La batalla por la justicia

Mancomunidad Centroamericana de naciones, e imperativo de reformar el SICA 

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

A Mario Argueta, colega que conversa y contribuye…

Sigue teniendo plena vigencia la reflexión de Morazán: Patria vacilante e incierta. Pero no fue hace cien años amigo, sino doscientos años, que se declaró la Doctrina Monroe. Hace cien, en 1923[1], los EUA se autoproclamó árbitro de la legitimidad centroamericana, cuya unión venía de frustrarse otra vez, proclamando que no reconocería a ningún gobierno que surgiera de una revolución, aunque después procedió, en los 1930´s a apoyar y armar a las dictaduras e impulsar nuevos golpes cuando quiso, y sigue instigando conspiraciones. Hoy los centroamericanos ya no nos podemos alimentar y tenemos alto desempleo y costo de vida, degradación ambiental y emigración, a todos nos vuelve vulnerables el endeudamiento insostenible y la inseguridad ciudadana. La región entera tiembla frente a las amenazas del calentamiento, atravesada ya no solo por las fallas entre las placas tectónicas, sino también por la cadena de suministros y la logística del narco. 

No todo es negativo, me insiste Mario; aunque quizás hay más de cal que de arena. En Guatemala, la fiscal del mal sigue oficiando su aquelarre, empero, el activismo indígena permitió el acceso de Arévalo a la presidencia, y los EUA (el tiburón), se alinea contra la mano blanca. También se acerca a remendar las cercas y ayudar sorprendentemente a Bukele, quien, en una región muy polarizada políticamente, ha conseguido en El Salvador un consenso para sus reformas, aunque con riesgos que nadie entiende, por ejemplo, ¿qué hará con cien mil, uno de cada 45 jóvenes encerrados bajo sospecha de ser mareros? O ¿cómo hará para despegar su economía y abatir la inseguridad alimentaria de la mitad de la población? Y el delegado Nayib es el único que enarbola la Unión. Nicaragua se aísla con la intolerancia y tiene problemas serios de credibilidad en el exterior. En Panamá, donde el Canal está boqueando por sequía, quizás ya hay una nueva economía de servicios instalada, que puede sortear la transición; y la Corte Supremadeclara inconstitucional la concesión minera a una transnacional canadiense, de modo que se tendrá que deducir responsabilidad al expresidente Martinelli.

En Honduras, el dengue persiste con el COVID redivivo, para recordarnos que no se hace aún lo que hace falta para controlar las aguas que volverán a inundar la Costa Norte, aunque Japón ya se comprometió a estudiar el problema; los campesinos siguen desprotegidos en tierra de narcos y la mafia puja, para ver qué logra salvar de la catástrofe de la ópera en Manhattan. Movida por una prisa loca y ajena, la embajadora sigue abusando de su investidura, e inventa una persecución de la oposición, contaminando la reacción posible, aun si a ratos da tumbos la áspera nomenclatura de la refundación. Costa Rica orgullosa que prefiere celebrar otra independencia, mira degradarse su logro máximo de los mejores servicios públicos del istmo, sufre una epidemia de depresión, ansiedad aguda y suicidios, claramente relacionada con las dificultades colectivas, y se siente desbordada por la migración, que la cruza desde el Sur, y que no es la causante –tampoco- de la crisis de violencia, que quiso achacar antes a los turistas hondureños. 

La integración subsiste y se declama, pero está estancada. El primero que con voz lastimera me hizo ver el triste fracaso del Mercado Común hace ya muchos lustros, fue Jorge Bueso Arias, recién fallecido, quien además fue pionero del proceso y empezó a impulsarlo desde los 50s del siglo pasado, cuando fue ministro de Hacienda de Lozano y de Villeda M. negoció y concretizó el Tratado, firmado indistintamente por los líderes democráticos de Honduras y Costa Rica y los dictadores golpistas de Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Se avanzó impetuosamente y se construyó una ruta. Pero se estancó, no pudiendo aprovechar el despegue de la década del setenta, por la nueva inestabilidad de la guerra del “fútbol”, en 1969. De modo que, siendo el proceso más antiguo de integración, se quedó rezagado frente a los demás, el barquito que no podía navegar. No es muy difícil entender por qué fracasó ese esfuerzo, y debería escribirse esa historia.

Un pecado de origen era que solamente preveía el libre comercio de mercancías, y no de personas ni capitales y empresas.  El segundo problema fue que se planificó con una serie de correcciones (de asimetrías), con futuras industrias reservadas para distintos países, y los EUA sabotearon esos acuerdos, para proteger su libre exportación. De modo que las asimetrías agudizaron las desventajas de unos frente a otros, y eso generó fricción y resistencia: la que detonó la revuelta de empresarios y trabajadores en San Pedro en 1968, contra el Protocolo de San José. Tampoco se anticipaba la integración política de un gobierno comunitario coordinador que resolviera un impasse. El tope de remate fue la guerra del 69, que desarticuló el proceso por veinte años.  Y en los ochenta, se nos puso a pelear unos contra otros, para dirimir conflictos ajenos. Fue mérito de los gobernantes de Centroamérica (sandinistas, centristas -Azcona y Cerezo- y derechistas como Arias y Cristiani) pactar en, 1987 la Paz Perpetua, que desarticuló el plan guerrerista; para volver a juntar las piezas, incorporando a Honduras y El Salvador, cuya dinámica era crucial, hacia 1991. Todavía entonces tenía prestigio ser un pro-tempore presidente de Centroamérica. Con pocos recursos, los consejos centroamericanos de ministros funcionaban. Pero quisieron integrarlo articulando un falso legislativo ya que, desvinculado de las ciudadanías (por la intermediación caciquil), y carente de facultades vinculantes, el Parlacen nació muerto, un teatro de sombras, un club de ilusos y de jubilados políticos y sucumbió a la más crasa corrupción, sirviendo para repagar contribuciones y dar impunidad a delincuentes.  Hoy el SICA está tan mal, que ni siquiera consigue tener un secretario que dure más de unos meses. ¿Se lo puede salvar? No con medias tintas. Hay que resucitar, inyectarle adrenalina y células madre, sacarle ritmo. Que les pasó en los últimos treinta años de supuesta primavera: ¿Visión? ¿Liderazgo?

