Ceteris Paribus
Por: Julio Raudales
La historia de la humanidad está tejida de épocas gloriosas, pero también de periodos a veces muy largos, de decadencia y desolación. Al final todo sirve. Unas veces se gana y otras se aprende. Somos el producto vencedor de todo lo bueno y malo que ha pasado en los 200 mil años que sapiens atraviesa la faz de la tierra.
Y la cosa es que tanto para las buenaventuras como para las desgracias, el asunto se complica con el achicamiento del mundo causado por la tecnología y el desarrollo de las comunicaciones. ¡Nunca como ahora habíamos tenido tanta información! Y nunca como hoy pareciera ésta definir el sino de las cosas que pasan. Pareciera que el gobierno mundial no son las Naciones Unidas, como se pensó en su momento después de la segunda guerra mundial, sino Twittrer, Facebook y Whatsapp.
La semana pasada, por ejemplo, 3 millones 300 mil personas se presentaron a la Oficina Federal de Desempleo a pedir sus beneficios ya que perdieron sus empleos en los Estados Unidos. La semana que está terminando la cifra se duplica: 6 millones 700 mil trabajadores formales de aquel país se suman al paro. La cifra es alarmante: 10 millones en apenas 15 días. Se calcula que a finales de abril serán 40 millones de desempleados en la potencia del norte, es decir un 20% de la Población económicamente activa.
Dow Jones y Nasdaq, los índices bursátiles de Nueva York, nos dicen que el valor de los negocios se ha reducido en un 24% en lo que va del 2020, es decir, si usted tenia acciones de empresas como American Airlans o IBM por 100 mil dólares en diciembre del año pasado, hoy solo valen 75 mil.
Robert Samuelson, uno de los periodistas con mas credibilidad en aquel país, escribió en el Washington Post que se avecina “la gran depresión de este siglo”. No es una recesión severa como la de 2008 no; se trata de una caída profunda en la producción, como consecuencia del resquebrajamiento de los mercados, luego de 11 años de crecimiento ininterumpido y mejora en el bienestar para millones de personas no solo allá, si no en el mundo.
Esto implicaría una caída generalizada en el bienestar de la gente que vive en los Estados Unidos. No solo la pérdida de decenas de millones de empleos por un periodo muy prolongado; también centenares de miles de negocios irían a la quiebra y el aumento generalizado en los precios. Como consecuencia lógica de lo anterior, la caída de millones de personas en la pobreza.
Todo esto tendría consecuencias devastadoras para economías como la hondureña. Hay que recordar que un 52% de nuestro comercio va dirigido hacia el país del norte, que 1.2 millones de hondureños trabajan allá y mes a mes hacen envíos de remesas que sostienen centenares de miles de hogares acá; que una cantidad nada despreciable de empresas y marcas norteamericanas tienen una sede en nuestro país y que en ellas trabajan miles de hondureños y también, por qué no, que año con año, la USAID desembolsa unos 70 millones de dólares para proyectos de desarrollo en nuestro país.
Y todo esto acontece precisamente en el momento en que el país, igual que el mundo, se encuentra paralizado por el impacto de la peste CVD-19. No podía llegar la recesión norteamericana en peor momento. Lo último que puede hacer un país en estos momentos es paralizarse, estimular su producción, sobre todo la de alimentos, y asegurar que la población tenga mejores y mayores accesos a medios de vida.
La respuesta a la crisis que sucede a la que actualmente azota al país debe ser inteligente y desprovista de prejuicios. Si seguimos tratando los problemas como hasta ahora, tendremos los mismos resultados: Mas miseria, hambre, violencia, incertidumbre e ingobernabilidad.
No es regalando comida y estimulando la inoperancia de un sistema público ineficiente que vamos a salir de este embrollo. Si bien es cierto, la intervención del gobierno es indispensable en este tipo de circunstancias, debemos entender cual debe ser el rol mas adecuado de las políticas a implementar, para evitar que el remedio sea peor que la enfermedad.
El problema acá, es que para los políticos (y para muchas personas), resulta muy atractivo hacer de esto una lluvia de regalitos y no concentrase en las cosas que hacen que los problemas económicos, sean externos o internos, peguen con menos fuerza: Un sistema de salud pública preparado para estos casos, un esquema productivo libre de barreras y de fácil integración a los mercados, un sistema educativo que nos haga menos vulnerables al engaño populista… ¡En fin! Cosas que no jalan muchos votos, pero si fortalecen ciudadanía.
Hay que actuar y pensar con prudencia, usando la razón y la ciencia como banderas. 2020 se nos ha venido encima con alevosía. Si a la crisis del COVID-19 sumamos la desbandada de los mercados norteamericanos en crisis y la inoperancia y mala voluntad de un gobierno que no sabe ni quiere hacer bien las cosas, la suma de los males nos dará negativa sin ninguna duda.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
Un comentario
Siempre me gustan los escritos de Señor Raudales, muy acertado en sus valoraciones. Uno de los hombres más preparados que tiene Honduras.