Ceteris Paribus
Por: Julio Raudales
A Aristóteles no le gustaba la democracia. Con severo juicio la llamó “la menor de las perversiones políticas”. Según el sabio macedonio discípulo de Platón, al entregar el poder en manos de la mayoría, que generalmente es gente pobre y desentendida, se corre el riesgo de que se “vulgaricen” sus acciones para complacer la masa miope y agobiada por sus necesidades materiales. Al final esto corroe el bienestar y amenaza el futuro. A esta distorsión la llamó también el tutor de Alejandro demagogia. Los politólogos de este siglo le dicen “populismo”.
2300 años después, los pensadores de la ilustración entendieron los remilgos de Aristóteles y mejoraron la propuesta. Charles Louis de Secondat, mas conocido como Barón de Montesquieu, propuso que el poder se dividiera en tres y que, como una entidad trigonométrica, la triada equilátera pudiese guardar un sólido equilibrio, sin permitir que uno fuese mayor que otro. Así nació la “Democracia Republicana”, es decir, el gobierno de la mayoría representada en un estamento que dispone las leyes y normas, otro que las ejecute y un tercero, nunca menos importante, que juzgue de forma coercitiva el cumplimiento o no de las mismas, en el ámbito público y privado.
Resulta que la posteridad respaldó la propuesta de Locke, Montesquieu y los demás. Primero los estadounidenses, luego los ingleses y franceses fueron uno a uno acuerpando la solución republicana. Resulta que nunca en la historia de la humanidad como en los últimos 200 años, se ha experimentado los niveles de desarrollo tecnológico y científico, prosperidad y paz social, como el que han tendido aquellas naciones que fueron poniendo en práctica el gobierno de las mayorías, en el marco del equilibrio de poderes.
No es tan solo un albur trasnochado, ni el argumento burgués que denunciaron en su momento fascistas y marxistas, como la falsa máscara detrás de la cual se esconde la explotación de los trabajadores por el capital, no. La proposición se respalda en cifras y hechos. Al hacer una correlación objetiva entre la división de poderes, transparencia electoral, bienestar y paz social, resulta la misma sumamente positiva. Lo percibió Stuart Mill en el siglo XIX, lo comprueban diversos y rigurosos estudios, como el realizado por Levitsky y Ziblaty en su último trabajo, pero solo tómese usted el tiempo y revise por su cuenta la funcionalidad de Alemania, Dinamarca, Suecia, Francia, ¡España! Y mas acá Uruguay y Chile. Parece que funciona.
Lástima que, si Aristóteles despertara en la Honduras de este siglo, se reiría al ver cuánta razón tuvo de menospreciar la forma de gobierno que los sofistas del ágora exaltaban tanto. Nuestros políticos, al igual que muchos otros de Latinoamérica, han llegado a prostituir la democracia de tal forma, que lo que ahora vemos es una simple masa informe de instancias y cortejos mal usados y menos queribles. Los políticos del patio dejaron de lado el bagaje que en siglos de ensayos entregaron los sabios, y encontraron la forma de convertirlo en bosta para hacerlo tragar a la masa que inocente abre la boca y come cada vez que con mayor o menor entusiasmo se acerca a la urna para depositar esa moneda “piruja” que llaman voto.
Revolcada en su esputo de miseria, violencia, incertidumbre e infelicidad, la gente observa anonadada y afligida el devenir de su desesperanza. Mas de 282 mil millones se gastan los gobernantes este 2021 en, no se sabe a ciencia cierta qué.
Las escuelas cerradas, hospitales saturados, sin suficientes vacunas, sin bordos reparados, ni soluciones precisas en plena pandemia y después de las tormentas, una empresa de electricidad estatal en crisis, mas de 4 millones de personas sin agua y saneamiento, estudiantes sin conectividad ni acceso a tecnologías, ¡En fin! Todo patas arriba. ¿Dónde está el dinero? ¿Son esos los saldos de 40 años de ensayo democrático?
A solo unas pocas horas de la convocatoria a elecciones generales ¿Qué podría empujar al votante a buscar en las urnas un cambio esperanzador? Todo parece indicar que la contienda bregará con las reglas impuestas por el oficialismo, sin segunda vuelta, ni una representación legítima en las mesas, con tres partidos dirigiendo una contienda de más de tres ¿Cuál es la racionalidad, el sentido de tal acción, si no es atornillarnos en el statu quo?
¿Y la oposición hace oposición? Parece que no. Mientras el ejecutivo se ufana de haber pasado todos sus propuestas ante un Congreso Nacional en el es minoritario, mientras Hernández reivindica a lo largo de sus ya largos ocho años el control absoluto de los poderes sin que pase una sola propuesta que afecte los denunciados atropellos de su gobierno, mientras sus apóstoles manejan la pandemia, los huracanes y los proyectos con selvática impudicia sin que prospere ni siquiera un llamado de atención a su gestión, ni por el legislativo o por el judicial, seguiremos viendo cada vez mas lejos la luz republicana y morirá el deseo de un mejor porvenir para Honduras.
-
Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
3 respuestas
Tenemos que recuperar nuestro País!!.. Excelente columna.
Dura reflexion..
.pero realista, lamentablemente…
Excelente y resumida síntesis histórica de la realidad social de Honduras. Lastimosamente la expresa cuando los poderes facticos ya prepararon el terreno para mantener el statu quo. Ahora sólo le queda una salida: la insurreccion popular…?