Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
La violencia física -personal o partidista- es inaceptable en la vida cívica civilizada, no digamos en la democracia. Nadie tiene derecho a amenazar a sus contrarios. Nuestro gobierno debe deducir responsabilidades a los anárquicos, poner en orden a los violentos y amparar a sus víctimas, a veces inocentes. ¡Qué bueno que los defiendan los Estados Unidos, que además han procurado nuestra amistad con apoyos importantes desde hace varias décadas y son -en el sentido lato de esa voz- un país amigo! Es decir, no amenaza – hoy- la seguridad nacional. Su comercio es beneficioso para nuestra economía; alberga hasta quizás un millón de compatriotas, que trabajan en muy diversas tareas, desde conserjes hasta consejeros de estado, pasando por operarios y profesionistas. Y varias de sus empresas invierten, generan empleo, aprovechan mejor nuestros recursos; aunque quizás algunas deberían contribuir más al fisco, para cubrir el costo de infraestructura y servicios.
Nadie debe por otro lado, albergar duda con respecto al derecho de los EUA, como cualquier otra nación (la nuestra incluida), de permitir o no la entrada de extranjeros a su país o declarar non grato a los extranjeros que no los quieren; y por ley estamos obligados a extraditar a los sospechosos de delitos contra los estadounidenses, según el acuerdo de extradición que, con sus bemoles, le ha resultado útil a la república. A nosotros por otro lado, no nos conviene estorbarle a la generalidad de sus ciudadanos la entrada a nuestro país, exigiendo una visa; porque para cubrir el costo de otorgarla, habría que cobrar, y más nos interesa atraer a sus turistas, a quienes muchos otros países dan la entrada libre, aun y cuando- ocasionalmente- se cuele más de un delincuente, pedófilo, traficante de armas o de blancas, charlatán, prepotente y filibustero. La residencia, ciertamente, hay que restringirla al vecino leal, a quien venga a trabajar y a descansar; no a conspirar.
Los EUA tienen además intereses genuinos de seguridad y de tipo geoestratégico en la región y en nuestro país, los que, sí somos amigos, debemos respetar, además de los derechos inherentes a todos los estados miembros de la comunidad internacional, a la protección y aun el buen trato y hospitalidad para sus ciudadanos en el nuestro. Incluido por supuesto el derecho de EUA a formular su propia opinión, no importa cuán exacta o contradictoria- sobre la política hondureña. E incluso tienen derecho a articular una política exterior, en función de esas opiniones. Ni modo, nadie incluso le va poder impedir a ese poderoso país expresar su opinión y publicitar su política ¿por qué no había de hacerlos? Siempre y cuando no caiga en la injerencia e intervención abierta. Pues no somos colonia. ¿O sí? Ni dependencia. No han cumplido jamás con las obligaciones tutoriales. Y nosotros seguimos aspirando a ser una nación independiente y soberana. Entonces, no necesitarán gobernarnos, ni decirnos cómo hacerlo, ni pueden esgrimir nuestras diferencias al respecto para justificar sanciones que imponen a los individuos o al país. Hay límites pues, y nuestra respuesta tiene que ser simétricamente recíproca.
Sus personeros no tienen el derecho a expresar opiniones con respecto a la política interna del país, que se conviertan en presiones que desestabilizan y subvierten los esfuerzos nacionales por dirimir nuestras diferencias y construir gobernabilidad. Los EUA tienen la obligación de respetar nuestras leyes aquí, como nosotros de respetar las suyas allá. Entonces si la ley dice, y lo dice, que cuando el pleno del Congreso está en receso, su Presidente nombra una Comisión Permanente para ejecutar las funciones indispensables, como también sucede en EUA, tal Comisión debe, ante la vacancia absoluta, nombrar responsables para cumplir funciones institucionales, no tiene en absoluto nada que hacer la Embajada de Estados Unidos inventando que la Comisión es arbitraria, que no puede nombrar interinos o que estos no tienen facultades para perseguir el delito, que es exactamente lo que hacen.
