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Mujer de 60 años narra su historia entre la basura

Por: Redacción CRITERIO.HN

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Tegucigalpa. –En los países tercermundistas como Honduras el confinamiento es una utopía, sobre todo para aquellas víctimas de la marcada desigualdad social que a diario tienen que ponerse su capa de “súper héroe” y salir a la calle a enfrentarse con el peligro que hoy representa el Covid-19, sin hacer a un lado la delincuencia que, pese a la pandemia, no ha disminuido.

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Las estadísticas sobrepasan los dos mil contagio por el coronavirus y más de un centenar de víctimas mortales, por lo que quedarse en casa parece una decisión sencilla de tomar, pero para doña Santos Isabel Rodríguez esa no es una elección.

Con 60 años, siete hijos que alimentar, un compañero de hogar que se adelantó en el viaje al más allá y el olvido total por parte de las autoridades gubernamentales, son los argumentos que tiran por el suelo el estribillo, que se ha regado como pólvora en la sociedad, que el coronavirus ha cambiado la vida de todos.

“A mí el coronavirus no me ha cambiado nada, la vida sigue igual, la rutina de siempre, despertarse muy temprano y salir a la calle a buscar el sustento diario”, dice mientras su figura emerge del fondo de un recipiente de basura, ubicado en la colonia Loarque en la zona sur de la capital hondureña. Ahora se le puede ver su rostro y como sintiéndose orgullosa hinca el pecho y regala una sonrisa.

En su cara se observan restos de basura, eso para ella no es novedad. Y es que ha vivido sumida en los desperdicios por más de 40 años, una vida que muchos odiarían, sin embargo, ella se lo toma con serenidad.

“Desde los 18 años vivo en esto, recogiendo botes plásticos, latas de refresco y cerveza en la basura, así he sobrevivido y lo sigo haciendo, no ocupo ayuda de nadie, aunque siempre hay personas de buen corazón que le regalan a uno”, narró doña Isabel, como prefiere que le llamen.

Isabel es parte de esa amplia línea de pobreza que contabiliza el gubernamental Instituto Nacional de Estadísticas y que afecta al 62 por ciento de la población de 9.3 millones de personas. La pobreza en Honduras, un fenómeno agravado por la corrupción estructural en la administración de los fondos públicos que roba a los ciudadanos el derecho a educación, salud y alimentación.

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En este y otros contenedores de basura ubicados en la zona sur de la capital hondureña, doña Isabel encuentra el sustento de todos los días.

Sin miedo al Covid-19 y con la fe como escudo

En medio de la pandemia todos corren de un lado a otro en busca de una mascarilla, un par de guantes, gel antibacterial para protegerse del contagio, entre tanto, ella se ríe y se considera inmune.

“No tengo miedo, repito el coronavirus no me ha cambiado la vida por eso no uso ni guantes, ni mascarilla, menos gel, estoy protegida por el de arriba, mi Dios me cuida y eso es lo máximo”.

Relata que supo de la pandemia un mes antes y que fue una revelación divina.

“Lo supe desde un mes antes, Dios mandó esta enfermedad como castigo porque no sumos humanos, hemos perdido el respeto por los demás y él quiere que aprendamos una lección de vida”, asegura la sexagenaria.

De pronto lágrimas empiezan a rodar en sus mejillas, levanta las manos, mira al cielo y exclama: Dios nos está castigando, debemos cambiar y ser mejores. Estas son señales divinas, tenemos que cambiar”, dice, conmovida por su fe.

Este miércoles 14 de mayo las autoridades de salud informaron sobre el fallecimiento de dos personas y el contagio de 23 más en el asilo Perpetuo Socorro de la ciudad de San Pedro Sula, en la zona norte de Honduras. A estas estadísticas oficiales se suman las proporcionadas por el viceministro de la secretaría de Salud, Roberto Cosenza, quien aseveró que entre abril y mayo han muerto otros cuatro ancianos siempre en el mismo asilo.

Vivir así es posible, pero indigno

Las personas que tienen un salario fijo y digno constantemente se quejan por lo caro de la vida. Lamentan que el dinero no alcanza, no obstante, doña Isabel dice que, si bien es cierto, no les ha dado lujos a sus hijos, tampoco los ha dejado pasar hambre.

“No les he dado lujos a mis hijos, eso sería mentir, pero siempre me las ingenio para darles de comer, algunos de ellos, los mayores me ayudan a recolectar y así la llevamos”, cuenta.

También narra que con menos de 30 lempiras ($1.2) prepara el desayuno para ocho personas. “Compramos dos bolas de pan blanco y una bolsita de mantequillas desde un día antes y esa es nuestra primera comida acompañada de una buena taza de café”.

La vida de miserias que lleva Isabel y su familia contrasta con la opulencia en la que viven los funcionarios públicos, algunos de ellos señalados por corrupción al malversar fondos aprobados para compras y contrataciones directas en el marco de la emergencia sanitaria.

Y como en Honduras no existe el castigo para los corruptos, los que han sido acusados siguen en los puestos sin ser tan siquiera investigados. Otros renunciaron, pero nadie ha sido sometido a los tribunales de justicia. El Ministerio Público, que es controlado por el jefe de gobierno, Juan Hernández, alega que no puede presentar acusación criminal contra nadie porque el año pasado se aprobó en el Congreso Nacional una ley que le quitó su acción de investigación penal.

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Doña Isabel deposita su fe en una fuerza divina que la hace estar de pie pese a las vicisitudes.

Mensaje a JOH

Doña Isabel no pide nada para ella, se considera, a sus 60 años, una persona con fuerzas para seguir luchando y mantener a los suyos, sin embargo, eleva la voz y le manda un mensaje al presidente, Juan Hernández: “JOH (Juan Orlando Hernández) en las cárceles hay muchos inocentes y en las calles muchos culpables, haga justicia, no se olvide de los pobres del país, muchos urgen de su ayuda en estos tiempos complicados y esa es su tarea”,  expresa doña Isabel.

Ante la paralización de las actividades económicas por el estado de sitio, el gobierno anunció en marzo pasado la entrega de 800 mil raciones alimenticias para los hogares más pobres, sin embargo, esa ayuda no ha llegado a la casa de Isabel en la colonia Germania, en la carretera que conduce a la zona sur del país.

“N o me han traído nada, dicen que hasta vitaminas dan, pero a mí no me han dado nada, solo la gente como usted que viene en carritos, así como el suyo, me han dado comida”, aseguró la longeva mujer, quién por su edad es una de las poblaciones de mayor vulnerabilidad ante el Covid-19.

Doña Isabel es víctima de la desigualdad social, pero su espíritu de trabajo sigue intacto, nada le borra la sonrisa, pese que hace varios años perdió la dentadura, pero lejos de intimidarse presume su estado natural e invita a seguir luchando a toda la ciudadanía catracha.

  • Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas

3 respuestas

    1. Pobre sra ojalá alguien pueda ayudarla por medio del canal.
      Otro comentario si les quieren cerrar por la relación de los rosenthal lo harán joh hace lo que le da la gana y aquí todo mundo solo lo insultan y no hacen nada…y ese programa de gana millones por favor quien no sabe que es una estafa las respuestas son tan fáciles que un niño puede resolver y ellos ponen gente adulta a dar respuestas tontas y a uno no le toman la llamada pues claro así ganan más por cada llamada desgasten de ese tipo de estafas k no le dan nada bueno al canal

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