actual constitución en particular, los más de 40 artículos del Título sexto del Régimen Económico: Reforma Agraria; progresividad tributaria; política económica planificada; libertad empresarial; coexistencia de diversas formas de propiedad; Equidad; regulaciones antimonopólicas; gasto eficiente; fiscalización; endeudamiento responsable. Cumplida esa fase, vendrán cambios más profundos como resultado del desarrollo y avance de las fuerzas productivas. Favor leamos correctamente a Marx, Keynes, Schumpeter, Hinkelammert y Stiglitz. Y, si lo hemos entendido, difundámoslo tomando en cuenta las especificidades nacionales.

  • Martín Orlando Barahona
    Economista graduado de la UNAH, obtuvo Maestría en Economía y Política Internacional en el Centro de Investigación y Docencia Económica CIDE en México. Catedrático en varias universidades a nivel de Pre-Grado y Maestría durante 35 años. Expresidente del Colegio Hondureño de Economistas CHE y fue sub director del Instituto Hondureño de Seguridad Social 2000-2001. Ver todas las entradas

Compartir 👍

Podría interesarte