Por: José Guadalupe Ruelas
La paz como la violencia, son acciones humanas; la paz, es ante todo praxis; igual que la violencia.
Por ello como dijeron Daisaku Ikeda y Rigoberta Minchú, la paz no es sólo la ausencia de guerra.
Si la violencia es herir, la paz entonces, no es sólo no herir, es sanar.
Si la violencia es acaparar, la paz es compartir. ¿Compartir qué? La paz es compartir la comida, tierra, la educación, la salud, la cultura, la justicia, de manera igualitaria y equitativa para todas y todos
Regalar, dar limosna, en esencia es un acto de violencia, porque es un acto de perpetuación de la desigualdad. Es un acto de poder violento del que tiene hacia el que no tiene.
Compartir (que todos tengan parte), es reconocer que cada una, que cada uno, tiene el mismo derecho de manera efectiva. El mismo derecho a poseer y disfrutar de tierra, comida, vivienda, educación, salud, cultura y justicia: “ eso es la paz”.
Hay violencia cuando unos tienen tierra y otras no, cuando unos tienen educación y otras no, cuando unos tienen salud y justicia y; la inmensa mayoría, no: “ eso es violencia”.
El estado existe, para facilitar los proceso políticos, sociales y económicos de construcción de paz; es decir , que la comida, la educación, la vivienda, la salud, la cultura y la justicia sean de todos y todas por igual.
Cuando un estado, por ejemplo, en lugar de ejecutar políticas de seguridad y soberanía alimentaria igualitaria y equitativa, regala “bolsitas de comida”, no construye paz construye violencia. Porque hacer esto es condenar a las pobres y a los pobres a seguir obteniendo sólo lo que el “no pobre” quiera darle a cambio de lo que quiera pedirle… “ Si quiere el bono tiene que votar por mi” es la moderna expresión de la más cruel violencia estatal en nuestro país.
Cuando el estado construye paz, lo hace ejecutando políticas que generen igualdad y equidad en el acceso a bienes y servicios, a los que todas y todos tenemos derecho
Cuando un estado construye violencia, ejecuta políticas que perpetúan la desigualdad, la desigualdad en el acceso a la educación, en el acceso a la salud, a la cultura, a la información y a la justicia.
En nuestro estado, nuestros gobiernos han estado en manos de los que acaparan, no de los que comparten; de los violentos, no de los pacíficos; de las “élites” no del pueblo.
Esas élites que tratan a las pobres y a los pobres como enemigos, despojándoles de sus tierras, bosques, ríos y cultura.
Esas élites que creen que a cambio de una limosna o bono; que a cambio de regalar unas láminas y unas bolsas de cemento, pueden negar la educación, la salud, la justicia a las y los pobres, tratándolos como enemigos a quienes despojar y no como hermanas y hermanos a quienes servir.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas