Por: Víctor Meza
Esos dos conceptos me motivan a escribir este artículo de prensa, el mismo que queda atrapado entre los límites de las letras y los espacios asignados de manera irremediable por la redacción de este medio de comunicación. Como sucede con todas las oficinas de redacción, siempre hay un límite y, por supuesto, siempre hay una triste e infranqueable barrera que no se debe superar. Siempre es así. El límite doloroso de la distancia y, al mismo tiempo, el límite inevitable de la lejanía.
Hace ya muchos años, cuando la red del Internet apenas empezaba a ponerse de moda, el diario New York Times publicó un editorial que muy pronto se volvió memorable. Se titulaba “La muerte de la distancia”, y hacía alusión a algo que luego se volvió muy evidente: la inmediatez visual y auditiva de la comunicación humana. De pronto, los mortales, los que teníamos privilegiado acceso a la comunicación digital, éramos seres lejanos y, a la vez, mortales conectados. Cercanos y lejanos a la vez, humanos y extraños. Sin distancia, con extraña cercanía. Maravilla digital.
Se me ocurre pensar en esto, en el encierro involuntario en que me desahogo y consumo, en el mismo en que revuelvo viejos papeles y pienso en antiguas ilusiones y sueños. Pensar es un poco consumirse, hundirse en el recuerdo y, por supuesto, sumergirse en sueños lejanos y, a veces, agradables. Sueñas con el pasado estimulante y quieres revivirlo; sueñas con el pasado triste, doloroso, y, claro, no quieres recordarlo. Recordar no es revivir, es algo así como volver a entristecerte y estar solo. Es una forma nostálgica de la vivencia.
Pero, la verdad, no es este el mejor momento para pensar en ello. Quiero pensar en el futuro, en ese nuevo modelo de relación social, de convivencia comunitaria que nos impone, como desafío inevitable, la vida en sociedad, el futuro inmediato. Pensemos, por favor: ¿cómo será, o deberá ser, el nuevo modelo de relacionamiento social en un país que vive en la etapa de la post pandemnia? ¿Cómo deberemos construir una relación amorosa y, a la vez respetuosamente distante? ¿Cómo podremos ser lejanos y cercanos a la vez?
Preguntas sin respuesta. O, al menos, con respuesta difícil y conflictiva. No hay duda, habrá que construir, poco a poco, letra a letra, vocal a vocal, un nuevo modelo de relacionamiento social, una nueva forma de convivencia comunitaria, lo que supone un trabajo colectivo de sociólogos, sicólogos, siquiatras; médicos, por supuesto, y, claro está, diseñadores de políticas públicas y estrategias nacionales.
Habrá que proponer y poner en práctica una forma de relacionamiento que nos asegure nuevos mecanismos de solidaridad y comprensión, ayuda mutua y cercanía humana. Entender que somos seres humanos, personas cercanas y vitales, habitantes del mismo planeta, terrícolas, en fin. Saber, por fin, que tenemos un destino común y debemos luchar por ello.
Sé que puede parecer absurdo, un tanto simplista, esta alusión a la condición humana, pero pido que lo entiendan como un sincero llamado, al estilo del “Reportaje al pié de la horca” que escribió Julius Fuchik, el periodista checoeslovaco, antes de ser fusilado en Praga por los nazis en la segunda guerra mundial. Fue un llamado a la comprensión y la solidaridad de los seres humanos. Fucik no hizo nada más que apelar a la condición humana de sus congéneres, tocando las fibras más profundas del ser maravilloso que nos habita y da vida… Esa es la razón suprema que nos debe permitir vivir de otra manera. Podemos y debemos hacerlo.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas