Alejando Mayorkas y las formas en que pudiera ayudarnos

La Revolución, una ley para todos, consensuada

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Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

De cierta manera, siempre he sido un pequeño burgués. No ha de que sorprenderse Comandante. Nací en cuna de mayorazgo. Toda mi vida ha estado protegida por esa aura y privilegio. De modo que -aunque en la relatividad de este mundo- no sea yo hombre de gran fortuna ni jamás me propuse serlo, heredé bienes que me aseguraron mas independencia de la que tienen mis pares y tuve el refinado cultivo de muy pocos. Pero a estas alturas de mi vida y de la historia de Honduras, cuando tenemos tantas moralejas y lecciones aprendidas,  he regresado a la conclusión ineludible de que necesitamos una revolución, que ponga el actual régimen en vilo. El orden de cosas prevaleciente que hoy simplemente ya no es aceptable. No tiene perdón de dios, ni solución de continuidad.

Tenemos que superar tanta violencia, tanta arbitrariedad y tanto estorbo. Necesitamos una revolución que rectifique este mundo pando y nos libere de su opresión, de la cultura del autoritarismo que permean nuestro ethos, vida política y social. Una Revolución que instituya la justicia social con la libertad cristiana universal y la igualdad de las razas y los sexos. No es cuestión de imaginarse lo inimaginable, una quimera, un bravo mundo nuevo, un despojo colectivo de los bienes privados, de los derechos individuales, de una estatización totalitaria. Si no de una salida pacifica a nuestra violencia, una revolución que abrace, proteja a todos, impida hoy derramar mas sangre inocente y nos devuelva el derecho de la ley contra el abuso de autoridad. Que ponga en vigencia los valores que los hondureños profesamos mas allá de la retórica devota, en la practica y en la vida diaria de la nación, una revolución que incluya a todos aquellos que se comprometan con ella, su anhelo.

No debemos poner en manos del estado central las decisiones que el estado no puede tomar ágilmente. No debería interesarnos a los revolucionarios del siglo XXI despojar a nadie del fruto de su trabajo. A nadie tenemos que tocarle su hogar, mientras lo quiera habitar y mantener, ni menos despojar empresas particulares o de familia y recursos de trabajo ni su patrimonio personal. Ni debería de interesarnos expropiar un capital social útil, porque igual hemos de creer en las cooperativas que en las corporaciones de connacionales interesados en desarrollar rubros importantes, que necesitan de capitales agregados en escala. Deben ponérsele reglas si, al capital que no quisiera tenerlas, y al extranjero. Y si hay transnacionales dispuestas a pagar buenos sueldos y el costo fiscal de los servicios, bienvenidas serán. ¿De que se asustan?

Pero no se ganan batallas ni se hacen revoluciones con conscriptos y forzados. Vamos a construir un orden nuevo con entusiastas. A los demás hay que dejarlos salir. A quienes no se sienten identificados ni solidarios con ella como para determinarse a ser partes de la Revolución de Honduras. Los que no quieran cursar con nosotros este nuevo camino y sus retos. Hay que dejarlos que se vayan al lugar mas fácil y que mas les guste. Y que se lleven sus tarjetas de crédito. Aunque los capitales maliciosamente exportados, forjados en Honduras, con los recursos naturales del país y con la plusvalía de la mano de obra nativa deberán confiarse a un fideicomiso nacional que se los cuide, para la posteridad. Que los reclamen sus nietos al regreso.

Después de asegurar los recursos de todos, el agua limpia, la tierra sana, el bosque y el patrimonio de muchas generaciones, lo que nos tiene que concernir en la Revolución es que absolutamente todos los hondureños gocen la salud elemental y del abrigo para criarse, los alimentos, vacunas y los servicios y condiciones básicas de vida, la educación universal de calidad para desarrollar cada cual sus talentos y todos juntos un sentido de solidaridad y de servicio y finalmente que todos tengan la oportunidad de ganarse con dignidad el pan de cada día. Y de expresarse con sus pensamientos y sentimientos, sin cortapisa ni atropello. Nadie -si no tiene otra cosa-  tiene que exigir más. Techo y tortilla, escuelas, libros y tiempo para atenderlos, una oportunidad de trabajo y otra de expansión, la previsibilidad de la ley. Lo que hagan con eso después ya es responsabilidad de cada uno. Otra lección aprendida es que tenemos que curarnos en salud contra la burocratización (que ya advertía Trotsky) y contra la corrupción y nuevos privilegios de las nomenclaturas y los oportunistas.

La concentración de recursos en un estado revolucionario siempre atraerá zánganos e irresponsables. No debe tolerárseles. Ahí si que paredón. Agarren a Esdras. Y no solo se trata de que no se lo roben, porque además el patrimonio de todos ha de administrarse con el mismo o mayor profesionalismo que el privado, por gente comprometida, proba y capaz.  Por lo pronto lo que nos concierne, lo que nos debe preocupar permanentemente es como lograr el triunfo de nuestra Revolución pendiente. Tenemos un  partido amplio y fuerte, una candidata sin tacha, un líder más joven y moderno que muchos y un pueblo despierto.

Un colega Louis A. Pérez asegura que es un yerro atribuir los logros de la Revolución Cubana a Fidel. En efecto Fidel no hizo ni pudo hacerlo todo. Pero nada pudo hacerse ni se hubiera hecho sin su liderazgo. Es una hipérbole afirmar que La Revolución es Fidel. Pero tiene un sentido, que hay que estudiar en la mitología de la política. Aun cuando sufran del culto a su personalidad, los verdaderos héroes se anulan a si mismos para convertirse en vehículos de voluntades colectivas. La persona del héroe, del caudillo providencial es un misterio profundo. Los rostros de ese actor dramático, según el arte griego, representados con mascaras son como las capas de una cebolla -dice un antiguo precepto- y al terminar de removerlas todas, no queda nada. Para bien o para mal, Urge Mel. Porque lo quiere el pueblo, porque solo el puede

Sin Mel tampoco, Libre no sería un Partido y la Revolución de Honduras no habría dado un paso al frente. Sin Mel y ahora Xiomara no tenemos a quien seguir y nadie que pueda encausar nuestras energías. Aclarado ese punto, los anhelos de servicio de todos los demás tienen una legitimidad y otro sentido. Voy a estar siempre contra la reelección y pienso que no debe regresar nunca al gobierno, mas que por esos siete meses que le quito el golpe de 2009. Pero Mel no va a desaparecer del imaginario colectivo de los hondureños. Cuando haya dejado de ser presidente, con todas sus fallas y defectos que son muchos, seguirá siendo el que nos despertó de nuevo a la crueldad de la injusticia, a la que veníamos acostumbrándonos, a la necesidad, al imperativo y al ánimo de luchar para alcanzar, a brazo partido, La justicia, La libertad de todos. Una ley para todos, consensuada. Eso es lo que tiene que darnos la Revolución, es lo que debe ser. Sobre todo arbitrio, ley.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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