Por: George Soros
DAVOS – Desde la última reunión anual del Foro Económico Mundial, el curso de la historia ha cambiado drásticamente. Rusia invadió Ucrania, sacudiendo hasta la médula a la Unión Europea, que se creó para impedir que la guerra regresara al continente. Aun cuando se detenga el combate, cosa que va a terminar sucediendo, la situación nunca regresará al estatus quo anterior. De hecho, la invasión rusa puede convertirse en el inicio de la Tercera Guerra Mundial, y nuestra civilización tal vez no logre sobrevivir.
La invasión de Ucrania no se produjo de improviso. En los últimos cinco años, o más, el mundo se ha venido involucrando en una lucha entre dos sistemas de gobernanza diametralmente opuestos: una sociedad abierta y una sociedad cerrada. Permítanme definir las diferencias de la manera más simple posible.
En una sociedad abierta, el papel del estado es proteger la libertad del individuo; en una sociedad cerrada, el papel del individuo es servir a quienes gobiernan el estado. Otras cuestiones que afectan a toda la humanidad –combatir la pandemia y el cambio climático, evitar una guerra nuclear, mantener instituciones globales- han pasado a ocupar un segundo plano detrás de esta lucha sistémica. Es por eso por lo que digo que nuestra civilización tal vez no sobreviva.
Empecé a participar en lo que llamo filantropía política en los años 1980, un momento en que gran parte del mundo languidecía bajo el régimen comunista. Quería ayudar a la gente que era ultrajada y luchaba contra la opresión. Creé una fundación tras otra en una rápida sucesión en lo que por entonces era el imperio soviético. El esfuerzo resultó ser más exitoso de lo que esperaba.
Eran días apasionantes. También coincidieron con un período de logro financiero personal que me permitió aumentar mis donaciones anuales de 3 millones de dólares en 1984 a más de 300 millones de dólares tres años después.
Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, la marea comenzó a tonarse en contra de las sociedades abiertas. Hoy los regímenes opresivos están en ascenso y las sociedades abiertas están bajo asedio. Actualmente, China y Rusia representan las mayores amenazas para las sociedades abiertas.
He reflexionado mucho sobre los motivos de este cambio. Parte de la respuesta radica en el rápido desarrollo de la tecnología digital, especialmente la inteligencia artificial.
Tecnología con colmillos
En teoría, la IA debería ser políticamente neutra: se la puede utilizar para el bien o para el mal. En la práctica, el efecto es asimétrico. La IA es particularmente buena a la hora de producir instrumentos de control que ayudan a los regímenes represivos y ponen en peligro a las sociedades abiertas. El COVID-19 también ayudó a legitimar esos instrumentos de control, porque son verdaderamente útiles para lidiar con la pandemia.
El rápido desarrollo de la IA ha ido de la mano del ascenso de las Grandes Tecnológicas y de las plataformas de redes sociales. Rápidamente, estos conglomerados han llegado a dominar la economía global, y se propagan por todo el mundo.
Estos desarrollos han tenido consecuencias de amplio alcance. Han agudizado el conflicto entre China y Estados Unidos. China ha transformado sus plataformas tecnológicas en líderes nacionales. Estados Unidos ha sido más dubitativo, por temor al efecto de esas tecnologías en la libertad individual.
Estas actitudes diferentes arrojaron una nueva luz en el conflicto entre los dos sistemas diferentes de gobernanza. La China del presidente Xi Jinping, que recopila datos personales para vigilar y controlar a sus ciudadanos más agresivamente que cualquier otro país en la historia, debería beneficiarse de estos desarrollos. Pero no es el caso y pasaré a explicar por qué.
Putin y Xi están emparejados
Permítanme antes que nada referirme a los acontecimientos recientes, en particular la reunión entre Xi y el presidente ruso, Vladimir Putin, el 4 de febrero en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing. Xi y Putin emitieron un largo comunicado en el que anunciaban que la cooperación entre ellos “no tiene límites”. Putin informó a Xi de una “operación militar especial” en Ucrania, pero no está claro si le dijo a Xi que lo que tenía en mente era una invasión de gran escala. Expertos militares estadounidenses y británicos ciertamente les dijeron a sus contrapartes chinos lo que estaba en ciernes. Xi aprobó, pero le pidió a Putin que esperara a que terminaran los Juegos de Invierno.