El problema es que los países del istmo no tienen alternativa. EL Sistema de Integración Centroamericana SICA abarca hoy a ocho países, los cinco de la Centroamérica original, más Panamá, Belice y República Dominicana, con una población por encima de los cincuenta y seis millones de habitantes, un PNB de alrededor de $425 mil millones de dólares, una tercera parte de lo que produce México y cuarta parte de lo que alcanza Brasil. Tiene varias características comunes: son países tropicales, con ricas culturas pluriétnicas; todos costeros, y con una gran riqueza de agua dulce y biodiversidad compartida, con importantes diferencias entre ellos. República Dominicana tiene una economía más sólida y desarrollada que los demás.[1] 

Pero todos tienen aún, altos índices de Mortalidad Infantil (tanto Guatemala como Dominicana llegan a 24 por 100,000, nacidos vivos, mientras que Honduras, El Salvador y Nicaragua oscilan alrededor 15 y Costa Rica los mejora a todos con un 8. Y, con respecto a la Esperanza de Vida (para dar otro indicador seguro de desarrollo humano -que mide cuánto y cómo vive la gente-) según las cifras de 2022: Costa Rica, Honduras y Panamá oscilan en torno a 78 años, El Salvador y Dominicana tienen marcas intermedias (75+), Guatemala y Nicaragua tienen cifras más bajas con alrededor a 73 años. Juntos son países importantes en América Latina, y van a serlo cada vez más, a medida que se concreticen sus potenciales. Y pueden a priori, a partir de los compromisos pactados, caminar juntos, plantearse metas nuevas; porque lo que no crece y se desarrolla, se muere. Con una presidencia pro tempore anual, los presidentes centroamericanos deberían constituir su reunión en un Consejo Ejecutivo, virtual pero permanente y, respetando las reglas de cada estado, coordinar una política exterior común de neutralidad perpetua y apertura global, con servicios externos fusionados. Encaminar a las fuerzas armadas a una Unión de armas[2] para que se preocupen con propiedad de las amenazas externas, emergencias y el servicio a la ONU.

Los ocho deben integrar su política migratoria: los centroamericanos no deben ser considerados migrantes o extranjeros en ninguna esquina de su Patria y en cualquier rincón del mundo, los viajeros y migrantes de Centroamérica deben recibir amparo y apoyo de la autoridad centroamericana más inmediata. No se necesitan para eso más tratados; solo tiene que ordenarse a los rectores de sus servicios exteriores que protejan de manera integral a toda la gente de la mancomunidad que lo requiera. Por supuesto que es obligado integrar las políticas contra el crimen, las que no tienen posibilidad de éxito aisladas, y asimismo las políticas de protección ambiental, cuyos retos son especialmente transfronterizos. Hay que progresar con la Unión Aduanera… pero más rápido. Los puntos fronterizos no son ya los lugares para contener el contrabando moderno.

Pero al final del día, mañana, lo digo figurativamente, pero despierto, el día después de la primera Cumbre de SICA pendiente, Centroamérica podría, además -con los países que quieran despegar- más allá de la unión aduanera, convertirse en la práctica, en una comunidad realmente integrada de naciones, zona de libre comercio y de libre tránsito de las personas y de los capitales. Habrá inevitablemente un paso de turbulencia.  ¿Vamos a perder cosas, ingresos? Sí claro. Los aduaneros van a dejar de recibir mordidas, y algunos tendrán que ser entrenados para otras faenas. Se va a acabar la sórdida corrupción de las fronteras, vamos a dejar de cargar con la malquerencia de los migrantes, los abusados y con las tardanzas. Bajará el costo del transporte y del comercio, y se van a perder un par de monopolios. Van a salir ganando los consumidores y los comerciantes. Y esa nueva dinámica de nuevas empresas y servicios generará mayor recolección de impuestos por la venta y la renta. La economía dinamizada compensará dentro del primer año de funcionamiento, los cobros mezquinos de hoy, y se podrán concentrar los gobiernos nacionales en tareas realmente útiles y productivas.  Otras reformas NO son ejecutivas y precisan en efecto de nuevos tratados o reformas del vigente. El peso centroamericano ¿podría pasar a ser una criptomoneda? A lo demás hay que darle vuelta de calcetín.

Según estricto criterio de mérito y ética, El Consejo Ejecutivo debería proponer (uno por cada país), a los jueces de la Corte Suprema Centroamericana, a ser electos por el Parlamento nuevo. El Parlacen debe ser completamente reformado; sus diputados (uno por cada millón de habitantes y fracción mayor) deben someterse al escrutinio y voto ciudadano directo cada cinco años. Operar como legisladores comprometidos de dedicación exclusiva, con reales facultades vinculantes, en un distrito federal, ganar un múltiplo de seis salarios mínimos con alguna compensación, proporcional a la distancia respecto de sus provincias de origen, y disfrutar un seguro público de calidad, como el resto de sus compatriotas y otro seguro especial, de viaje y de vida en el servicio.  Las reformas siempre son difíciles, pero a veces son totalmente ineludibles, ese es el caso aquí…. La posteridad les hará justicia y la historia también.

Seúl, 11 de febrero de 2024


[1] El per cápita no significa nada en economías tan variadas y con extrema desigualdad.

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