No le bajemos la guardia a la COVID

La salud mundial es la mejor inversión que podemos hacer

Por: Tedros Adhanom Ghebreyesus y Werner Hoyer

LUXEMBURGO – Nadie podía predecir hasta qué punto la COVID‑19 iba a erosionar décadas de progreso en el área de la salud pública mundial. Y el mundo todavía no se recupera del shock. Pero tenemos la oportunidad (y el deber) de extraer las enseñanzas correctas, para mitigar esta pandemia y minimizar el riesgo de que se produzcan hechos similares en el futuro.

Aunque hoy hay nuevas amenazas en el horizonte, no debemos desviar la atención de la COVID‑19. La pandemia puso de manifiesto grandes deficiencias en los sistemas mundiales de salud. No resolverlas sería un error de política pública y de política económica, porque no puede haber jamás oposición entre la salud y el desarrollo económico. La COVID‑19 ha demostrado que la salud es esencial para el desarrollo, la prosperidad y la seguridad nacional.

Las interrupciones en los servicios de salud derivadas de la pandemia han generado grandes incrementos en VIH, tuberculosis, malaria y muchas enfermedades no transmisibles (casos no informados y muertes). Son todas enfermedades en cuyo control el mundo ya había hecho grandes avances. Para colmo de males, la pandemia ha provocado una reducción de la expectativa de vida, menos cobertura vacunatoria básica y un aumento de los problemas psicosociales y de salud mental.

Como si el duro legado de la pandemia no fuera suficiente, la guerra en Ucrania generó una extendida crisis humanitaria, puso en riesgo el suministro mundial de alimentos, provocó un encarecimiento de los alimentos y de la energía, y amenaza causar recesión y padecimiento económico en todo el mundo. En septiembre, el Fondo Monetario Internacional advirtió de que «en 2022 y 2023, el impacto del aumento de los costos de importación de alimentos y fertilizantes en los países con gran exposición a la inseguridad alimentaria incrementará en USD 9.000 millones la presión sobre sus balanzas de pagos. Esta situación erosionará las reservas internacionales de los países y su capacidad de pagar las importaciones de alimentos y fertilizantes».

Además, la subida de tipos de interés y el endurecimiento de las condiciones financieras plantean el riesgo de numerosas crisis de deuda en países de ingresos bajos y medios. Al someter las finanzas públicas a grandes presiones, los últimos shocks globales ponen en peligro inversiones sanitarias a largo plazo vitales.

La solidaridad y la equidad internacionales son el fundamento de cualquier respuesta eficaz a los desafíos que enfrentamos. Debemos avanzar en tres frentes para preservar el papel central que los sistemas sanitarios (y en particular, la atención primaria de la salud) cumplen en todo momento, y sobre todo durante una crisis económica.

En primer lugar, es necesario aumentar la inversión en atención primaria de la salud, porque la falta de inversión se amplifica en tiempos difíciles, como los que experimentamos ahora. Dicha falta, a su vez, aumenta los riesgos derivados de las amenazas globales (provocadas o no por el hombre). Redunda en interés de todos ayudar a todos los países que carecen de recursos adecuados para invertir lo suficiente en la resiliencia de los sistemas sanitarios y en preparación y respuesta frente a pandemias.

En segundo lugar, se necesita más financiación para la innovación en ciencias biológicas, sobre todo para aumentar su escala en forma sostenible. Esto implica dar apoyo a la producción local o a innovaciones en la provisión de servicios de salud mental en beneficio de millones de personas, dentro del sistema de atención primaria de la salud.

En tercer lugar, los organismos multilaterales deben colaborar para que el mundo esté preparado para enfrentar en forma más efectiva las amenazas sanitarias futuras. Una iniciativa útil en tal sentido sería que los países elaboren y ratifiquen un acuerdo vinculante sobre pandemias (integrado a la constitución de la Organización Mundial de la Salud), que resuelva la necesidad urgente de contar con un protocolo de prevención y respuesta frente a pandemias.

Por desgracia, ya antes de la COVID‑19, el mundo iba retrasado en el cumplimiento de las metas sanitarias globales, incluidas muchas de las que están consagradas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030. Y ahora, la pandemia ha provocado un retroceso aún mayor.

En tiempos de aumento de la deuda y crecientes riesgos para su sostenibilidad, es necesario que los gobiernos, los organismos internacionales y las instituciones financieras trabajen codo a codo para volver a ponernos en la senda correcta. La COVID‑19 no sólo expuso las muchas falencias que hay en el área de la cooperación internacional, sino que también demostró la importancia de trabajar juntos.

Por eso los dos organismos que representamos se han comprometido a combinar sus fortalezas para promover e incrementar las inversiones sanitarias.

Por ejemplo, con apoyo del Banco Europeo de Inversiones, de la OMS, del Wellcome Trust y de otras organizaciones, el AMR Action Fund está invirtiendo en soluciones innovadoras para enfrentar la resistencia a antibióticos y garantizar que haya una línea de desarrollo de nuevos fármacos que permita dar respuesta a necesidades clave. La comunidad científica ya identifica la resistencia a antibióticos como una «pandemia silenciosa» y una amenaza grave a la salud mundial y al desarrollo.

Además, estamos trabajando para canalizar recursos adicionales aportados por otros socios, por ejemplo la Comisión Europea, organismos de financiación del desarrollo y actores del sector privado, para mejorar los servicios sanitarios allí donde más se los necesita. A principios de este año, anunciamos un acuerdo de asociación, en cooperación con la Comisión Europea y la Unión Africana, para el refuerzo de los sistemas sanitarios (sobre todo en el área de atención primaria de la salud) en África. El BEI se ha comprometido a proveer un aporte inicial de al menos 500 millones de euros (520 millones de dólares), con el objetivo de movilizar inversiones por más de mil millones de euros, con particular énfasis en la atención primaria de la salud en África subsahariana.

Nuevos proyectos cooperativos ya están haciendo avances en África y Medio Oriente. En Ruanda, la OMS dará asesoramiento directo al gobierno para la reconstrucción del Laboratorio de Salud Nacional, con financiación de la Comisión Europea y del BEI. El nuevo laboratorio realizará más de 80 000 pruebas diagnósticas al año, en beneficio de una población de más de doce millones de personas.

Para tener un impacto medible en estos países, apuntamos a usar mecanismos de financiación innovadores que alienten la provisión local de fondos y promuevan el objetivo compartido de salud para todos. Al mismo tiempo, tenemos un compromiso con promover una gestión de deuda sostenible, para que las inversiones en salud de los países asociados no generen dificultades financieras. Insistimos: invertir en salud es promover una buena política económica.

La salud y el bienestar son objetivos que comparte todo el mundo. Para acelerar el despliegue de soluciones sanitarias innovadoras, se necesita un trabajo conjunto entre países e instituciones, en el que se fomente la cooperación no sólo entre estados, sino también entre los gobiernos y el sector privado.

Werner Hoyer es el presidente del Banco Europeo de Inversiones. Tedros Adhanom Ghebreyesus es director general de la Organización Mundial de la Salud.

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