Tegucigalpa.- Desde su posición en el cerro, el Cristo del Picacho se erige como un símbolo de la capital de Honduras, Tegucigalpa, y es la escultura más grande del país. Esta obra, que alcanza los 30 metros de altura y pesa 2,500 toneladas, fue inaugurada el 16 de enero de 1998. Su realización demandó siete meses de trabajo de un equipo de 40 personas, un proceso que combinó esfuerzo y visión artística.

La obra requirió un complejo proceso técnico. Su molde se preparó en México y luego se trasladó a Honduras, y fue fundida en el mismo Parque El Picacho. La figura final se levantó sobre una base de hormigón de diez metros, que sirve como pedestal.

La mente maestra detrás de esta y otras icónicas esculturas hondureñas fue el artista Mario Zamora Alcántara. Nacido en Danlí, El Paraíso, su camino artístico comenzó en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) en Tegucigalpa.
Su talento lo llevó a perfeccionar su técnica en prestigiosas instituciones como la Academia de San Carlos en México y la Real Academia de Bellas Artes de Roma, en Italia.

Esta sólida formación fue la base de un legado que trasciende el Cristo del Picacho, incluyendo la estatua de Francisco Morazán en el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y la majestuosa Diosa Themis en la Corte Suprema de Justicia (CSJ).
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Mario Zamora Alcántara falleció el 25 de abril de 2017 a los 97 años. Su trabajo dejó una marca permanente en la cultura de Honduras, y sus obras continúan siendo parte fundamental del paisaje y la identidad del país.





