La reforma policial

Propaganda electoral

Por: Víctor Meza

A partir de la semana anterior, el calendario electoral indicó el inicio formal, oficialmente autorizado, del periodo de 90 días en los que debe llevarse a cabo el ciclo de “propaganda electoral” en el proceso eleccionario que tiene su día clave el domingo 28 de noviembre próximo. Esto quiere decir que, entre otras cosas, nos veremos sometidos a un bombardeo propagandístico saturado de consignas, proclamas, canciones y discursos de todo tipo a lo largo de los próximos tres meses. Como dice el proverbio: “cuando los apaches atacan, es hora de poner las carretas en círculo…”

La propaganda electoral debería ser un espacio destinado a la imaginación creadora y el ilustrado ingenio de los publicistas, pero no siempre es así ni siempre responde a las exigencias de la sana comunicación y el mensaje positivo. Con frecuencia, por desgracia, es utilizada para transmitir mensajes descalificadores, ofensas, encubiertas o no, insultos subliminales y más de alguna calumnia directa o indirecta. Se convierte, por obra y gracia de los “estrategas partidarios o asesores de campaña”, en mecanismo para ofender y descalificar al adversario, promover falsas virtudes de los candidatos y recrear, con pinceladas de enmascaramiento, la personalidad de muchos candidatos de escaso fulgor y limitadas facultades.

La grosería del mensaje transmite, sin proponérselo, la ausencia de ideas positivas por parte del emisor. El insulto ocupa el lugar de la propuesta y la ofensa sustituye al plan de gobierno. A veces, el mensaje publicitario es rayano en la chocarrería y el mal gusto: rimas forzadas de pésima factura; textos mal redactados y peor concebidos; gracejadas groseras o vulgaridad rampante, todo ello en su conjunto solo sirve para mostrar la ausencia de talento y el exceso de vulgaridad.

A veces, allá de vez en cuando, el humor, sea negro o colorido, invade el ámbito de la propaganda y rescata la hilaridad y el sentido cómico de la vida. En la Managua de los años setenta había un lema pintado a manera de grafitti en los muros de la ciudad semiderruida: “Con Somoza, la vida es más sabrosa”, seguido de otro, en inglés como para reafirmar el cosmopolitismo neocolonial del tirano: “¡Somoza forever!. Ambos mensajes reflejaban, con cínico humor, el indisimulado afán continuista del gobernante y su naturaleza binacional y bilingüe.

Aquí, en nuestras profundas y cada vez más inquietantes honduras, no destacamos por ser muy buenos humoristas. Solemos confundir el chiste grosero con la ironía fina y, a menudo, convertimos el estilete del esgrimista en el rústico machete del enfurecido contrincante. No somos dados a los juegos de palabras ingeniosos o al adjetivo sugerente. Preferimos, salvo conocidas y bien estimadas excepciones, el vocablo fuerte o el verbo descalificador, cuando no el pujido insinuante y la sonrisa burlona.

En un contexto semejante, a lo mejor es mucho pedir que la propaganda electoral, cuya oleada final ha comenzado ya, sea una graciosa colección de ingenio y vivacidad, de talento publicitario y respetuosa ironía, a la vez que un catálogo abreviado de interesantes propuestas e ideas apropiadas para enfrentar y buscar solución a los principales problemas del país.

Habrá quien diga que estamos pidiendo demasiado, que el olmo no da peras ni la golondrina hace verano. Pero confiemos que, en medio de la avalancha de tonterías y frases que ya ha comenzado, tanto en la radio como en la televisión y las redes sociales siempre habrá espacio para el mensaje inteligente, bien dicho y mejor redactado, o para la propuesta inquietante que refleje conocimiento, rigor objetivo, manejo informado y voluntad cierta para buscar soluciones y sortear los grandes desafíos que el país enfrenta hoy y deberá enfrentar a partir del inmediato futuro.

No es una esperanza vana. Siempre habrá espacio para la moderación y la inteligencia, legítimos instrumentos para iluminar un tanto el oscuro reino de los talibanes criollos.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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