Tienen todo el derecho de preocuparse. Nosotros también, tenemos que preocuparnos por nuestra democracia, apenas un anhelo, una construcción en vilo, amenazada como siempre –históricamente- por extremistas y golpistas de diversas condiciones, extranjeros y conspiradores probados, los catilinas y los intereses creados, los mesiánicos y militares que olvidan o pervierten sus juramentos. Los EUA, entonces, están en todo su derecho: en dar y quitar visas. Pueden libremente manifestar su animadversión contra LIBRE por consideraciones de nuestra diversidad ideológica y de nuestras alianzas externas; al fin LIBRE es un proyecto, y debe aprender a lidiar con las contradicciones y hacer las cosas bien. Pero ya se ha dicho que manifiesta ese país una doble moral, cuando objeta lo que confunde por ilegalidad del actual gobierno. Aunque no objetaron, y apoyaron todas y cada una de las arbitrariedades del hombre que hoy tienen preso en el distrito sur de New York. ¿Qué será lo que quieren pues? ¿Será que quieren ser la única justicia aquí?
Lo que no pueden hacer los señores extranjeros es vincular sus sanciones contra las personas que no les son gratas o contra un partido a las actuaciones legales e institucionales del Estado encaminadas a sacar adelante el país, y no es válido por ello, acusarnos (porque dicen que no les importa nuestra ley) de amenazar la democracia, o de terrorismo, como rezan las sanciones, solo porque un baboso le dio un pescozón a un mafioso, cuando nos atenemos a nuestra normativa y queremos deducir responsabilidad a los vinculados al crimen internacional. Apenas han publicado los nombres de un par de castigados: un funcionario ligado a otros gobiernos extranjeros, y a un empresario al que acusan de comprar influencia que no me consta, pero si es algo que han estado haciendo los empresarios estadounidenses desde Valentine y Zemurray hasta Eli Black y un centenar de capos corporativos en el país. Intuyo que la discreción de nuestras autoridades responde a la nebulosa y la delicadeza de la relación, y a un exceso de circunspección, que puede haberlo. Y me expreso a título personal, como ciudadano consciente, a solas.
Yo no soy como dicen ellos antiamericano, terminé de criarme y de educarme en EUA; conozco a fondo su historia y geografía, su cultura y sus artes de todo tipo, las que disfruto y tengo en gran estima, como contribuciones a la cultura universal. Tengo parientes (consanguíneos y políticos), amigos y maestros gringos, que tienen diversidad de ideas: desde muy conservadoras, pasando por las credulidades del mito imperial, a las creencias acomodaticias al sistema, hasta varias ideas más liberales que las mías.
Pero nosotros, igualmente, por nuestro lado, también tenemos que preocuparnos, sin intervenir, sin andar haciendo llamamientos, tenemos que preocuparnos como ellos por la corrupción allá y los derechos humanos y cívicos de otros, de los vecinos y los socios, y últimamente cada vez más tenemos que preocuparnos por los derechos de los migrantes y por la democracia en EUA, amenazada por el populismo que juega con las pasiones primarias de una masa ignara. (No lo decimos solo nosotros; lo afirman los propios políticos estadounidenses más lúcidos y decentes, que se alarman con que la ciudadanía no recapacite sobre los desafueros de Trump). Y sin condenar o andar sentenciando –que no nos corresponde y sería injerencia en la política interna de los EUA- tendremos que formular una política hacia ellos que incorpore esa preocupación y diga nombres y apellidos. No andemos pronunciándonos sobre sus leyes, que pueden o no gustarnos, pero son las suyas. Las mismas cortes estadounidenses han estado condenando a políticos y civiles, por docenas, en los escándalos y juicios por el violento motín de 6 de enero antepasado en Washington, en los que una turba no solo golpeó y mató policías, sino que puso un cerco al parlamento, tomándose por asalto el sacrosanto recinto del Capitolio. Arengada por discursos del entonces presidente Trump, de su hijo y del ex alcalde R. Giuliani, una plebe con armas de guerra se tomó por asalto la sede del Poder Legislativo y, a la señal de otros discursos (del Congresista Paul Gosar de Arizona y el Senador Ted Cruz de Texas) cuestionando sin fundamento el conteo de votos, asaltó las cámaras y persiguió a los legisladores, a quienes los guardias de seguridad pusieron a salvo, a costa de encerrarlos en recintos apartados y disparar y matar a un par de asaltantes. Muchos congresistas -aquellos sí, genuinos representantes del elector, escogidos con un sistema electoral confiable, sin abusar de la miseria como estos- estuvieron en riesgo de muerte, y un puñado de ellos -aun siendo del mismo partido republicano- lo denunciaron.