Por su parte, Xi resolvió llevar a cabo los Juegos Olímpicos a pesar de la aparición de la variante Ómicron, extremadamente contagiosa, que ya empezaba a propagarse en China. Los organizadores hicieron todo lo posible para crear una burbuja hermética para los competidores y los Juegos Olímpicos terminaron sin problemas.
Pero Ómicron se arraigó en la comunidad, primero en Shanghái, la ciudad más grande y el eje comercial de China. Ahora se está propagando al resto del país. Sin embargo, Xi insiste hasta el día de hoy con su política de COVID cero, que ha infligido enormes penurias a la población de Shanghái, al obligar a los residentes a permanecer en centros de cuarentena improvisados en lugar de permitirles auto recluirse en sus casas. Los habitantes de Shanghái han sido impulsados al borde de una rebelión abierta.
Mucha gente está desconcertada ante esta estrategia aparentemente irracional frente a la pandemia, pero les puedo dar una explicación: Xi guarda un secreto culposo. Nunca le dijo al pueblo chino que había sido inoculado con una vacuna que estaba diseñada para la variante original de la enfermedad en Wuhan, pero que ofrece escasa protección contra las nuevas variantes.
Xi no puede permitirse ser transparente al respecto, porque está atravesando un momento muy delicado en su carrera. Su segundo mandato en el cargo expira este otoño (boreal) y quiere que lo nombren para un tercer mandato sin precedentes y, llegado el caso, gobernar de por vida. Ha coreografiado meticulosamente un proceso que le permitiría cumplir con la ambición de su vida y todo debe subordinarse a este objetivo.
Resistencia frente a Rusia
Mientras tanto, la “operación militar especial” de Putin no se ha desarrollado según lo planeado. Putin esperaba que sus soldados fueran recibidos como libertadores por la población de habla rusa de Ucrania. Su ejército llevaba uniformes de gala para un desfile de la victoria.
En verdad, Ucrania presentó una resistencia inesperadamente fuerte e infligió un profundo daño al ejército invasor ruso, que estaba mal equipado, mal conducido y que enseguida se desmoralizó. Estados Unidos y la UE rápidamente salieron en apoyo de Ucrania y la abastecieron de armamentos. Con su ayuda, Ucrania pudo derrotar al ejército de Rusia, mucho más numeroso que el propio, en la batalla por Kiev.
Putin no podía permitirse aceptar la derrota y cambió sus planes en consecuencia. Puso a cargo al general Vladimir Shamanov, muy conocido por su crueldad en la toma de Grozny, y luego por la brutalidad de la campaña que condujo en Siria, y le ordenó obtener algún éxito para el 9 de mayo, cuando se iba a celebrar el Día de la Victoria.
Pero Putin tuvo muy poco para celebrar. Shamanov concentró sus esfuerzos en la ciudad portuaria de Mariupol, que solía tener 400.000 habitantes. La redujo a escombros, como había hecho con Grozny, pero los defensores ucranianos resistieron por mucho tiempo.
La retirada apresurada de Kiev dejó a la luz las atrocidades que el ejército de Putin había cometido contra la población civil en los suburbios del norte de la ciudad. Los crímenes de guerra están bien documentados, y las imágenes de civiles asesinados por tropas rusas en ciudades como Bucha han provocado una indignación internacional generalizada, aunque no en Rusia, donde no se ha informado a la población sobre la guerra de Putin.
La invasión de Ucrania ahora ha entrado en una fase nueva y más desafiante para los defensores del país. El ejército ucraniano debe pelear en un terreno abierto donde la superioridad numérica de las fuerzas rusas es más difícil de superar.
Los ucranianos están haciendo lo mejor posible, contraatacando e inclusive, por momentos, penetrando intrépidamente en territorio ruso. Esas tácticas han tenido el beneficio adicional de mostrarle a la población rusa lo que en verdad está sucediendo.
Estados Unidos también ha hecho lo mejor posible para reducir la brecha financiera entre Rusia y Ucrania, más recientemente asignando la cifra sin precedentes de 40.000 millones de dólares en ayuda militar y financiera para el gobierno de Ucrania. No puedo predecir el resultado, pero Ucrania con certeza tiene una posibilidad de brindar pelea.
