El reto de Bukele

La marcha del BOC

Rodil Rivera Rodil

La marcha de la oposición del pasado 11 del corriente mes constituyó un elemento importante para medir el apoyo popular con que cuenta el BOC, el índice de aprobación o desaprobación que a mitad de su período recibe el gobierno de la presidenta Castro y, por lo mismo, el éxito o fracaso de la masiva campaña desatada en su contra desde hace más de un año. Aunque, quizás sea más exacto decir de la ofensiva contra el proyecto de cambio de Libre, el primer partido en la historia de nuestro país que realmente busca reducir los exagerados e injustificados privilegios de los que gozan ciertas élites económicas desde hace muchas décadas e introducir un mínimo de control en la empresa privada, proyecto que se ha limitado, únicamente, a detener la privatización de la ENEE, a la supresión del empleo por hora y a una propuesta para instaurar una mayor equidad tributaria en el país.

De acuerdo con el ingeniero Salvador Nasralla, a la manifestación acudieron más de 40 mil personas, lo que significaría el 3 por ciento de la población, no de Honduras sino solo de Tegucigalpa, e incluyendo a las que, por su edad u otras condiciones, no pueden salir a la calle, lo que es prácticamente insignificante si se toma en consideración que, siempre según Nasralla, la alianza del BOC dispone del respaldo del 98 por ciento de los hondureños.

No puedo poner en duda los cálculos del ingeniero Nasralla, no faltaba más, pero tampoco puedo obviar su conocida euforia al brindar datos y pronósticos que desbordan con creces la realidad, por lo que la estimación de la agencia de noticias Reuters, de Inglaterra, de que solo concurrieron a la marcha 10 mil personas, me luce mucho más confiable, ya que, como se sabe, estas empresas emplean drones y otros medios modernos para filmar y formular tales cómputos con suma precisión. 

No obstante, para poner punto final a cualquier controversia sobre la magnitud de la marcha, ya fue verificado, con las tomas aéreas de drones que acaban de subirse a las redes sociales que, efectivamente, no fueron más de 10 mil las personas que participaron en ella. Lo que explica la forma tan raquítica en que los medios tradicionales informaron del suceso ayer domingo, y hoy lunes ya casi ni la mencionan. Y muy al contrario de lo que ocurrió con la primera marcha de la oposición, que fue publicitada a bombo y platillo en primera plana, en esta oportunidad en todos ellos, sin excepción, no pasó de la tercera o cuarta plana y se dio la preferencia al concurso de Miss Universo que se lleva a cabo en El Salvador, al triunfo del Olimpia contra el Maratón por 5 goles a 1, a las lluvias que siguen azotando al país, a la “Vuelta Ciclística 2023” y a varias otras noticias de igual o menor interés. 

Y nadie puede poner en duda que no menos de la mitad de los que desfilaron fueron miembros del llamado voto duro del Partido Nacional, o lo que es igual, de su membresía permanente e incondicional, y que los restantes participantes, no más de 5 mil, se dividían entre militantes de igual categoría del Partido Liberal y del PSH, lo que, indiscutiblemente, deja a los tres partidos muy mal parados.

Desde cualquier punto de vista que se la vea, la exigua asistencia a la marcha refleja un pésimo resultado para todo cuanto ha hecho la oposición en casi dos años para desestabilizar el gobierno, y para lo que ha contado, nada menos, que con la efusiva ayuda de la representante de los Estados Unidos, en cuya gestión hay más de procónsul romana que de moderna diplomática, más del siniestro Negroponte de la Guerra Fría y del ultraderechista republicano Ronald Reagan  -a quien seguramente solo por la gracia de Dios no le cayó un rayo encima por incurrir en la peor de las blasfemias al declarar que prefería ver a sus hijos muertos antes que comunistas-  que de la distinguida dama enviada a nuestro país por el presidente demócrata Joe Biden. Aunque pareciera que en la vehemencia anti Xiomara Castro de la señora embajadora hay más de motivación personal que de otra cosa, pues en El Salvador, para el caso, los medios están impresionados por el “espaldarazo” que le acaba de brindar el gobierno norteamericano al presidente Bukete para su reelección supuestamente inconstitucional, lo que -comentan-  “ha caído sobre la oposición como un balde de agua fría”.

