Por: Edmundo Orellana
Los candidatos presidenciales son ampliamente conocidos. Al Presidente- candidato lo conocen todos los hondureños, porque por más de 8 años ha gobernado el país, puesto que compartió, de hecho, la presidencia con Lobo y participó activamente, desde su curul de diputado, en el Gobierno de Facto.
El problema del Presidente- candidato no es que se mantenga, aproximadamente, en los mismos niveles de aceptación de su elección pasada, sino que el repudio a su gobierno es masivo. Según las encuestas su nicho de votación es exclusivamente el Partido Nacional, y dentro de éste hay un rechazo significativo a su candidatura, que no se midió en las elecciones primarias porque fueron obligados a votar.
Fuera del Partido Nacional, el Presidente- candidato no tiene posibilidades de atraer votos. No votarían por él, según las encuestas no comerciales, que son las creíbles, militantes del Partido Liberal ni de la Alianza, quienes, de darse el caso, prefieren cruzar su voto entre estas organizaciones políticas. Tampoco los independientes o indecisos, que en un porcentaje superior al 90% manifiestan su repudio a su candidatura, e, igualmente, expresan que, de ir a votar, lo harían por el PL o la Alianza.
El Presidente- candidato ha subestimado al pueblo, creyendo que con la propaganda masiva a su favor se esfumaría el descontento generalizado por el alza de precios de la canasta básica, la falta de oportunidades, los ilegales y crueles despidos masivos, y el incremento de la pobreza, del desempleo, de la inseguridad y de la corrupción. No consideró que colocar a las personas en situación de precariedad extrema, al grado de no tener ni lo necesario para atender las necesidades básicas de su familia, se volvería en su contra. Cualquier abuso puede perdonar el ciudadano, menos que vacíen sus bolsillos o limiten severamente su libertad. El Presidente- candidato calculó mal, se preocupó por satisfacer las demandas del FMI, a costa de sumergir al pueblo en un océano de necesidades insatisfechas, que ese pueblo sabe que se debe a la generalizada y descontrolada corrupción, como la del IHSS, Ministerio de Salud y un largo etc.
De nada le sirvieron la Bolsa Solidaria y otras dádivas, con las que envileció la pobreza, para amortiguar esos devastadores efectos en el pueblo hondureño, por lo que el Presidente- candidato es el que menos posibilidades tiene de alzarse con la victoria, si el voto del pueblo es masivo y consciente, y no se impone el fraude.
El candidato de la Alianza tiene a su favor la popularidad estimulada desde los espacios televisivos que dirige. Sin embargo, es inestable emocionalmente e incoherente, al grado de que el líder de la Alianza, Mel Zelaya, ha dicho en varias oportunidades que sus declaraciones deben interpretarse y no tomarse literalmente, porque el suyo es estilo “Trump”. No es deshonesto; al contrario, peca de serlo, porque dice lo que piensa y lo que siente, metiéndose en problemas innecesarios, puesto que el sentimiento aleja la prudencia, que es hija del raciocinio, y atrae las dificultades. Por otro lado, aunque, en política, es aceptable decir lo que se piensa, pero matizando las expresiones, lo importante no es hablar, sino hacer. A su favor también podemos contabilizar que no ha contribuido en la crisis que hoy flagela la sociedad hondureña, porque jamás ha sido funcionario público, ni ha tenido funciones de dirección de una organización, y, justamente por esto, exhibe un evidente desconocimiento de la administración pública y de lo que demanda el país. De ganar, entonces, el ambiente político será el más inestable de todos los tiempos.
El candidato del Partido Liberal desbordó los moldes del político tradicional. Sin ser conocido en su partido, cautivó la atención de las bases, convenciéndolas de la pertinencia de sus propuestas y de su compromiso para cumplirlas. En la víspera de las elecciones generales, es evidente que ya ocupa una posición privilegiada en la intención de voto del hondureño por sobre los demás candidatos, respecto de los cuales tiene a su favor la menor opinión desfavorable, lo que inclinará a su favor el voto de los independientes e indecisos que decidan votar.
No es por arte de magia que ha alcanzado esa posición. Lo logró demostrando coherencia entre lo que ha hecho y ofrece hacer; acreditando sus éxitos como administrador, que sin estar animado por el lucro y sí por la sensibilidad social, llevó a una universidad privada a los primeros lugares en el sistema educativo superior privado; anteponiendo la ética y el cumplimiento de la ley, aunque políticamente le sea adverso, cuando debe tomar decisiones, lo que garantiza que siempre privilegiará los intereses del pueblo a los intereses personales, de grupo o de partido; formulando propuestas creíbles, porque son realizables, ya que no van en contra del sentido común.
Propone reconstruir el Estado de Derecho y la Seguridad Jurídica, fortaleciendo las instituciones vía la aplicación irrestricta de la ley y seleccionando a los más idóneos para los cargos no políticos, lo que es, además de conveniente, un reclamo popular. Asimismo, propone combatir el burocratismo, estableciendo reglas claras y procesos fluidos y transparentes para el operar de la Administración Pública, para que los programas y proyectos públicos sean efectivos y eficaces, y se garantice la rendición de cuentas.
Finalmente, propone la estimulación de un proceso económico de base productiva, incluyente y equitativo, para erradicar la pobreza y eliminar la exclusión económica y social, garantizando su apego a los principios de liberalismo social.
De todos los candidatos, es Luis Zelaya el que, por su coherencia y compromiso, garantiza la realización efectiva de sus propuestas. Por eso, estimado lector, votar por Luis Zelaya es el medio más seguro para hacer del nuestro un país de instituciones fuertes dedicadas exclusivamente al cumplimiento irrestricto de la ley y a la promoción del bienestar económico, social, político y cultural de todos, sin excepción.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
2 respuestas
Don Edmundo y sus elucubraciones por los liberales azules. Con tanto intelecto y no quiere ver la realidad. Su partido va rumbo a ser un pobre partido bisagra y ni Jesucristo lo levanta por su colusion con los cachurecos.
Luis Zelaya solo tiene un GRAN problema: quienes los acompañan; (muchos de ellos, no todos) participaron en el Golpe de Estado y se ha confabulado con el PN en el Congrezoo)