No juzguemos nosotros, que no tenemos elementos suficientes. Pero los anárquicos del 6 de Enero del 21, las personas que ya han sido imputadas en los juzgados de Estados Unidos por estos crímenes y otros relacionados, los manipuladores y propagadores de las falsas teorías conspiratorias de Trump, y sus defensores -de esos delincuentes- no deberían venir a Honduras, ser bienvenidos aquí o ser recibidos oficialmente. Sus nombres y sus datos personales deberían estar en las bases de las computadoras de nuestras oficinas de Migración en los aeropuertos y puntos de frontera, para que se rechace su entrada al país; y si alguno ya se hubiera colado a un resort, una zede o un rumbo oscuro, debería girarse la orden para que sea recogido por la fuerza pública y expulsado del país, por ser persona peligrosa, mal ejemplo y mala influencia para la democracia en Honduras. Porque, además, a pesar de que esos crímenes contra la democracia estadounidense han quedado probados en los juzgados, más allá de toda duda, Donald Trump -elector de JOH y enemigo de Honduras- sigue siendo el candidato favorito de los estadounidenses, como su próximo presidente y podría amnistiar a los criminales políticos presos. Muchos de sus secuaces, en consecuencia, serán, en ese caso, los encargados de la diplomacia y las relaciones de EUA, de las listas y de Migración. Y habrá que estar alertas y preparados para esa catástrofe. Porque para decir que somos más santos que el otro ¡hay que tener autoridad moral! ¿O no?
Ciudad de México, 22 de diciembre de 2023
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Rodolfo Pastor Fasquelle, Doctorado en Historia y analista político, escritor y exministro de Cultura y Turismo, Graduado en Tulane Estados Unidos y el Colegio de México Ver todas las entradas
2 respuestas
Pero la Señora castro zelaya se entremete en los asuntos de los gringos cuando le da orden A USA que le quite el embargo a Cuba a venezuela y nicaragua a todos lados que va va a defender a esos paises menos a honduras
Interesante el método discursivo empleado, podría resumirse muy bien en pocas frases.
No es necesario hacerlo acá.
Lo que si es muy necesario y esbozado en pocas palabras es la aplicación de la informática, base de datos, a la institucionalidad del gobierno y sus enlaces a todos los Departamentos del pais.
Hoy con las app, (no vamos a pedir que usen una compu, quizás seria demasiado pedir, se puede muy bien organizar el país. Aun nos falta mucho, la era digital aun esta lejos de nuestros gobernantes.
Quien no ha visto disminuir el “turismo” internacional, en los últimos recién pasados 10 años, uno de los factores ya hasta la saciedad mencionado es la extorción y unido a esta la “corrupcion” de cobrar a los extorsionadores por parte de quienes deberian meterlos en la jaula, lo cual frena el emprendimiento turistico, fuente de ingresos y para el merecido descanso de los que en otras latitudes trabajan de lunes a viernes y gozan un mes de sus vacaciones merecidas.
Miles de nuestros compatriotas aun viven durmiendo en el “sueño americano”, el dia de despertar esta lejos, por muchas razones tambien y poco estudiadas.
Felices fiestas.