Que la marcha no haya estado más concurrida, como sé de buena fuente que esperaban los del BOC, no deja de ser una incógnita, dado que Libre ha cometido muchos errores que, en teoría, debieron pasarle una factura mayor, pero los que, de otro lado, son hasta cierto punto comprensibles, tratándose, reitero, de la primera vez que un partido de izquierda llega al poder en Honduras e intenta transformaciones de alguna profundidad. Sin olvidar, por supuesto, que estos, como no podía ser de otro modo, han surgido de las mismas agrupaciones políticas de corte tradicional y conservador, por lo que, por lógica consecuencia, acarrean consigo muchos de los vicios y defectos de aquellos.

E, igualmente, no es menos cierto que Libre tampoco ha podido montar un eficaz mecanismo de comunicación para divulgar los cambios que ha podido impulsar, que no son pocos, y combatir eficazmente la campaña lanzada en su contra. Pero, entonces, se preguntará el amable lector, cómo se explica que los denodados esfuerzos de la oposición para derrocar, o debilitar al gobierno de cara a los comicios del 2025 no estén dando los frutos esperados. O, lo que es lo mismo, que la correlación de fuerzas se mantenga a favor de Libre, aunque, si se quiere, no sin cierta erosión. Se me ocurren, entre varias otras, las siguientes razones, aparte, desde luego, de que Libre no ha hecho tan mal las cosas:

1.- El Partido Nacional no se ha recuperado del tremendo desprestigio que le heredó Juan Orlando Hernández, cuyo juicio por tráfico de drogas en Nueva York, dicho sea de paso, no tarda en reanudarse y volver a la palestra púbica. Y será muy difícil que lo consiga en el tiempo que falta para las siguientes elecciones, por el sencillo motivo de que sus coautores y cómplices siguen al frente del mismo.

2.- La “reingeniería” que el Partido Nacional intentó no hace mucho con este objetivo fue un completo fracaso. Y, más bien, las prácticas inmorales continúan siendo la norma de conducta de su máxima dirigencia, y ahora del BOC, como quedó evidenciado al exigirse en la propia marcha la libertad inmediata de las ex ministras de JOH involucradas en la compra de los hospitales móviles. Ni siquiera les pasó por la mente a los líderes del bloque que, si acaso, lo más que les convenía pedir era, solamente, un juicio justo para ellas y no la impunidad que su antiguo jefe les garantizaba.

3.- No hay manera de que la ignominia del Partido Nacional no contamine al Partido Liberal y al PSH, los que, por la insuficiente cantidad de diputados que tienen, se han vuelto meros apéndices del primero, sin contar con que una parte relevante de liberales continúa convencida de que la sobrevivencia de la institución solo se halla en un entendimiento con Libre, mientras que repudia el contubernio con los nacionalistas, sus ancestrales adversarios. Y en lo que concierne al PSH ¿quiénes de sus bases pueden realmente creer que el partido sigue estando contra la corrupción si sus mismos diputados no han tenido reparo alguno en aliarse con la mismísima corrupción hecha partido, como lo es el Partido Nacional bajo la férula del juanorlandismo? Y, por último,

4.- No deja de ser muy posible, además, que en un buen porcentaje del pueblo hondureño haya comenzado la cabal comprensión, como ha ocurrido en muchos lados del mundo, de que los partidos tradicionales han sido los mayores responsables de la extrema pobreza y desigualdad en que ha vivido desde siempre, por lo que, aun con sus yerros, bien podría inclinarse por mantener a Libre en el poder y, de repente, por también proporcionarle la mayoría que necesita en el Congreso Nacional para que la oposición que venga no pueda seguir entorpeciendo los cambios que con tanta urgencia requiere la nación.

Tegucigalpa, 13 de noviembre de 2023.    

  • Abogado y Notario, autor de varios ensayos sobre diversos temas de derecho, economía, política e historia; columnista por cuarenta años de varios diarios, entre ellos, EL Pueblo, El Cronista, Diario Tiempo y La Tribuna, y diputado por el Partido Liberal al Congreso Nacional de 1990-1994. Ver todas las entradas
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