“Tony” Hernández culpable

Las amargas cadenas de Tony Hernández

Por: Oscar Miguel Marroquín

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Óscar Marroquín

Tegucigalpa.-Pesadas cadenas anuncian la amargura del encierro, a quien pasó de las mieles del poder y lujos a ocupar una fría, dura y solitaria celda; el vigilar y castigar de Michel Focault, lo encierra todo, recomiendo leerlo a quienes detrás de Tony Hernández correrán la misma suerte, en el libro seguramente encuentren consuelo alguno, de no ser extraditados a la Francia de 1757.

Aquel 2 de marzo de ese año Damiens fue condenado no por narcotráfico sino por otro delito, y condenado a ser atenaceado de sus “ tetillas, brazos, muslos y pantorrillas y su mano derecha… a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego”, de aquella escalofriante situación se escucha del propio Damiens “Dios mío, tened piedad de mí, Jesús, socorredme” pero no ocurrió ni lo uno, ni lo otro, finalmente este fue descuartizado por el hombre designado de hacer cumplir la ley de aquellos tiempos.

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Quizá se paga en la tierra, lo que se hace en la tierra. No lo sé. Lo que sí es seguro, es que Tony Hernández, un buen día decidió envenenar la vida de miles y miles de ciudadanos estadounidenses, a cambio de vivir entre los más insospechados lujos que da el dinero, y seguramente entre placeres furtivos de esos que a media luz que esconde la infidelidad, en fin, de las efímeras veleidades que brinda la riqueza. Veleidades que pronto se convierten en amargura sin fin; solo Tony Hernández quizá viva ahora mismo entre angustiosos minutos, convertidos en siglos, ansiando darlo todo por la libertad de caminar sin la atadura de las cadenas y sin la posibilidad de ser condenado a cadena perpetua, perpetuidad que al final tiene por objeto torturar segundo a segundo el cuerpo humano mientras este no muera, pues al final según Foucault, el encierro moderno no es más que la continuidad de aquel 1757, solo que por otros medios.
Encierro al que muchos hondureños han sido condenados por el insólito hecho de protestar por los crímenes de todo tipo, cometidos por Juan Hernández y, una pandilla de militares, banqueros, empresarios, políticos, jueces, y por supuesto sin faltar los charlatanes llamados pastores evangélicos, estos últimos le dan la venia bendita al narcotráfico, la corrupción y la impunidad y condenan a fuego eterno a los detractores de la pueril dictadura que ha sumido a millones de ciudadanos hondureños en la más brutal pobreza económica.
Por los cuatro puntos cardinales no falta quien afirme que “el que la hace, la paga” y, por si fuera poco, la paga en la tierra, aunque los mal llamados pastores evangélicos en su afán de librar de toda responsabilidad criminal a Juan Orlando Hernández y otros miembros de su familia, prefieren hablar hipócritamente de perdón.
Perdón que naturalmente Juan Hernández no tuvo con Berta Cáceres, Anselmo Villareal, los estudiantes Mario Enrique Suárez y Gerson Daniel Meza y otros tantos que ahora forman parte de una larga lista de los que ya no están entre nosotros.
Las cadenas de Tony Hernández seguramente son el presagio, de lo que tarde o temprano tendrá que pagar su hermano, por todos los asesinatos, por el dolor causado a las familias hondureñas, por el sufrimiento de los que murieron buscando un nuevo destino en otras tierras, por los que perecieron a falta de medicina y atención médica en el seguro social, por las masacres dirigidas y controladas desde Casa Presidencial con fines políticos.
Esas cadenas que ahora atan a un futuro incierto a Tony Hernández mañana también podrían atar a otros que hoy por hoy se hacen llamar: HONORABLES.

  • Emy Padilla
    Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas

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