La batalla por la justicia

La magnitud del fracaso, mentiras, analogías y parábolas

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

              a mis nietas, para nadie se atreva jamás a cubrir su rostro

Muchos afganos tendrán que salir también, como ocurre con todo cambio trascendente.[1] Antes, ya se habían ido –no recuerdo el orden- los alemanes, los ingleses y los españoles. Llevados ahí por compromisos de sus gobiernos y por la hybris del hombre blanco, sublimizada como intervención humanitaria de NNUU, en Misión armada (o cruzada) de la coalición de OTAN, 2001, con el significativo mote de ¡Libertad Duradera! Afganistán no había atacado a EUA, los secuestradores eran saudíes. A lo que daban derecho los tratados de defensa, era a entrar por Bin Laden, no a ocupar el país para cambiar el régimen.

Ahora derrotados, los Estados Unidos también van saliendo, apresurando el calendario anunciado por ¡su quinto presidente de esta larga historia! Después de matar a decenas de miles de afganos, y perder a varios miles de los mejores soldados del mundo. Y luego de gastar, a lo largo de veinte años de ocupación, un trillón de dólares, montón de dinero que -en su mayor parte- alimentó la corrupción que al final socavó el país de fantasía que quisieron inútilmente venderle al mundo. Dice un meme genial para  reemplazar al talibán, con el talibán.

Aunque cuando llegaron ahí los EUA, en 2001, en hot pursuit of terror, encontraron unos 6 mil acres de cultivo de amapola para producir opio y hoy, veinte años después destruida la economía del país, se estima que hay unas 240 mil acres de ese cultivo. Y en aquel momento el talibán solamente controlaba –incluyendo el escondite de Bin Laden- dos tercios del territorio afgano y hoy ¡salvo Panjshir!¡lo controlan todo! Incluyendo el aeropuerto de Kabul, donde sin embargo no ha podido -el talibán- impedir un ataque de terrorismo suicida de Isis como, el que antier mató a una docena de efectivos élite estadounidenses y ¡a otros 160 de los afganos civiles presentes! Sin que -hasta ahora- se logre evacuar a varios miles de americanos desamparados y a decenas de miles de sus colaboradores, comprometidos e inermes.

Enoja ver gente retransmitiendo, como si fueran sus informadas opiniones la propaganda fabricada en distintas esquinas del planeta. ¿Qué sabe Ud. de Afganistán, Señor, ¿o del Asia Central? Nadie lapida mujeres en Kabul. Ni en Kandahar, cuyas calles, olorosas a hashish y fruta seca se llenan con el balido de las ovejas, a ser trasquiladas. En cuya vecindad se ha excavado uno de los asentamientos agrícolas mas antiguos del planeta, de 7 mil A.C., hubo un núcleo urbano de la Era del bronce, 2000 AC y en el siglo XVIII se asentó el fundador de la segunda dinastía del Imperio, Ahmad Sha Durrani, Dios lo tenga en su gloria.

Mientras aquí Salvador Nasrala declara que él no quiere aliarse con LIBRE porque los Estados Unidos son los que dicen quién gana las elecciones y designan al presidente, allá tendría que confrontar a una sociedad que resistió a la ocupación de Satanás (así le dicen), por una generación y veinte años. Y luego, en una semana, reconquistó todo y declaró instalado un Emirato, a saber un Estado islámico, con una ley religiosa basada en la lectura elemental de una sacra escritura abstrusa. Una sociedad tribal, que habla el Persa (dari) y el Paxtun, profesa una fe suni fundamentalista, en donde la virtud y el honor –que nuestros lideres desconocen- son los términos de un pacto clánico primario, que se inscribe en una cosmovisión neolítica. El talibán es gente tan distinta a nosotros, como puede imaginarse, en su concepto del universo, del amor, la ley y el derecho, de la salud y la enfermedad, de la justicia, la política, y de la economía.

Nada coincide, pero tampoco nada de eso es completamente ajeno o incomprensible aquí. Al final  -vistos desde la historia y el método antropológico- los afganos que también son hijos de Adán, se parecen mucho a los gringos y a los hondureños. Y, bien mirado, lo que está sucediendo en Afganistán, parece indistinguible de lo que ha venido pasando recientemente en Honduras. Siendo EUA el único común denominador. Igual aquí que allá, se hecho odiosa la usura.  La diferencia es que los que se van de aquí, en vez de temer la Sharia temen el hambre. Y muchos de los compatriotas que se quedan, son, al fin y al cabo, parecidos a aquellos campesinos radicalmente conservadores, fundamentalistas que cuestionan el laicismo, y la separación de Estado e Iglesia, logro grande de nuestros primeros liberales hace dos siglos. Y hay mucho voto rural que no se quiere vacunar como entre los talibanes.

Una diferencia fundamental es que, si hubo en un momento, previo a la invasión de 2001, una amenaza real a la seguridad de EUA, en Afganistán, por el refugio que diera a Al Queda.  Honduras jamás ha generado ni una sombra de amenaza para los estadounidenses, ni puede, a menos que sea amenaza a su mala conciencia. Porque este enredo que es Honduras hoy, esta bomba de migrantes-como-neutrones, en que ha terminado el país, es de su hechura. Paradójico producto de una insondable condescendencia, de una soberbia sin límites, de un cinismo torpe y de un providencialismo contraproducente.

Porque el periodismo más lucido de Estados Unidos concluye que la debacle en Afganistán pone evidencia el fracaso del gobierno estadounidense para controlar la corrupción desorbitada, para desarrollar y establecer unas fuerzas armadas competentes y una policía decente y para tratar de detener un poco el pujante narcotráfico. Y yo pregunto ¿en qué se diferencia esa apreciación, un poco siquiera, respecto de la política estadounidense en Honduras? ¡Qué pavoroso fracaso señores! Tanta arma, tanto poder y dinero para desembocar en esta gran cobardía. ¡Cuánto miedo de sus propios inventos de fantasmas! ¡Cuánta imprevisión y confusión en sus mentiras perversas y las mentiras solicitadas, suplicadas, compradas y vendidas!

Acaso no se aplica a Honduras igual, el exabrupto del General Douglas Lute -que estuvo a cargo de la fantasmagórica guerra bajo Bush y bajo Obama- con respecto a Afganistán… Quienes formularon la política, declaró en 2015, no tenían ni una noción básica del país y quienes ejecutamos esa política no teníamos ni la más remota idea de lo que estábamos haciendo…

En sus libros lo dijeron Sarah Chayes, The Punishment of Virtue y Craig Whitlock del  The Afghanistan Papers: A Secret History of the War.   Se escondían los hechos repugnantes para pregonar Una democracia de papel, que se desgarraba …. ciega a la cultura local. Y para sostener a un gobierno narcotraficante y corrupto hasta el tuétano. El común denominador entre el gringo y el talibán es la ignorancia alucinada. El eslabón de lo ocurrido en Afganistán y en Honduras, es la soberbia igualmente disfrazada de buena conciencia del imperialismo que, como la supernova se extiende hasta el límite de su tiempo, antes de estallar, como es su destino. ¿Not with a Bang but a whimper?

[1] ¿Nos sería de provecho que nos enviaran -con sus habilitaciones- algunos miles de los nuevos refugiados afganos, ¡con alto nivel educativo y una rica cultura propia? Si los convencieran de venir a esta esquina del planeta olvidada de Dios, a enseñar ciencia e historia

 

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

Compartir 👍

Podría interesarte