Una Europa más unida
Recientemente, el primer ministro italiano, Mario Draghi, y otros líderes europeos fueron aún más lejos. Quieren usar la invasión de Ucrania por parte de Rusia para promover una mayor integración europea, para que lo que Putin está haciendo no pueda volver a suceder.
El ex primer ministro italiano Enrico Letta, líder del Partido Democrático, propuso un plan para una Europa parcialmente federada. La porción federada cubriría los asuntos externos, el asilo, la energía, la defensa y las políticas sociales y sanitarias. Mucha gente, entre la que me incluyo, insiste en que la seguridad alimentaria y climática debería ser agregada a la lista.
En el corazón federal de Europa, ningún estado miembro tendría poder de veto. En otros dominios de políticas, los estados miembros podrían sumarse a “coaliciones de buena voluntad” o simplemente conservar su poder de veto.
El presidente francés, Emmanuel Macron, en una ampliación significativa de su estrategia pro-europea, ha defendido la importancia de la expansión geográfica, y la necesidad de que la UE se prepare para eso. No sólo Ucrania sino también Moldavia, Georgia y los Balcanes occidentales deberían calificar para pertenecer a la UE. Llevará tiempo elaborar los detalles, pero Europa parece estar avanzando en la dirección correcta. Ha respondido a la invasión de Ucrania con mayor celeridad, unidad y vigor que nunca en su historia. Después de un inicio dubitativo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también ha manifestado una fuerte posición pro-europea.
Pero la dependencia de Europa de los combustibles fósiles rusos sigue siendo excesiva, debido en gran medida a las políticas mercantilistas implementadas por la excanciller alemana Angela Merkel. Ella había hecho acuerdos especiales con Rusia por el suministro de gas y convirtió a China en el mayor socio comercial de Alemania. Alemania pasó a ser la economía de mejor desempeño en Europa, pero ahora hay que pagar un precio alto. La economía de Alemania necesita reorientarse. Y eso llevará mucho tiempo.
El canciller alemán, Olaf Scholz, fue electo porque prometió continuidad con las políticas y estilo de gobierno de Merkel. Pero los acontecimientos lo obligaron a abandonar la continuidad, lo cual no fue fácil, porque tuvo que romper con algunas tradiciones sagradas de su propio Partido Socialdemócrata.
Sin embargo, en lo que concierne a mantener la unidad europea, Scholz siempre parece hacer lo correcto al final. Suspendió el gasoducto Nord Stream 2, comprometió 100.000 millones de euros (104.800 millones de dólares) para defensa y proporcionó armas a Ucrania, rompiendo con un tabú de larga data. Y las democracias occidentales en general respondieron con una resolución similar a la invasión rusa de Ucrania.
Desastres despóticos
¿Qué tienen para mostrar los dos dictadores, Putin y Xi, hoy vinculados en una alianza? Tienen mucho en común. Gobiernan por intimidación y, como consecuencia de ello, cometen errores desconcertantes. Putin esperaba ser bienvenido en Ucrania como un libertador; de la misma manera, Xi se aferra a una política de COVID cero que es imposible de sostener.
Putin parece haber reconocido que cometió un error terrible cuando invadió Ucrania y ahora está preparando el terreno para negociar un alto el fuego. Pero un alto el fuego es inalcanzable, porque él no es confiable. Putin tendría que empezar negociaciones de paz, cosa que nunca hará porque sería equivalente a renunciar.
La situación es confusa. Un experto militar que se había opuesto a la invasión fue autorizado para ir a la televisión rusa e informar a la población sobre lo mal que están las cosas. Más tarde, juró fidelidad a Putin. Curiosamente, Xi sigue apoyando a Putin, pero ahora con algunos límites.
Esto empieza a explicar por qué Xi está condenado a fracasar. Darle a Putin permiso para lanzar un ataque infructuoso contra Ucrania no favoreció a China en absoluto. Si bien China tenía que ser el socio principal en la alianza con Rusia, la falta de asertividad de Xi le permitió a Putin usurpar esa posición. Pero el peor error de Xi fue redoblar la apuesta en su política de COVID cero.
