Por: Alexander Schallenberg y Phil Twyford
VIENA/WELLINGTON – Austria y nueva Zelanda pueden estar lejos en términos geográficos, pero nos conectan los valores y principios que compartimos. Hoy son especialmente relevantes la oposición al armamento nuclear, que mantenemos desde hace tanto tiempo, y la preocupación que compartimos por la falta de avances en el desarme nuclear.
Aunque la amenaza de las armas nucleares nunca desapareció después de la Guerra Fría, la importante reducción de esos arsenales a principios de la década de 1990 significó un avance. Pero la tendencia al desarme se estancó. Tres décadas después, 9 estados con armamento nuclear poseen aproximadamente 13 000 ojivas nucleares y, lejos de estar reduciendo gradualmente sus arsenales, están modernizándolos y ampliándolos. Los riesgos de una escalada nuclear, errores de cálculo y accidentes están aumentando, aun cuando entendemos mejor que nunca las consecuencias catastróficas que tendría el uso de las armas nucleares.
Recientemente tuvimos un nuevo llamado de atención. A principios de enero, las cinco potencias nucleares del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas reafirmaron la declaración de 1985 de los presidentes estadounidense, Ronald Reagan, y soviético, Mijaíl Gorbachov, en la que sostuvieron «es imposible ganar una guerra nuclear, por lo que nunca se debe iniciar una». Sin embargo, el mes siguiente el régimen del presidente ruso Vladímir Putin amenazó con desencadenar esas mismas armas extremadamente destructivas e indiscriminadas en el contexto de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania.
Esa amenaza —que claramente condenamos— desató un nuevo debate mundial sobre la disuasión nuclear y puso de relieve la funesta disonancia entre la meta colectiva declarada de lograr un mundo sin armas nucleares y la continua dependencia que de ellas tienen los estados que las poseen. Esta disonancia también es evidente en el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), que entró en vigencia hace más de 50 años después de un «gran acuerdo» entre China, Francia, Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos —todos con armas nucleares—, y estados sin armamento nuclear como Austria y Nueva Zelanda.
Los firmantes del TNP reconocieron que el desarme nuclear es en última instancia la manera más eficaz de desalentar la proliferación. Pero aunque en las últimas décadas aumentaron los riesgos de proliferación, los avances concretos se estancaron. Sesenta años después de que la crisis de los misiles en Cuba llevara al mundo al límite de la catástrofe, volvemos a enfrentar la amenaza de una escalada nuclear.
Los países con el tamaño de nueva Zelanda y Austria no podemos obligar a otros a prestar atención a nuestros deseos, pero distamos mucho de ser impotentes a la hora de alentar el cambio constructivo, especialmente cuando trabajamos con socios con ideas similares. En julio de 2017 estuvimos entre los más de 120 estados que adoptaron el nuevo Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN).
El TPAN cristaliza nuestra oposición total a las armas nucleares. Es coherente con el TNP y representa la manifestación práctica de nuestro compromiso con el desarme nuclear. Y se basa en la evidencia, tanto de las consecuencias catastróficas del uso de armas nucleares como de los riesgos asociados con la disuasión nuclear.
El nuevo tratado enfrenta a quienes cuentan con autoridad para tomar decisiones nucleares con preguntas difíciles. Son ellos quienes deben considerar si es sostenible un enfoque para la seguridad nacional que impone riesgos existenciales a sus poblaciones, así como a todos los demás estados y, de hecho, al resto de la humanidad. El tratado también otorga voz a la mayoría de los estados que no aceptan la disuasión nuclear como base válida para la seguridad. Estamos convencidos de que la idea de que esas armas proporcionan seguridad es un error fundamental. En realidad, representan una profunda amenaza para todos, y para las generaciones futuras.
El TPAN también es una forma de centrar el debate público y canalizar recursos hacia los afectados por el uso de las armas nucleares, principalmente las comunidades del Pacífico expuestas a las pruebas nucleares. El TPAN, basándose en la evidencia, se centra en las consecuencias humanitarias y los riesgos existenciales que producen las armas nucleares. Eso le otorga una capacidad transformadora potencial inmensa.
Entre el 21 y el 23 de junio se llevará a cabo en Viena, Austria, la primera reunión de estados miembros del TPAN. Aun cuando reconocemos que queda mucho por hacer, debiéramos entender que este encuentro es un logro importantísimo en sí mismo. Demuestra lo que se puede lograr con una fuerte alianza entre estados con ideas similares y la sociedad civil. Otras alianzas similares fueron cruciales para prohibir las minas antipersonal y las municiones en racimo.
Además, varios estados aliados con armas nucleares y otros miembros que no son estados señalaron que asistirán al encuentro como observadores. Son bienvenidos. Aunque difieran nuestras ideas sobre la validez de las armas nucleares para la seguridad, valoramos las perspectivas que aportarán a una conversación internacional sobre sus consecuencias, riesgos y desafíos. Esta conversación es fundamental, especialmente ahora que los riesgos nucleares alcanzaron sus niveles más altos en décadas.
El TPAN no es una solución rápida, pero puede generar presión internacional y ayudar a reencauzar al mundo hacia el desarme nuclear. Dada la amenaza fundamental para la humanidad involucrada, no podemos darnos por satisfechos con el statu quo del desarme nuclear. Austria y Nueva Zelanda seguirán a la vanguardia de estos esfuerzos. Seguiremos trabajando con todos los socios dispuestos, estatales y de la sociedad civil, para eliminar la espada nuclear de Damocles que pende sobre las cabezas de todos.
Alexander Schallenberg es ministro federal de Asuntos Europeos e Internacionales de la República de Austria. Phil Twyford es ministro de Desarme y Control de Armas de Nueva Zelanda.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas