Las personas migrantes han optado por regresar a sus países de origen enfrentando discriminación y dificultades para acceder a servicios básicos mientras recorren el país en sentido inverso, marcando una nueva era para los flujos migratorios en la región
Tegucigalpa, Honduras. – En las calles de Comayagüela –ciudad gemela con Tegucigalpa—, justo en uno de los semáforos del obelisco, Rafael —un niño venezolano de 12 años aproximadamente— se acerca al automóvil con una caja de paletas de dulce entre las manos. “Ayúdame a regresar a casa”, se lee en el cartel que porta junto a su familia: padre, madre y dos hermanas, todos extenuados por el viaje y la incertidumbre.
Mientras extiende uno de los caramelos, Rafael responde con franqueza que vende en la calle porque ahora su único objetivo es volver a Venezuela, tras un difícil intento de cruzar hacia Estados Unidos.
La familia de Rafael había permanecido en México como otros miles de migrantes en espera de una oportunidad, pero, según cuenta, con el triunfo de Donald Trump “cruzar la frontera se hizo difícil”. Ante el endurecimiento de las políticas migratorias y la falta de alternativas, su familia tomó la decisión de regresar al sur, sumándose así a la nueva dinámica migratoria que atraviesa Honduras, donde cada vez más migrantes, en especial venezolanos, emprenden el camino de regreso entre la esperanza y la precariedad.
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PERSONAS MIGRANTES AHORA VAN DEL NORTE AL SUR
La dinámica migratoria en Honduras ha dado un giro inédito en 2025. Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) el flujo predominante de personas en tránsito ya no va del sur hacia el norte, sino que ahora muchas avanzan en sentido contrario.
Ismael Cruceta, director de comunicaciones de la OIM en Honduras señaló a Criterio.hn que había un número bastante elevado de personas que estaba en el norte del continente y que está transitando hacia el sur “su intención es ir hacia países como Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia”, explicó Cruceta, al describir la tendencia de personas —en su mayoría venezolanas, jóvenes menores de 35 años— que después de estar varadas en México deciden retornar o buscar nuevas rutas.

Esta nueva modalidad responde a una combinación de factores, desde las políticas migratorias más restrictivas en la frontera norte hasta situaciones humanitarias y decisiones voluntarias de las personas migrantes –como el caso de Rafael—. “Todas las decisiones que ocurren a nuestro alrededor tienen implicaciones… afectan a las personas migrantes”, resumió Cruceta, subrayando que aun cuando los retornos o desplazamientos sean voluntarios, las necesidades de asistencia permanecen.
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LA ESTIGMATIZACIÓN Y LA PRECARIEDAD MARCAN LA NUEVA RUTA MIGRATORIA
Según los resultados preliminares de la Matriz de Seguimiento de Desplazamiento (DTM) aplicados de mayo a agosto de 2025 en puntos estratégicos del país como Ocotepeque, Danlí, Trojes, Choluteca y El Paraíso.
La Matriz de Seguimiento de Desplazamiento (DTM, por sus siglas en inglés) es una herramienta diseñada para recopilar y analizar datos sobre la movilidad, las vulnerabilidades y las necesidades de las poblaciones desplazadas y migrantes, permitiendo así informar mejor a quienes toman decisiones y al personal de respuesta humanitaria.
Concebida por primera vez en 2004 para monitorear el desplazamiento interno en Irak, la DTM ha sido adaptada y utilizada en más de 80 países en contextos de conflicto, eventos climáticos extremos, cambio climático y crisis prolongadas, facilitando la creación de estrategias más precisas y efectivas para la protección y la asistencia de las comunidades en movilidad.
El estudio, basado en más de 1,600 encuestas, evidencia que el 53.8% de las personas migrantes encuestadas se movilizan ahora de norte a sur, revirtiendo la tendencia histórica de migrar solo hacia el norte, mientras que el 46.2% lo hace en dirección sur–norte. Más de la mitad viaja sola y el perfil predominante corresponde a hombres jóvenes entre 18 y 35 años.
“La mayor población es joven, entre 18 y 35 años, que en muchos casos decide volver a sus puntos de origen o buscar nuevas rutas,” explica Liz Ramos, Asistente Senior de Gestión de la Información e Investigación de la OIM, quien enfatiza también que persiste la estigmatización hacia quienes migran, lo que agrava su vulnerabilidad y dificulta su integración social.

Entre las principales demandas identificadas se encuentran la alimentación, la búsqueda de lugares seguros y condiciones mínimas de higiene, tanto en Honduras como en el resto del trayecto.

Ante necesidades inmediatas, las personas entrevistadas señalaron la prioridad de la alimentación (41%), seguida del acceso a agua y saneamiento (14%) e higiene (13%). Además, un 29% reportó haber sufrido discriminación —principalmente por nacionalidad— y un 15% manifestó haber sido detenido por actores no estatales durante el trayecto.
En este contexto de cambio, las familias migrantes, especialmente aquellas con niñas y niños, enfrentan desafíos sustanciales. Aunque la OIM no ha identificado menores no acompañados en este flujo reciente, sí se observa que muchos grupos familiares viajan con un promedio de tres a cinco niños, quienes suelen llegar en condiciones de salud deteriorada, en particular por malnutrición. “. “No sería correcto hablar de mediciones, pero sí hemos notado el deterioro nutricional en los niños y niñas”, advierte Ramos.
Los hospitales públicos de Danlí y Choluteca han brindado atención, pero en localidades como Ocotepeque el acceso es limitado por los horarios restringidos de los centros de salud, que resultan insuficientes para cubrir las necesidades urgentes de quienes pasan en tránsito por esas zonas.