Los continuos confinamientos han tenido consecuencias desastrosas, lo que hace que la economía china esté en caída libre desde marzo. En abril, el índice nacional de logística de carreteras, que mide el transporte por carretera en China, cayó al 70% de su nivel hace un año. En el caso de Shanghái solamente, el índice de logística de carreteras ha caído al 17% de su nivel un año antes. Considerando que más del 80% del volumen total de carga es transportado por camiones en China, esas cifras indican prácticamente un colapso de los envíos comerciales domésticos.
Asimismo, el Índice Caixin Composite PMI, que utiliza datos recogidos de unas 400 empresas para rastrear las tendencias comerciales del sector privado en China –incluidas ventas, nuevos pedidos, empleo, inventarios y precios-, cayó a 37,2, comparado con 43,9 en marzo. Cuando el valor del índice PMI está por debajo de 50, la economía se está contrayendo. La actividad económica marcadamente en caída de China va a tener consecuencias globales, pero, al menos por ahora, los preparativos para esto han sido escasos.
Estos resultados negativos seguirán cobrando impulso hasta que Xi revierta el curso –cosa que nunca hará, porque no puede admitir un error-. Además de la crisis inmobiliaria, el daño será tan grande que afectará a la economía global. Con la alteración de las cadenas de suministro, la inflación global probablemente se convierta en una depresión global.
Minimizar los riesgos
Para Occidente, el dilema de lidiar con Rusia es que cuanto más se debilita Putin, más impredecible se vuelve. Los estados miembros de la UE sienten la presión. Son conscientes de que Putin tal vez no espere hasta que desarrollen fuentes alternativas de energía antes de apagar los grifos de gas, mientras todavía duele, como lo ha hecho con Bulgaria, Polonia y Finlandia.
El programa REPowerEU presentado la semana pasada refleja esos temores. Scholz está particularmente ansioso por los acuerdos especiales que Merkel hizo con Rusia. Draghi es más valiente, aunque la dependencia del gas de Italia es casi tan alta como la de Alemania. La cohesión de Europa enfrentará una dura prueba, pero si sigue actuando de manera conjunta, podría fortalecer tanto la seguridad energética como el liderazgo de Europa en materia de cambio climático.
¿Qué sucede con China? Xi tiene muchos enemigos. Nadie se atreve a atacarlo directamente porque controla todos los instrumentos de vigilancia y represión. Pero es bien sabido que, dentro del Partido Comunista, el disenso se ha vuelto tan intenso que hasta ha llegado a manifestarse en artículos que la gente común puede leer.
Contrariamente a las expectativas, Xi tal vez no consiga su codiciado tercer mandato por los errores que ha cometido. Pero aún si lo logra, el Politburó tal vez no le dé rienda suelta para elegir a los miembros del próximo Politburó. Eso reduciría marcadamente su poder e influencia y achicaría sus probabilidades de convertirse en gobernante de por vida.
Mientras tanto, a medida que la guerra en Ucrania sigue haciendo estragos, la lucha contra el cambio climático ha tenido que pasar a un segundo plano. Sin embargo, los expertos nos dicen que ya estamos muy rezagados y que el cambio climático está a punto de volverse irreversible. Ése podría ser el fin de nuestra civilización.
Esta perspectiva me parece particularmente aterradora. La mayoría de nosotros acepta la idea de que finalmente vamos a morir, pero damos por sentado que nuestra civilización sobrevivirá.
Por lo tanto, debemos movilizar todos nuestros recursos para que la guerra termine pronto. La mejor manera, y quizá la única, de preservar a nuestra civilización es derrotar a Putin. Ésa es la cuestión fundamental.
George Soros, fundador y presidente de las Open Society Foundations, es el autor, más recientemente, de In Defense of Open Society (Public Affairs, 2019).
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
3 respuestas
No es confiable el autor. Su dinero proviene de la especulación.
Sotos promotor del homosexualismo, el aborto y otras instituciones misivas para la humanidad, no se dan cuenta que Europa esta tan hecha mierda por lo basura que han sido con el mundo, la cuáles de la guerra y las alzas en todo el mundo es culpa de los gringos y todos estos malditos con su Ake da globalízate basura. Este artículo es una mierda y solo dice puras mentiras no sean idiotas busquen la verdad y no se dejen engañar.
Coman mierda con sotos y es que no se dan cuenta hijos de puta de lo que verdaderamente está pasando? Malditos ciegos!